lunes, 7 de marzo de 2016

Héctor Silva Michelena. Semblanza


Palabras en el homenaje de los profesores de la UCV a Héctor Silva Michelena

Ramón Peña

Marzo 1º, 2016

Debo comenzar agradeciéndole a Héctor, mi entrañable amigo desde hace 55 años, el haberme brindado la honrosa oportunidad de intentar una semblanza de su rica existencia en este merecido acto de reconocimiento.

Héctor Silva Michelena es un consagrado académico, uno de los notables exponentes del pensamiento económico venezolano, reconocido también fuera de nuestras fronteras y, sin tregua alguna, ha sido un ardoroso defensor de su alma mater y del alma universitaria en general. Razones que holgadamente motivan y justifican este acto. Pero Héctor es un ser multidimensional que, a lo largo de sus 84 años de intenso vivir, ha hecho camino en otras vertientes del intelecto: en la poesía, en la narrativa, en la política y –como algo que él aprecia celosamente en su balance de vida- también ha encontrado el tiempo para satisfacer su genuino espíritu bohemio. Pienso que es justo, en esta breve semblanza, no dejar al margen ninguno de estos rasgos de su existencia.

Nacido en Caracas, se educó en el colegio jesuita de San Ignacio de Loyola, al igual que sus hermanos José Agustín y Luis José –éste último bien conocido como Ludovico Silva- ambos recordados como sobresalientes académicos de esta misma casa de estudios. Con los Jesuitas, Héctor se formó en la fe católica; en ocasiones ayudaba como monaguillo a la misa, que en aquel entonces se rezaba y se cantaba en idioma latín. La disciplina propia de esta congregación marcó su estudiosidad y rigurosidad; allí mismo vio despertar su curiosidad por la investigación, con especial gusto por las artes y la literatura. Tuvo la fortuna de ser discípulo de destacados humanistas, entre ellos, los padres Pedro Pablo Barnola, Leopoldo Pérez Guerrero y Paul Verna. Con estos maestros descubrió e investigó la obra de autores a quienes ha admirado por siempre y fueron también inspiradores de su quehacer poético, entre otros, Charles

Baudelaire, Arthur Rimbaud, Alejandro Dumas y Gérard de Nerval. En la revista del colegio publicó sus primeros poemas y cuentos. Por razones familiares, hubo de hacer un año de bachillerato en el liceo Cajigal de Barcelona, donde también tuvo el privilegio de recibir enseñanza de importantes intelectuales como Tomás Alfaro Calatrava y Luis Pastori. En 1951 Héctor termina el bachillerato en la especialidad de Biología, recibiendo por sus calificaciones diploma de excelencia.

Venezuela vivía días sombríos de dictadura y represión política cuando Héctor inicia sus estudios superiores. Es aceptado en la Escuela de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, que ese mismo año inaugura sus primeras instalaciones en la Ciudad Universitaria de Caracas. En el mes de noviembre de 1951 estudiantes y profesores van a la huelga en protesta contra la tiranía, Héctor se conmueve al conocer por los discursos de los entonces dirigentes estudiantiles, Luis Herrera Campíns y Manuel Alfredo Rodríguez, el horror que se vivía en los campos de concentración en las islas de Sacupana y Guasina en el Delta del Orinoco. Esto lo motiva a sumarse apasionadamente a las protestas. Pero a los pocos días, la UCV es clausurada.

Para continuar sus estudios su padre le brinda la oportunidad de hacerlo en Buenos Aires, adonde parte en febrero de 1952. Se inscribe en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, entonces una prestigiosa institución académica. Allí, entre otros, va a ser discípulo de Bernardo Houssay, primer latinoamericano premiado Nobel en el campo científico; cursa tres años de carrera, en todos los cuales obtiene la máxima calificación. En la universidad conoce a Olga, una agraciada joven húngara, compañera de estudios, con quien contrae nupcias. Para entonces ya estaban definidas sus inquietudes políticas y resuelve afiliarse al Partido Comunista Argentino y se incorpora a las lides de la Federación Universitaria de Buenos Aires.

En 1955 se reabren las universidades en Venezuela. Héctor regresa a Caracas a cursar el cuarto año de Medicina. Pero los apremios económicos para sostener a su nueva familia, lo obligan a retirarse temporalmente de los estudios y buscar un medio de sustento. Por breve tiempo funge de visitador médico, pero prefiere explorar otras áreas de trabajo. El azar le ofrece la oportunidad de un empleo en un banco, el National Citibank. Héctor no contaba con el mínimo conocimiento del quehacer bancario. Debía pasar por una entrevista. Previamente va a una librería, curiosea un libro de técnicas bancarias, memoriza el índice del texto y, así, se aventura a la entrevista. En ésta recita el índice del libro. Preguntado dónde había aprendido tanto, le vino a la memoria el nombre de una escuela de contabilidad en Buenos Aires, la Academia Pitman, la menciona y, para su sorpresa, es aceptado en el banco, con un decoroso salario de 800 bolívares al mes. Va de nuevo a la librería, estudia detenidamente el libro y pronto se destaca como analista financiero y en un lapso bastante breve asciende a la posición de Jefe de Crédito. En 1956 se abre la escuela nocturna de Economía en la UCV que, por su horario, le permitiría continuar trabajando y es cuando decide abrazar esta disciplina. En los primeros años participa activamente en las protestas estudiantiles contra la dictadura perezjimenista. En 1959 nace su hijo Jorge Silva Adamicska. Luego de dos años en el Citibank acepta una mejor oferta de empleo en el Banco Caracas. Pero en 1960, por acompañar a Teodoro Petkoff en la plancha para presidir el Centro de Estudiantes de Economía, fue despedido injustamente del Banco Caracas por considerar objetable su actividad política en la universidad. Héctor le comunica este hecho a su profesor de Finanzas Publicas, Carlos Rafael Silva, quien entonces era Superintendente de Bancos. Éste, quien lo apreciaba como brillante estudiante, lo emplea y, por uno de esas casualidades de la vida, le correspondió a Héctor fiscalizar las operaciones del Banco Caracas, lo cual hizo objetivamente, pero con estricto rigor…

En 1961 Héctor egresa como Economista en la Promoción Carlos Marx; de seguidas es contratado por la Facultad como Profesor de Macroeconomía y simultáneamente se inscribe en la Maestría en Planificación Económica de CENDES/UCV. Durante éste y los años subsiguientes, alternará la actividad académica con su participación en la política, esta última, siempre con el sentido heterodoxo y critico que ha ejercido invariablemente hasta el día de hoy. Pero con mayor pasión, dará rienda suelta a sus efervescentes inquietudes literarias. Héctor comparte asiduamente la bohemia caraqueña con la pléyade intelectual que frecuentaba esa suerte de Quartier Latin de la ciudad que fue Sabana Grande y sus emblemáticos bares y cafés. Incursiona también más al este de la ciudad en refinados ambientes como el Bar Don Luis o La Balandra, donde compartía, entre otros, con los recordados Héctor Mujica, Juan Beroes, Luis Salazar o Gustavo Machado. Se incorpora al grupo literario Tabla Redonda, que lideraba Jesús Sanoja Hernández, junto a Rafael Cadenas y Ligia Olivieri. Allí publica su poema en prosa Esta es la misa del cielo negro, un canto de protesta político con humor negro, surrealista al estilo de su admirado André Breton. Forma parte del desafiante grupo literario y artístico, denominado El Techo de la Ballena, junto a Carlos Contramaestre, Adriano González León y Edmundo Aray, un movimiento recordado por aquella irreverente y osada exposición titulada Homenaje a la Necrofilia. Escribe regularmente en el Papel Literario del diario Clarín, llamado Clarín de los Viernes. En 1962 Héctor publica su libro de poemas titulado Arácnidas, dedicado a las prostitutas de la ciudad. Este texto escandaliza al comisariato ortodoxo del Partido Comunista de Venezuela y, por tal atrevimiento, Héctor es sancionado con suspensión del partido durante tres meses. Con Ludovico Silva y Caupolicán Ovalles, funda la revista de poesía Sol cuello cortado, cuyo contenido es considerado atrevido por facciones conservadoras del mundo literario, entre ellas, el grupo Zona Franca de los poetas Juan Liscano y Rafael José Muñoz, pero Héctor persevera en esa suerte de “Pandilla Lautremont” que juntaba a poetas como, Caupolicán Ovalles, el “Chino” Valera Mora, Alfredo Chacón y Elizabeth Schön. Su vida es intensa como nunca más durante esos años.

Héctor se había divorciado hacia algunos años; en 1966 encuentra una nueva compañera, llamada Adicea, Adicea Castillo, también destacada economista, incansable luchadora social y ardua defensora de los derechos de la mujer, quien ha sido su solidaria camarada durante medio siglo en tantos intensos andares y circunstancias, compartidos por ambos en diferentes geografías. Con Adicea, como un hermoso regalo, vinieron también a iluminar la vida de Héctor dos bellas niñas, María Eugenia y María Alejandra Martín. Sus hijas, como él las llama.

Como militante político su espíritu crítico jamás bajó la guardia. Abrevaba rigurosamente en la obra de Marx, Engels, Lenin y demás notables ideólogos del comunismo. Pero, sin entrega dogmática, examinaba también con avidez toda manifestación no ortodoxa ni complaciente del devenir del mundo comunista: el informe de Nikita Kruschev en 1956, revelador de los atroces crímenes de José Stalin; el aplastamiento de la insurrección de Hungría por los tanques soviéticos ese mismo año; la lectura de obras, como La nueva Clase de Milovan Djilas, sobre el enriquecimiento y corrupción de la nomenklatura del partido, o esa cruda y honesta denuncia del gran escritor norteamericano Howard Fast, en su ensayo El dios desnudo, con el cual éste abjuró de su militancia en el Partido Comunista de Estados Unidos. Un libro de dolorosa lástima hacia los desnudos dioses del paraíso comunista. Todos estos testimonios sembraron en Héctor motivos de profunda reflexión y cuestionamiento de la Realpolitik comunista. En 1968, a raíz de la frustrada Primavera de Praga, se aparta definitivamente de toda militancia política y desde entonces hasta hoy es un crítico independiente.

En la constitución de su pensamiento económico, Héctor coincide con la sentencia de George Bernard Shaw en Hombre y superhombre, que afirma que toda teoría económica es un fraude; tomada aisladamente, es un fraude, una falacia, reafirma Héctor. Como economista, adversa todo dogmatismo y sectarismo político. Su pensamiento heterodoxo lo lleva a una aproximación sistémica que recoge lo acertado de las diferentes teorías. Y, como algo sustancial, coincidiendo con Amartia Sen, su visión histórica del desarrollo económico tiene como requisito: igualdad y libertad. Sin libertad no hay desarrollo económico. Sus investigaciones lo proyectan internacionalmente. Establece relación permanente con los más destacados investigadores y docentes de toda Latinoamérica. Ha sido profesor visitante en distinguidas universidades, entre otras, Cambridge, La Sorbonne, Bochum y Konstanz en Alemania. Miembro del Consejo Directivo de CLACSO entre 1981 y 1989; es fundador de la Asociación de Economistas del Tercer Mundo en Argelia en 1972. En 1971 es designado Senior Professor del Instituto Africano de Desarrollo Económico y Planificación (IDEP), con sede en Dakar, Senegal. Allí investiga sobre migraciones agrícolas, organiza un Seminario Internacional sobre la Dependencia donde reúne a los más destacados pensadores africanos y latinoamericanos. Pero sobre todo, resultan de gran riqueza sus indagaciones en las comunidades aldeanas en el África Sub-Sahariana. En investigación conjunta con el antropólogo francés, Pierre Phillipe Rey, especialista en antropología cultural, encuentra testimonios del modo de producción linajista y la división de trabajo consanguíneo, hallazgos, ambos, que presentan una realidad que confronta y es un mentís a las cartillas marxistas –soviéticas- sobre el modo de producción de la comunidad primitiva. Estos resultados ponen en evidencia cómo los manuales ideológicos del comunismo no servían para explicar y entender realidades antropológicas.

En la UCV, entre 1977 y 1979, es Director del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la FACES. En 1979 Héctor es elegido Decano de la Facultad de Economía y Ciencias Sociales de la UCV y le corresponde estrenar la sede propia de la Facultad, esa por la que había luchado en sus tiempos de dirigente del Centro de Estudiantes de Economía. Durante su decanato, crea la biblioteca Max Flores Díaz en el Instituto de Investigaciones Económicas, así como otras dos bibliotecas para la Facultad bautizadas con los nombres de Salvador de la Plaza y César Villarroel. En esos tres años en la Facultad son publicados 122 libros. Organiza un departamento audio visual, y, conjuntamente con el canal del Estado VTV, realiza una película titulada El Esclavista, una obra pedagógica en teoría del subdesarrollo con actuación de Luis Salazar y Susana Duijm. Finalmente, funda también un comedor estudiantil en la Facultad. En 1983-1986 es representante Profesoral ante el Consejo Universitario de la UCV y en 1986 - 1989, ante el Consejo Nacional de Universidades. En 2009 es electo Individuo de Numero de la Academia Nacional de Ciencias Económicas ocupando el sillón dejado por el doctor Arturo Uslar Pietri. Ha recibido en su primera clase las órdenes José María Vargas, Andrés Bello y Francisco de Miranda.

La obra escrita de Héctor es extensa. La evolución de su pensamiento económico, se compendia en los siguientes títulos: Aspectos Teóricos del Subdesarrollo, escrita en 1967, junto con su entrañable amigo Armando Córdova; Universidad Dependencia y Revolución, escrita con otro gran amigo, Heinz Sonntag,; Economía Política de la Democracia; Comercio Internacional: teoría neo clásica y nueva teoría (que fue su tesis doctoral), publicada por la UCV, Teorías Modernas de la Ética Socio Económica; Ética y Economía, Pensamiento Económico Venezolano en el SXX; Estado de siervos, desnudando al estado Comunal y Escasez y Pobreza en el Socialismo Bolivariano. En el dominio poético tiene doce libros publicados, entre ellos: Arácnidas, Decisiones, Pequeñas miserias y Cenizas y un ilustrativo ensayo titulado: Poeta cortado en dos: una mirada al surrealismo. Ha publicado numerosos ensayos sobre economía latinoamericana, la cuestión social en Venezuela y América Latina, financiamiento y reforma de las universidades y otros temas. Durante años ha sido colaborador de los diarios El Nacional y Tal Cual. Actualmente, dos nuevos libros suyos esperan poder sortear las dificultades editoriales del país, para ser publicados: uno, un ensayo histórico que se remonta a la antigua Grecia, titulado Pensadores de la Democracia y otro, Cuentos y Leyendas del África Negra.

Como vemos en este apretado recuento, Héctor es un ser que nació con anticuerpos contra el desgano. Que ha llenado sin descanso, todos los día de su vida, proyectándose en sus dimensiones intelectuales y espirituales. Quienes hemos tenido la dicha de departir con él, podemos afirmar que Héctor es un sembrador de buenos recuerdos. Lo dicen también sus alumnos quienes evocamos la claridad y sapiencia que con genuina humildad fluían en sus clases. Sus amigos hemos disfrutado prolongadas horas de enriquecedoras tertulias; de su ameno conversar sobre tantos temas que maneja con pasión y propiedad, que pueden ir, desde el existencialismo hasta las desdichas del Real Madrid en la liga española de futbol. Como ser social, todo el que lo haya tratado aprecia su personalidad de fino caballero, alumbrada por su espíritu inmutable de poeta. Como académico, su huella es la de un cultor de la excelencia, bien fuese como el médico que una vez soñó ser o como el economista en que se convirtió por un azar de la vida. En toda su carrera, un investigador incansable, con natural disciplina y rigor. Finalmente, como ciudadano, un batallador por la democracia y la justicia: desde sus tiempos juveniles, contra la mordaza y la tortura de la tiranía militar, hasta hoy, contra la barbarie gobernante, que con saña ha volcado su odio sobre las universidades nacionales. Hace doce años, a pocos metros de este recinto, con ocasión de una elección académica, una bala de goma disparada por gamberros del régimen laceró seriamente su cuerpo, pero pudo más su voluntad y sobreponiéndose a su pierna fracturada, ejerció su derecho al voto, el cual pretendían impedirle.

En fin, desde siempre, como transitando uno a uno, cada verso del hermoso poema Libertad, de su admirado poeta, Paul Eluard, Héctor no ha cesado de invocar en cada instancia de su vida: la palabra Libertad.

Muchas gracias.

Ramón Peña Ojeda (Caracas, 1942). Economista por la UCV (1965). Maestría en Ciencias Administrativas por The City University of London. Postgrado en Economía de la Investigación y Desarrollo por
L’Université de Paris. Profesor en el Postgrado de Comercio Internacional de la FACES UCV (1979-1990).
Ha ocupado posiciones ejecutivas en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, en el Ministerio de Fomento y en Petróleos de Venezuela. Consultor en ejercicio privado. Articulista en temas políticos y económicos

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