Tomado de www.project-syndicate.org
El sistema de comercio
internacional corre riesgo de desintegración
Sep 17, 2018 ANNE O. KRUEGER
WASHINGTON, DC –
Diez años después de la quiebra de Lehman Brothers, sabemos que la respuesta
multilateral fue crucial para evitar que la “Gran Recesión” terminara siendo
peor de lo que fue. En aquel momento se tambaleó el sistema financiero global. Pero
hoy lo que está en riesgo es el sistema de comercio internacional.
El mundo ha
obtenido muchos beneficios del multilateralismo en los últimos setenta años.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tuvo el buen gesto de abstenerse
de represalias y de exigir reparaciones; en vez de eso, lideró la creación de
las tres grandes instituciones económicas –el Fondo Monetario Internacional, el
Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio (sucesora del Acuerdo
General de Aranceles Aduaneros y Comercio, o GATT)– que forman la base del
orden económico internacional todavía vigente.
Cada una de estas
instituciones ha hecho un importante aporte al crecimiento económico global,
pero sobre todo la OMC. Gracias a la expansión de un sistema de comercio
multilateral abierto bajo el GATT y la OMC, desde la Segunda Guerra Mundial el
comercio internacional ha crecido 1,5 veces más rápido que
el PIB global.
Hoy el
multilateralismo sigue siendo tan importante como durante toda la posguerra,
pero la OMC enfrenta cada vez más amenazas, entre las que se destacan los
ataques en curso del gobierno del presidente estadounidense Donald Trump, que
está tratando de debilitar a la institución en letra y en espíritu.
Cuando hace diez
años se declaró la crisis financiera, muchos temieron que los países alzaran
nuevas barreras comerciales como en los años treinta y en otras recesiones de
la posguerra. Pero en general eso no ocurrió, porque la OMC y el G20
intervinieron para facilitar la cooperación multilateral. El volumen global de comercio
se redujo muy poco en relación con lo que hubiera podido ser, y en 2011 se
había recuperado al nivel
anterior a la crisis.
Las 164 economías
integrantes de la OMC se han comprometido a apoyar un sistema multilateral
abierto y a respetar normas y procedimientos compartidos cuyo propósito es
ayudar al crecimiento de ese sistema. Estas normas cumplen para el comercio
internacional el mismo papel que los códigos de comercio nacionales cumplen
para los contratos y transacciones entre partes dentro de una jurisdicción
dada.
Según las normas de la OMC,
las empresas que comercian con otros países están sujetas a las mismas
regulaciones nacionales que las empresas locales, y tienen los mismos derechos
ante los tribunales de aquellos países. Los gobiernos no pueden aplicar medidas
discriminatorias contra otros miembros de la OMC; es decir, si aplican un
beneficio a un socio comercial, deben extenderlo a todos. Sólo se permiten
aranceles en ciertas circunstancias. Y toda supuesta infracción de las normas
se remite al Órgano de Solución de Diferencias de la OMC.
La garantía de que
las empresas extranjeras recibirán un trato regulatorio y judicial justo por
parte de los gobiernos de los estados miembros de la OMC es esencial; y el
principio de no discriminación ha sido un elemento fundamental del sistema de
comercio internacional desde su creación. Son las disposiciones que hacen
realmente multilateral al sistema.
En el marco de la
OMC, el principio de nación más favorecida (NMF) permite negociaciones comerciales
multilaterales entre iguales; estas han reducido el arancel promedio aplicado a
bienes fabriles entre economías avanzadas, de más de 40% a fines de los
cuarenta a cerca del 4% en la actualidad, con beneficios para todos los estados
miembros.
El mecanismo de
solución de diferencias (MSD) de la OMC también es vital para el comercio
internacional. Cuando las autoridades de un país consideran que un socio
comercial está en infracción de normas mutuamente acordadas, pueden plantear el
caso a la OMC, que designará un panel arbitral para estudiar los argumentos de
cada lado y dictar sanciones cuando corresponda. Estados Unidos ganó más del 90% de los casos que inició.
Como el muelle de
un reloj mecánico, la OMC es el corazón del sistema de comercio internacional.
No es visible, pero es absolutamente esencial para mantener el mecanismo
andando.
Y sin embargo, pese
a la importancia vital de la OMC, hoy se la está debilitando. La amenaza más
inmediata es al MSD. Para analizar una apelación se necesitan al menos tres
árbitros, pero el gobierno de Trump ha bloqueado las nominaciones de todos los
candidatos a reemplazar a aquellos cuyo mandato está próximo a caducar. La
falta de quórum impedirá tratar las apelaciones, y es posible que algunos
países empiecen a violar las normas de la OMC impunemente.
Otra amenaza
importante al marco de la OMC es el uso que hace el gobierno de Trump de la
cláusula de seguridad nacional para justificar sus aranceles discriminatorios a
las importaciones de acero y aluminio. Es evidente que países aliados como
Canadá o Japón no plantean ninguna amenaza a la seguridad nacional de Estados
Unidos; de modo que los aranceles estadounidenses son claramente contrarios al
espíritu –y probablemente también a la letra– de las normas de la OMC.
Esos aranceles ya
han afectado el crecimiento global y debilitado a la OMC. En un mundo de
cadenas de suministro transfronterizas y creciente interconectividad, la
disrupción innecesaria del comercio de hierro y acero reducirá la producción no
sólo en los países exportadores, sino también en Estados Unidos. Y la
probabilidad de que otros países tomen represalias vuelve la situación más
peligrosa.
En cualquier caso,
es casi seguro que los aranceles discriminatorios no cumplirán el objetivo
declarado por Trump: reducir los desequilibrios comerciales bilaterales de
Estados Unidos. El balance de cuenta corriente de cualquier país es la
diferencia entre su ahorro interno (público y privado) y la inversión local, y
un desequilibrio de cuenta corriente no se puede reducir sin aumentar lo
primero o disminuir lo segundo.
Cualquier intento
de debilitar el comercio internacional –uno de los principales motores del
crecimiento económico global desde el final de la Segunda Guerra Mundial–
impondrá inevitablemente altos costos a todos, incluidos los simpatizantes de
clase trabajadora de Trump. La comunidad internacional debe hacer frente a
Trump y reafirmar los principios de un sistema multilateral abierto, antes de
que sea demasiado tarde.
Traducción: Esteban
Flamini
Writing for PS since 2014
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Anne O. Krueger, a former World Bank chief economist and former first
deputy managing director of the International Monetary Fund, is Senior Research
Professor of International Economics at the School of Advanced International
Studies, Johns Hopkins University, and Senior Fellow at the Center for
International Development, Stanford University.
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