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Felix Arellano
La corrupción y la impunidad han hecho
metástasis en el proceso bolivariano, sería conveniente evaluar la posibilidad
de conformar, como ocurrió con éxito en Guatemala, una Comisión Internacional
Contra la Impunidad (CICI) con el apoyo de las Naciones Unidas
Pareciera
que la corrupción representa uno de los tumores más peligrosos del sistema
democrático y, por paradójico que resulte, para enfrentarla efectivamente se
requiere fortalecer las instituciones democráticas. Mayor transparencia, mayor
libertad de expresión, mayor participación y control social, efectiva
separación y regulación de los poderes públicos; son algunos de los elementos
democráticos que permiten atacar este flagelo. Por el contrario, en los
gobiernos autoritarios la corrupción y la impunidad hacen metástasis, pues
constituye uno de los instrumentos que consolidan la camarilla en el poder.
En
los últimos años ha crecido la democracia y, con la excepción de Cuba, es el
sistema predominante en la región; empero, enfrenta serios retos, entre ellos
la corrupción. Buena parte del desasosiego o rechazo social contra la
democracia, tiene que ver con el incremento de la corrupción y la
impunidad. Los pueblos rechazan que la política, por vía de la corrupción
de los recursos públicos, se constituya en la maquinaria para generar nuevos
ricos, cuando las mayorías enfrentan una creciente miseria.
El
auge de la anti política tiene mucho que ver con la corrupción que se ha
enquistado en nuestras democracias, debilitando sus mecanismos de control. Los
movimientos radicales como el Partido de los Trabajadores en Brasil o el
proceso bolivariano en Venezuela, incorporaron en sus discursos populistas, la
lucha contra la corrupción como una de las banderas fundamentales para lograr
el poder. Ahora bien, una vez triunfantes, la corrupción se ha constituido en
una de los mecanismos para comprar consciencias, chantajear y perpetuarse en el
poder. Son evidentes las señales de enriquecimiento ilícito, de malversación de
recursos públicos, de trafico de influencias o de narcotráfico; empero, las
instituciones encargadas del control están persiguiendo a los críticos, a la
oposición.
La
espantosa corrupción del proceso bolivariano, que ha lapidado los recursos
públicos, depositando en cuentas personales fortunas faraónicas denunciadas por
los medios internacionales, no importan a la Contraloría, su tarea es
supervisar los cesta ticket de los miembros de la oposición. En tan lamentable
panorama nacional, desde la región llegan aires reconfortantes, cuando
organismos autónomos abren investigaciones a los intocables, como Lula en
Brasil, Cristina Kirchner en Argentina o la nuera de la Sra. Bachelet en Chile.
Resulta
significativo observar que instituciones autónomas logran detener a Presidentes
como a Otto Pérez Molina en Guatemala o poderosos exministros o empresarios
como es el caso en Brasil, como ejemplo el presidente de Oldebrecht, el
tesorero del Partido de Trabajadores o el asesor de campañas electorales.
La
situación que enfrenta Brasil es muy delicada, pues combina una creciente
crisis económica, con la grave crisis política por la investigación de las
máximas autoridades del partido de gobierno, incluyendo la Presidenta Rousseff;
empero, también representa una gran oportunidad para consolidar un sistema
democrático más eficiente y transparente. Por lo pronto, el mundo admira el
respeto a las instituciones judiciales. No pareciera que la Presidenta esté
comprando jueces o cerrando investigaciones. Esperamos que luego de esta
tormenta pudiera resultar una democracia brasileña más sólida.
El
respeto que evidencia la Sra. Rousseff a sus instituciones internas, debería
también practicarlo en el ámbito internacional y apoyar la aplicación de la
Carta Democrática Interamericana en el caso venezolano, que desde hace varios
años enfrenta el progresivo deterioro de las instituciones democráticas. Ahora,
con la sentencia de la Sala Constitucional del TSJ (Nro. 9), se puede apreciar
que se pretende anular al poder Legislativo,que resulta incómodo para un
gobierno autoritario. Nos encontramos en una situación parecida al llamado
“fujimorazo”, cuando el Presidente Fujimori en Perú, en 1992, cierra del
Congreso e interviene el poder judicial.
La
corrupción y la impunidad han hecho metástasis en el proceso bolivariano, sería
conveniente evaluar la posibilidad de conformar, como ocurrió con éxito en
Guatemala, una Comisión Internacional Contra la Impunidad (CICI) con el apoyo
de las Naciones Unidas, para poder identificar tanto los delitos como los
delincuentes y aplicar las sanciones que correspondan.
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