lunes, 28 de marzo de 2016

Experiencias Docentes. Charla en la Maestría de Economía Internacional.


Guillermo Márquez

Esta exposición  tuvo su origen en una invitación que me hizo la Profesora y amiga María Consuelo Chaparro, para que conversara con sus alumnos en la Maestría  de Economía Internacional, a quien agradezco altamente la oportunidad que me brindó y las generosas frases que tuvo sobre mi labor académica. Allí me fue muy grato saludar a antiguos alumnos que han permanecido mis amigos y que se han convertido en profesionales y profesores destacados. Agradezco a la estudiante que hizo la grabación de mi exposición, la cual me ha sido útil para esta versión escrita, pero lamentablemente no pude obtener su nombre. La charla se realizó en julio del 2007. Se publica aquí con algunas modificaciones y ampliaciones que estaban preparadas, pero que por falta de tiempo no pudieron ser expuestas.
Cuando recibí la invitación de la profesora y amiga María Consuelo acepté con gusto y, además, me alegré por tener la oportunidad de volver a estas aulas que han sido muy importantes para mi vida académica. Me decidí por este tema porque pienso que mis experiencias pueden ser útiles para ustedes, tanto en los estudios como en la vida profesional, y sobre todo a los que vayan a ejercer la docencia.
Principios Docentes
Mirando retrospectivamente, me doy cuenta que a lo largo de mi vida docente fui desarrollando algunos principios esenciales que paso a explicar.
Rechazo a la clase magistral por ser la menos magistral de las formas de enseñanza. En ese método el estudiante cumple un papel pasivo, sin conocer previamente el tema explicado por el profesor. Toma apuntes y si los exámenes son una simple exigencia de lo que el profesor ha explicado, el conocimiento adquirido por el alumno es altamente deficiente. En el transcurso de la charla explicaré los métodos que utilicé para evitar esa negativa práctica.
No improvisación. El profesor, en sus dos primeros años de docencia debe preparar la estructura fundamental de su materia. Pero no debe confiarse en que ya conoce su materia. Cada año debe revisar nuevamente las clases que va a dictar y examinar nueva literatura para incluir los avances que se han producido. Incluso cuando se explica en clase algo que uno mismo ha escrito, si no se revisa previamente no se da bien. Cuando un profesor se dedica a dictar simplemente lo que preparó al principio, se va ampliando cada vez más la diferencia entre sus clases y el estado corriente de su materia. Al respecto, quiero ponerles un ejemplo propio:
De lo que yo les estoy hablando hoy es mi vida y la recuerdo perfectamente. Pero si me hubiera confiado en eso, mi exposición habría sido deficiente, incoherente, tratando de recordar en cada momento lo que les iba relatando. En cambio, escribí totalmente la charla e hice un esquema, aunque no dudo que tendré ciertas fallas en mi exposición.
En relación a la improvisación, hace algún tiempo me encontré en El Universal con un artículo de Juan Carlos Sosa Azpurua, un párrafo que me gustó mucho por interesante y hasta humorístico: “En su abrumadora mayoría los políticos venezolanos no destacan por la actualidad de sus ideas y un entendimiento serio y profesional de los asuntos que abordan, y un rasgo venezolano, pero muy especial de los políticos, es la infinita capacidad de hablar pistoladas con cara de circunspecto y con el convencimiento de estarse comiendo al mundo”.
Consulta de los autores originales. Cuando un profesor prepara sus clases solamente consultando libros de texto, se presentan diferencias, a veces importantes, respecto a lo que verdaderamente expusieron los autores. Los libros de texto son resúmenes y a veces interpretaciones erradas de los fundadores.
Les voy a dar un ejemplo de un aspecto que se explica en estas aulas. Se trata de la llamada Teoría de la Dotación Relativa de Factores de Heckscher-Ohlin. En los libros de texto se critica esta teoría, porque es muy simplificada, porque no toma en cuenta factores importantes, como la tecnología, las innovaciones, los cambios en la competitividad, las economías de escala, los factores dinámicos.
Yo mismo caí al principio en ese error y lo tengo escrito. Hasta que descubrí un libro difícil de conseguir, “Interregional and International Trade” de Bertin Ohlin, uno de los fundadores de esa teoría. Cuando se lee ese libro uno se da cuenta de que Ohlin analizó todos los factores que supuestamente omitió. Hasta el punto que he aconsejado que los profesionales que trabajan en la práctica del comercio internacional deberían leerlo. Lo que sucedió fue que Paul Samuelson, para darle formulación matemática a esa teoría, eliminó los factores supuestamente omitidos. La teoría ahora se llama Heckscher-Ohlin-Samuelson.
Libertad de Expresión al Estudiante. La Universidad, como su nombre lo indica, es un sitio especial donde se debe discutir sin restricciones todas las ideas. La censura es anti-Universidad. El estudiante debe sentirse libre de discutir, aún acaloradamente con el profesor, siempre que la discusión se mantenga en el plano intelectual. Por eso, me preocupó un caso del que tuve conocimiento, pero debo aclarar que no tuve información directa de los participantes. Se trata de una amarga discusión que se produjo entre un estudiante y un profesor muy apreciado por mí, tanto en lo personal como por su alta inteligencia y profundo conocimiento profesional. Pues bien, derivado de esa discusión el profesor solicitó al Consejo de la Facultad la expulsión por un año del estudiante, lo cual fue aprobado.  Pienso que aunque hubiera habido alguna alusión personal por parte del alumno, el profesor ha debido obviarla, tratándose de que fue una discusión fundamentalmente intelectual.
Algunos profesores no aceptan en los exámenes otra cosa que no sean sus ideas. Y se da el caso lamentable que, cuando comienza el año escolar, muchos estudiantes tratan de descubrir la ideología del docente, para proceder en consecuencia.

En una clase, un estudiante me increpó airado: “Profesor, yo no estoy de acuerdo con sus clases porque usted lo que da es economía burguesa”. Aparte de que ello era falso, porque procuraba exponer las distintas tendencias respecto a un tema, le expliqué pacientemente que para poder criticar una teoría, había que conocerla profundamente y que la estructura fundamental de la teoría del comercio internacional, Adam Smith, Ricardo, Hecksler-Ohlin, debía ser estudiada. No me pasó por la mente una retaliación contra él. Por cierto, que ese estudiante, después de graduado, ha sido muy exitoso en empresas de la “economía burguesa”.

En otra ocasión se me presentó una situación interesante. Con motivo de los extraordinarios ingresos que Venezuela estaba recibiendo con motivo de la llamada “crisis energética” a principios de los años 70, puse en un año como examen final, la siguiente única pregunta: “A la luz de la crisis energética actual, examine la política económica internacional de Venezuela”. Cuando estaba revisando los exámenes, muchos muy interesantes, me encontré con que un estudiante había puesto una nota al margen, en la primera página de su respuesta:

“Considero que examinar la política económica de un país capitalista no tiene sentido. Pero ya que es una exigencia del examen, lo haré”. Era un insulto, su examen no tiene sentido. Mi primer pensamiento fue: “Ojalá que haya escrito para el 10, porque si es aplazado puede considerar que es una retaliación por su nota; y así fue, pasó con 10 puntos. Pero a su vez yo le puse también una nota al margen y le entregué su examen: “Considero que un economista que se dice marxista y que desprecia examinar la política económica de un país capitalista, servirá muy poco, como economista, en una economía socialista”.

 ¿Qué es eso de “falta de respeto” por parte del estudiante hacia el profesor en una discusión intelectual? No es universitario. A este respecto quiero comentarles sobre un artículo de un profesor muy destacado de nuestra Universidad, hace varios años. El escribió un artículo donde criticaba, desde su punto de vista, el libro del antropólogo norteamericano, Oscar Lewis, “Los hijos de Sánchez”. Su método de investigación consistía en vivir un tiempo largo en una casa de familia para analizar desde el punto de vista antropológico y sociológico las diversas facetas del comportamiento de todos los integrantes de esa familia.. Hasta casi el final el análisis crítico del profesor se mantenía en el plano intelectual, en lo cual uno podía estar de acuerdo o diferir. Pero el profesor concluía con la siguiente frase: “A la luz del análisis realizado, este libro debe ser prohibido en la Universidad Central de Venezuela.” Los comentarios sobran.

Sistema de Evaluación. Los exámenes no deben estimular el caletre. Deben fomentar la creatividad de los estudiantes. Si el examen es de caletre, en que al estudiante se le exige simplemente saber lo que el profesor dictó, y esto se combina con la situación que delinée en el punto sobre la clase magistral, el resultado es desastroso para la formación profesional del estudiante. Más adelante me referiré a esto, de lo cual también es un ejemplo, el examen a que hice referencia en el punto anterior.
Un método de evaluación que me parece negativo, es cuando en el primer día de clase el profesor hace entre los estudiantes una distribución de los temas del programa. Cada alumno o grupo de alumnos tiene que dictar ese tema en clase y esa es la evaluación. La consecuencia es que cada estudiante prepara su tema y ya los otros no le interesan porque ya fue evaluado. El resultado es un conocimiento fraccionado del programa, lo que atenta contra el conocimiento integral de las distintas materias que se debe tener.

Honestidad. A este respecto me refiero a que el profesor debe ser transparente con los estudiantes. La honestidad comienza por preparar con profundidad las clases. Cuando un estudiante hace una pregunta cuya respuesta el profesor no conoce bien, éste no debe tratar de “guabinear”. Debe decirle claramente que no conoce bien la respuesta, que la buscará y le dará una respuesta satisfactoria posteriormente. A este respecto, hay que reconocer que los latinoamericanos tenemos la característica de que consideramos como un pecado decir “no conozco esto”, especialmente entre los políticos. Uno puede observar por televisión muchas situaciones, en que a un político un periodista le hace una pregunta y aquel comienza a darle vueltas al asunto, sin decir nada de sustancia, pero nunca se le ocurre decir, “no se”. En cambio, con frecuencia uno puede ver en los países del hemisferio norte, hasta premios Nobel, que ante una pregunta responden: “Yo no se de eso, quien sabe de eso es X”.

Inicios Docentes

Me inicié en la docencia como auxiliar, todavía estudiante, en la cátedra de Estadística Económica del gran profesor e investigador Armando Córdoba. Ese fue un período muy fructífero, tanto para mi formación profesional, como para mi futuro docente, bajo la sabia orientación del Prof. Córdoba.
Luego de graduado, cuando le llevé mi diploma para que me lo firmara al cimero Prof. D.F. Maza Zavala, éste me dijo: “Mire Márquez, yo quiero que el próximo año académico me ayude en la Cátedra de Economía Internacional. Cuando abran la Escuela en septiembre hable con el Prof. Mejías (Luis Esteban Mejías, Director de la Escuela) que tendrá instrucciones mías”. Así lo hice y para mi sorpresa el Prof. Mejías me dijo: “Ya tengo instrucciones del Prof. Maza. El va a dar la clase diurna y usted la nocturna”. Debo confesar que eso fue una conmoción para mí, porque yo me figuraba que el arreglo sería que el Prof. Maza me indicaría que yo dictara algunos temas, espaciados en el tiempo y que, por lo tanto, podría prepararlos con mucha comodidad.

Comencé entonces, de inmediato, a fichar toda la bibliografía que tenía sobre Economía Internacional. Cuando terminé esa labor, preparé la primera clase del programa, la cual “dicté” con la ayuda de un pizarrón que tenía en mi casa. Cuando terminé mi simulación habían pasado 40 minutos, y en esa época la clase era de 50 minutos. Me horroricé que me sucediera lo mismo que a algunos de mis profesores, que después de 30 o 35 minutos no tenían nada más que decir. Pero el resultado fue que los 40 minutos que había hablado se convirtieron en tres clases, porque no había tomado en cuenta la interacción con los estudiantes, preguntas y respuestas, comentarios.

Por algunos años mis clases se basaban en la clase magistral, pero estimulando la discusión. Después comencé a alejarme de este método, indicando a los estudiantes la bibliografía para la semana siguiente, de manera de poder dar yo un resumen del tema y comenzar entonces la discusión. Debo confesar que no me fue fácil aplicar ese método en la Escuela de Economía, por el gran número de estudiantes en el aula. Donde mejor pude aplicarlo en el pre-grado, fue en el Instituto Universitario de Nuevas Profesiones, donde por unos años dicté la Cátedra de Desarrollo Económico. Los grupos eran pequeños y el sistema funcionó; los estudiantes respondieron excelentemente, estudiando previamente y produciéndose vivas e interesantes discusiones.

En lo que se refiere a la evaluación, no he estado de acuerdo con un sistema de exámenes parciales y que la suma de estos sea simplemente la evaluación. Los conocimientos deben ser consolidados en un examen final; pero este examen debe ser global, que ponga a prueba el conocimiento por el estudiante de todo el programa, como el examen relacionado con la crisis energética a que me referí antes.
Como Director de la Escuela de Economía
Acepté la Dirección de la Escuela de Economía en el Decanato del Profesor y amigo Héctor Silva Michelena. Mi mayor estímulo para esa aceptación fue un proyecto de reforma académica de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales. No me toca a mí evaluar mi gestión en ese cargo, en el cual estuve poco tiempo. Diversas circunstancias impidieron avanzar plenamente en ese proyecto, por lo cual renuncié y preferí dedicarme plenamente a la actividad docente y a la investigación.
Voy a referirme solamente a un aspecto de esa gestión. Me plantee lo siguiente: Yo voy a dirigir una institución académica. Su esencia es la exposición y discusión de los aspectos teóricos y fácticos de la economía. Si yo no conozco lo que se está discutiendo en las aulas, seré sólo un administrador. En cualquier institución o empresa, un supervisor puede acercarse a un subalterno y decirle que le explique la esencia de su trabajo, porque sin ese conocimiento la dirección no puede ser eficiente. Entonces, diseñé un plan por el cual me iba acercando a profesores, les explicaba esto y les perdía permiso para asistir a sus clases, no en términos de supervisión, sino para involucrarme en la sustancia de lo que yo estaba dirigiendo. A todos los profesores a quienes les hice el planteamiento aceptaron y puedo decir que lo mejor que me llevé de la Dirección de la Escuela fue el conocimiento y la experiencia que adquirí en esas visitas. Pero supe de algunos profesores que dijeron: “Si Guillermo Márquez pone los pies en mi salón, lo saco a patadas”.
Sin embargo, hubo un caso que siempre me trae problemas de conciencia cuando lo recuerdo. Asisto a la primera clase del primer año de Teoría Económica. Los estudiantes eran jóvenes imberbes, generalmente con mala preparación del bachillerato y sin idea de que era eso de Teoría Económica. El profesor se para, no recuerdo si dio los buenos días, sin ni siquiera una palabra introductoria, se dirige al pizarrón y escribe: “FUERZAS PRODUCTIVAS”. Y a continuación comienza a escribir una clasificación de esas fuerzas productivas, concepto marxista, y luego explica cada una de sus significados. Eso fue la clase.
Yo estaba horrorizado. Esa primera clase requería de parte del profesor una panorámica de lo que se estudiaría, una explicación de que en qué consiste la ciencia económica y su ámbito conceptual. Comencé entonces una lucha mental interna: entre la barbaridad que había presenciado y mi compromiso de que mis visitas no tenían carácter de supervisión. Y venció el compromiso y no le comenté nada. Años después se descubrió que ese “profesor” era un farsante, que no tenía título de Economista ni ningún título universitario y, por lo tanto, fue expulsado de la Universidad. Para alivio del gentilicio venezolano, les aclaro que ese sujeto era extranjero. No me explico cómo pudo entrar al personal docente.
Cuando estaba dando los últimos toques a este texto, leo una entrevista a Verónica Villarroel, una soprano chilena de fama mundial. Ella tiene ahora una academia de canto en Santiago. En la respuesta a una pregunta, ella dice: “…ahora que estoy en Chile, te cuento  que cuando estoy acá siento que tengo que entrar a las clases de la Academia, no puedo dejar de hacerlo.Un buen espaldarazo a mi necesidad de asistir a las clases de la Escuela. También se que los directores de las escuelas Berlitz de idiomas tienen un dispositivo por el cual pueden escuchar cualquier clase que se esté dando.
En el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, FACES
Estuve allí en una investigación sobre la economía venezolana en el primer período presidencial de Carlos Andrés Pérez y a la vez fui miembro de su Consejo. Solo me referiré a una faceta de mi labor allí.
El modus operandi del Instituto era la existencia de módulos de investigación sobre diversos temas cuyos resultados, algunos muy interesantes, se publicaban en la revista del Instituto. Periódicamente se organizaban jornadas, para exponer algunas de esas investigaciones. Pero cotidianamente había un aislamiento entre los distintos módulos de investigación; existía poca relación intermodular. Normalmente, los investigadores no sabían lo que se estaba investigando en otros módulos. Situación ésta insatisfactoria pues las diversas investigaciones deben alimentarse de las demás. Lo deseable es un intercambio permanente, no solamente de las investigaciones terminadas sino de las que están en proceso. La discusión de las investigaciones en curso debe ser tan rutinaria en los institutos de investigación como las clases en las escuelas. Ello se logra con la exposición y discusión en forma continua de las investigaciones, con la asistencia de todos los investigadores. Propuse entonces al Consejo del Instituto iniciar un programa de encuentros semanales con ese propósito, lo cual fue aprobado. A mi juicio su realización fue muy exitosa y a todos nos nutrió intelectualmente en forma importante. En este momento no tengo conocimiento de cómo está funcionando el Instituto.
En la Maestría  de Economía Internacional

En esta Maestría, donde me siento muy agradado de estar hoy, dicté inicialmente la cátedra de Política Comercial y luego un seminario sobre Teoría y Negociaciones sobre el Comercio de Servicios.
Aquí, con un grupo pequeño, sí pude aplicar un método interactivo y un sistema de evaluación de acuerdo a mis concepciones. Debe enfatizarse que en un postgrado es menos aceptable la clase “magistral”. Cito dos experiencias de esta etapa docente.

En la cátedra de política comercial puse una pregunta que englobaba toda la materia, se los di con un mes de anticipación y les dije: “En el examen ustedes van a trabajar como trabaja un profesional en su oficina; pueden traer toda la bibliografía que necesiten, y así se hizo. Salieron de allí ensayos muy interesantes; incluso un estudiante me pidió permiso para traer una máquina de escribir y se lo di.

En el seminario sobre servicios promoví una discusión sobre dos concepciones económico-políticas, asignando a una estudiante el papel de la señora Thatcher y a otra el de la señora Ghandi, dándoles un tiempo prudencial para que se documentaran sobre sus respetivos roles. La discusión fue sumamente interesante, a la cual se sumó el resto de la clase.

Quiero ahora referirme a un proceso de reforma del currículo de este postgrado que se realizó mientras estuve de profesor aquí, auspiciado por el Consejo Directivo.

La reforma de los currículos en nuestra Universidad se convierte en un proceso traumático. Primero se realiza la reforma en la escuela o postgrado respectivo, De allí pasa al Consejo de la Facultad y luego al Consejo Universitario. Generalmente tarda mucho ese proceso, y no menos de un año. Cuando el programa queda aprobado ya hay algunas obsolescencias. Pienso que el programa que salió de ese trabajo mejoró el nivel del postgrado y se puso al día con algunos desarrollos ocurridos en el pasado. En consideración de lo que he explicado arriba hice la siguiente proposición: En cada materia teórica debería incluirse un último tema que dijera “Nuevos enfoques teóricos”. Y en las materias fácticas, de tipo histórico, el último tema sería; “Nuevas evoluciones fácticas”. De esa manera no había que reformar el programa más, el cual en la práctica iría cambiando con el desarrollo científico e histórico. Y así fue aprobado e incluido en el programa actual. En las universidades sajonas el programa consiste en no más de dos páginas, elaborado por el profesor respectivo, con un resumen de los puntos fundamentales de la materia y una extensa bibliografía que el estudiante debe estudiar, y sobre el cual el profesor tiene libertad para modificar de acuerdo a los desarrollos respectivos. Yo he estimado que en esos países, por cada hora de clase del profesor, los estudiantes tienen que leer y estudiar alrededor de 100 páginas.

En el Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA)

Allí dicté inicialmente la cátedra de Economía Internacional. Como se trataba de un curso con participación de estudiantes de varios países de América Latina, establecí como exámenes un ensayo en que se aplicaba la materia estudiada al país respectivo. De allí salieron análisis muy interesantes. Hubo uno tan notable, de un estudiante chileno de apellido Artigas, que gestioné para que saliera publicado en la Revista del Banco Central de Venezuela.

Al terminar un curso, un grupo de los estudiantes me pidió que en el siguiente período académico les diera un seminario, lo cual acepté con mucho gusto. En la primera clase les plantée como tema del seminario lo siguiente: como habíamos dejado de analizar tres libros interesantes de la bibliografía señalada en el curso anterior, examinaríamos esos libros. Ello fue aceptado por los estudiantes. Pero en la segunda clase, antes de que comenzáramos propiamente, un estudiante se paró y pidió la palabra con mucha seriedad. Yo pensé, ¿“qué habré dicho o hecho en la clase anterior, que van a protestar?” En cambio el planteamiento del estudiante fue el siguiente: “Profesor: Nosotros hemos estado conversando y nos parece que su propuesta es muy buena, pero tenemos otra. No llegamos a discutir los ensayos que hicimos en el curso. Podríamos entonces discutirlos en el seminario y luego como evaluación, nosotros haríamos un (macro) ensayo, que incluiría las principales ideas de los ensayos individuales y el resultado de nuestras discusiones”. Acepté de inmediato, pues me pareció muy creativo y es una de las experiencias docentes más singulares que he tenido. El ensayo final fue de primera categoría.

En el Sistema de Integración Económica Centroamericana (SIECA)

En esa institución, como parte de una asesoría, me tocó dar diversos cursos y seminarios de formación, sobre el comercio de servicios y sus negociaciones. El evento mayor a este respecto fue el Curso Avanzado sobre Comercio de Servicios, que se me pidió que diseñara y dictara, con la participación de 20 profesionales de los diversos países centroamericanos y también de una participante venezolana, respecto a la cual el Banco Central de Venezuela pidió su inscripción y fue aceptada.

El modus operandi del curso fue el siguiente. Después de preparar el programa, se imprimió toda la bibliografía indicada y se le entregó a cada estudiante. Se concentró a los participantes durante la duración del curso, que fue de 17 días, en un hotel idílico, situado en una montaña también idílica. A partir de la clase introductoria, los estudiantes tenían que estudiar en la tarde y noche previas, lo que se iba a tratar al día siguiente en la mañana. El facilitador daba una introducción al tema de alrededor de 20 minutos, al cabo de los cuales se iniciaba la discusión. Esta fue riquísima y nunca tuve que forzar a los estudiantes para que participaran. Al final se hizo una simulación de negociaciones, entre grupos por países, con resultados notables. Esto confirma los resultados positivos de una docencia en que los estudiantes llegan a las sesiones con el conocimiento previo de la materia que se va a dictar. Las profesoras María Consuelo Chaparro y Mina Vivas saben que no soy una persona, de las que en criollo se les llama “echonas”; pero debo confesarles que ese curso constituye una de mis mayores satisfacciones académicas. En un futuro, junto a algunos escritos míos sobre servicios, voy a publicar el programa de ese curso en este blog.  Puede ahora consultarse en el Anexo B de http://masterecointerucv.blogspot.com/2015/03/el-rol-de-los-servicios-en-la-economia.html

En el Colegio St. Antony’s de la Universidad de Oxford

Allí fui por un año Profesor de la Cátedra Andrés Bello, asignación académica que se financia con un fondo otorgado por el Banco Central de Venezuela, con la responsabilidad académica y administrativa por parte de las autoridades de ese colegio. Durante ese tiempo inicié una investigación sobre el proceso económico venezolano en la década del 70, que posteriormente se convirtió en un libro. Dicté sobre ese tema un seminario de tres sesiones sobre los avances de mi investigación, con la asistencia de profesores y estudiantes de la Universidad. El seminario en Oxford no tiene la misma connotación que tiene en Venezuela. Consiste en una conferencia que dura (y debe durar nada más) una hora, con un tiempo de discusión de media hora (y no más de media hora). Las preguntas deben ser muy precisas y breves; quien se tome más de dos minutos para su pregunta está abusando. Y tampoco el exponente puede tomarse demasiado tiempo en las respuestas.

Cuando regresé a Venezuela comenté en la Universidad que, en lo que se refería al modus operandi de impartir conocimientos, o en Venezuela estábamos en la posición normal, la cabeza para arriba y los pies en el suelo y Oxford anormalmente al revés o viceversa. La razón de esto es la siguiente. En Venezuela lo que da prestigio a un profesor es el dictado de clases, estar a cargo de una cátedra. El seminario se ve en forma peyorativa y como una forma de reposo. Se pueden oír conversaciones en que se dice: “Fulanito lo que está dando es un seminario”. En cambio, la base fundamental en Oxford son los seminarios, es decir, la exposición de los temas que se están investigando. Y en las comidas colectivas en los colegios se puede escuchar en forma peyorativa: “Fulanito hace tiempo que sólo está dando clases”, es decir, no está investigando.

Es usual la invitación a profesionales o académicos extraños a la Universidad o extranjeros, para dar seminarios sobre la materia de su especialidad. Estos invitados tienen que tener un dominio total de la materia que exponen, porque si no pasan un mal rato. En una ocasión se presentó un profesor latinoamericano. Por el currículo distribuido se notó que no era su especialidad sobre la que iba a disertar. La exposición no fue satisfactoria y luego, investigadores especialistas de la Universidad en dicho tema comenzaron a preguntar. Aquello fue una situación incómoda cuando el invitado se mostró imposibilitado de contestar satisfactoriamente las preguntas.

No creo que existan las posibilidades en Venezuela de implantar un régimen académico como el de Oxford; en realidad ésta es una Universidad con características muy especiales que, junto con la de Cambridge se diferencian bastante de las demás universidades británicas. Pero pienso que un ejemplo que debe seguirse es darle mayor énfasis a la investigación y realizar un trabajo riguroso y permanente.

Muchas Gracias.

NOTA.  Una primera versión de este escrito se publicó en mi blog. Para esta publicación se han hecho ligeras modificaciones y correcciones.

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