Prof.
Luis Angarita Lazo
El comercio
internacional ha crecido en importancia para todas las naciones, sobre todo
desde la segunda mitad del siglo XX, y particularmente en el avance del siglo
XXI. La mayoría de los países anclan su modelo de desarrollo económico a partir
de su participación en el comercio mundial.
Pero la participación
en el comercio prevé grandes retos para todos los países, y su posición frente
a él no siempre ha sido armónica. Ante el creciente volumen de intercambio de
mercancías, la postura de los países para facilitar el intercambio ha variado y
responde principalmente a la posibilidad de generar ingresos externos en forma
de divisas, por un lado, y, la facilidad de acceder a bienes baratos que
satisfagan las necesidades internas, por el otro.
Esta relación entre
ingresos y egresos ha sido uno de los principales temas para los países en vías
de desarrollo ya que presentan poca flexibilidad en la oferta de productos y
servicios que pueden generar entradas externas en forma de divisas, y presentan
necesidades crecientes para cada una de sus poblaciones, de allí que le
tendencia moderna de los modelos de desarrollo apunten a la diversificación de
la producción nacional.
En el pasado,
diversos modelos han respondido a esta posición de equilibrio externo. Por
ejemplo, el modelo de sustitución de importaciones apostaba al ahorro de
divisas que se generaba al crear una industria que compitiera con el producto
importado. En otras ocasiones, la apertura comercial ofrecía la oportunidad de
crear más producción nacional que
permitiera ingresar a los mercados internacionales y así generar una mayor
entrada de recursos externos.
Por otro lado, en
épocas de crisis, la necesidad de ahorro
de divisas se ha hecho presente en momentos como el de crisis de deuda externa
latinoamericana de los ochenta, forzando a los países a hacer uso de mecanismos
alternos de pagos (ALADI), debido fundamentalmente a la escasez de recursos que
facilitan el comercio internacional.
En la actualidad, en
el país se presenta una situación delicada en cuanto a su balance externo ya
que, desde hace por lo menos 6 años, se han implementado medidas de restricción
en la asignación de divisas que permitan un ahorro externo; en un escenario
donde los ingresos (originados fundamentalmente por la industria petrolera) no
han crecido, en contraposición con las necesidades crecientes de bienes
importados, (relativamente más baratos que la mercancía nacional). Dicha
restricción la evidenciamos en medidas como la reducción de licencias de importación
de carros, las de certificación de
“Producción Nacional Insuficiente” o de “No Producción Nacional”, y más
recientemente en la reducción de pagos y morosidad con proveedores externos en
áreas de alimentación turismo y medicinas entre otros.
En tiempos de crisis
externas de Balanza de Pagos, se hace una vez más presente la necesidad de
ahorro de divisas, y este ahorro debe observar el criterio de priorizar el
gasto que se le asigna a cada una de las divisas otorgadas. Uno de los
principales criterios que debe obedecer es la posibilidad de crear mayores
capacidades en el futuro de generar una producción nacional con capacidad de
competir en el mercado internacional, y apostar por la educación siempre ha
sido una estrategia de desarrollo plausible para muchas naciones. La reducción
de recursos a los investigadores de las universidades va en contrasentido a
este criterio tan importante para el progreso de la nación.
Luis Angarita
luisangarital@gmail.com
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