viernes, 28 de septiembre de 2018

LA SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES VISTA A FINALES DEL SIGLO XX.


COMENTARIO PRELIMINAR (en 2018).

El tema que abordan estas notas ha sido y seguirá siendo -en cierto grado- parte de la historia y la dinámica económica de países de la región latinoamericana y de Venezuela en particular. La literatura de la corriente principal en economía en el mundo occidental, vista a la luz de los años setenta a noventa del siglo XX, tendió  a satanizar -y no sin razón en algunos casos- las experiencias de este tipo, como abarcantes de procesos mayormente ineficientes. El sentido de estas notas busca sencillamente recopilar un conjunto de procesos asociados a la temática y que pueden considerarse fundamentales del proceso planteado en tales años. Al fin y al cabo varios países, hoy días con éxitos relativos o claramente definidos, aprovecharon el proceso en cuestión según tiempos históricos y dinámicas diversas. Venezuela de haber tenido numerosas particularidades en el mismo y derivadas en parte de su condición de economía rentistas, en los últimos veinte años -que equivalen a todo el tiempo hasta ahora de la administración bolivariana-, puede decirse que ejecutó un transcurso de sustitución de importaciones a la inversa. Quiere decir esto que, en un contexto de precios altos del petróleo, de políticas inadecuadas y de profundización del rentismo, el país pasó -para los años sobre todo1998/2012-  a sustituir producciones internas por importaciones a precios bajos y sin mayores efectos benéficos, sino más bien, a apuntalar también por esta vía la destrucción no creadora de su aparato industrial.

Dado ese proceso de destrucción no creadora que ha llevado el plantel industrial a solo unos cuantos miles, después de que se había ubicado en decenas de miles, la nación volverá a tener a la sustitución de importaciones como tarea pendiente y, estos resultados negativos radicales se añaden a la acumulación de otros, en todo un proceso de gestación de un desarrollo perdido, paradójicamente. Si alguna importancia tienen estas notas, por pequeña que sea, es la del ordenamiento y reflexión en cuanto a un conjunto de elementos asociados o intrínsecos a la sustitución de importaciones, en relación a los cuales habrá que volver a pensar y trabajar. No es fácil, ni para los países ni para la economía, recuperar la destrucción, hay que volver  a construir, con las variantes que  sea, pero hay que volverlo a hacer. Para ello será fundamental, volver a la revisión de textos y procesos que implicó el transcurso de impulso de desarrollo que llevaba Venezuela, mientras otros hoy en mejor situación que ella, estaban atrasados. Entre otros fines, de un asunto futuro de esa naturaleza, debería estar –indudablemente- el de no cometer los mismos errores.  

LA SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES VISTA A FINALES DEL SIGLO XX.
Autor:  Eduardo Ortiz Ramírez

PERSPECTIVA CONCEPTUAL E HISTÓRICA DE LA SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES EN AMÉRICA LATINA

            La sustitución de importaciones ha pasado a ser un proceso criticado y ubicado como causante de distintas dinámicas con las cuales no tiene determinación directa. En los años sesenta y setenta, se habían expresado  elementos de crítica, en un escenario que Hirschman (1973) catalogó de fracasomanía, al asociarlo a otras actitudes observadas en América Latina, en puntos de inflexión relacionados con cambios en los  modelos de crecimiento.
         Durante parte del período de vigencia del modelo de sustitución de importaciones, la región presentó una de las tasas de crecimiento más altas que se hayan observado en su evolución económica. Es así que, durante el lapso que abarca los años 50-80, se tuvo una tasa de crecimiento superior al 5% anual (Teitel, 1995).
            Un resultado de signo contrario, es el relativo a la participación de América Latina en el comercio internacional. A comienzos de los años sesenta la región representaba alrededor de un 7% en el comercio total mundial, mientras que, para inicios de los años ochenta, pasó a representar tan sólo un 4% del total referido (CEPAL, 2002b).
         Una manera de definir la sustitución de importaciones, es aquella que lo considera como un proceso mediante el cual se pasa a elaborar productos que hasta un determinado momento se hayan venido importando. En América Latina, la mayoría de los casos se asocia a esta definición.
            Otra definición, se centra en el cambio del tipo de producto importado. Dado que se pasan a producir internamente productos de consumo, es necesario importar las maquinarias y en algunos casos insumos que se requieren para el proceso productivo. Esta definición no es aplicable a todos los casos, puesto que, en algunas naciones, como aquellas de tradición agrícola (Argentina, por ejemplo), el proceso de sustitución comienza por algún tipo de bien de capital o herramientas e insumos a actividades agrícolas o de transporte.
         1. TÓPICOS IMPLICADOS
            Es tradicional asociar la discusión y análisis de la sustitución de importaciones a un conjunto de temas fundamentales en ella.
            En primer lugar, el concepto de industria naciente. Se trata de la etapa infantil de las empresas, que significa que éstas pueden requerir protección o apoyo para continuar con etapas más avanzadas. Una particularidad de algunos casos de la sustitución de importaciones latinoamericana, es que parte de las empresas que se instalan son industrias maduras en sus países de origen, dado que se establecieron como filiales de empresas extranjeras.
            En segundo lugar, el proteccionismo. Para la experiencia latinoamericana, el tópico referido siempre se ha destacado como una expresión aberrante de lo que puede ser la protección. En realidad, esta última, no sólo fue alta, sino sin programación o proyección temporal. En varios países de la región hubo desorden en el manejo de aranceles y un uso sistemático de las exoneraciones.
            En tercer lugar, la participación de filiales de empresas extranjeras en la industrialización substitutiva. Un caso particular es el de Venezuela que, según Silva (1975), nace como un proceso industrial desnacionalizado, dada la alta participación inicial del capital extranjero. Sea este caso o el de países como Colombia o México, donde la participación de filiales extranjeras crece con el avance del proceso industrial, lo cierto es que la industrialización latinoamericana tiene, entre sus fundamentos, la participación de aquellas filiales. Una explicación teórica asociada es la de la llamada Teoría del Ciclo de vida del producto (Vernon, 1966). En ésta se percibe que, uno de los mecanismos que usan las empresas extranjeras para mantener los mercados previamente abastecidos por exportaciones desde sus países de origen, en momentos posteriores al establecimiento de aranceles en la sustitución de importaciones, es colocar filiales para atender la producción interna.
         2. ELEMENTOS DE IMPULSO
            En cuanto a las razones de su impulso, ha sido tradicional resaltar la influencia de las crisis y guerras. Son bastante conocidos, así, los efectos que las dos guerras mundiales tuvieron en la interrupción de los flujos comerciales y de inversión, destacándose la influencia de la crisis de 1929. No es el caso de Venezuela, pero en otras naciones latinoamericanas (Brasil, Argentina, Chile, Argentina o Colombia) tales episodios dieron origen a procesos de industrialización o apuntalaron los que venían ya en curso.
            Igualmente influyentes han sido problemas de Balanza de Pagos (déficits, desequilibrios) que, en coyunturas determinadas, fueron presentando ciertos países, así como el aumento del mercado interno. Este se relaciona con el aprovechamiento de mejores condiciones de mercado, que aparecieron en varias naciones latinoamericanas como consecuencia de incrementos en los ingresos de exportación.
            Un último elemento de impulso, es el que tiene que ver con la situación donde  la sustitución de importaciones se convierte en un objetivo de la política de desarrollo. Este elemento es de significación conceptual y operativa, dado que tal posición deriva de la apreciación sobre la inconveniencia de continuar fundamentando la dinámica económica de las naciones latinoamericanas en el desarrollo de exportaciones primarias. Se concibió que el crecimiento no podía seguirse basando en estas últimas (Pinto, 1991), puesto que las mismas se han visto tradicionalmente afectadas por el deterioro de los términos de intercambio (se mide en base a la comparación de precios de los productos primarios que se exportan con los productos manufacturados que se importan).
         La literatura relacionada con los procesos de industrialización y desarrollo (Hirschman, 1973), ha diferenciado entre los casos clásicos de industrialización, principalmente Inglaterra, y los llamados tardíos. Específicamente se trata de Rusia, Alemania, Italia y Japón. En el caso de la industrialización de los países latinoamericanos, se ha catalogado de tardía y postrera. Son variadas las diferencias que pueden encontrarse entre una y otra industrialización, pero al menos dos de ellas es imprescindible señalarlas. Por una parte, la industrialización substitutiva latinoamericana es menos explosiva o impactante en sus resultados que la observada en los casos tardíos referidos. Por otra parte, la industrialización substitutiva latinoamericana se inicia con determinados bienes y secuencias productivas, mientras que en los casos tardíos existe una presentación más amplia de los distintos tipos de productos y una mezcla de distintas facetas de la propia industrialización (producción de bienes de consumo y bienes de capital).
            Otros tipos de industrialización son aquellos concernientes a los procesos seguidos por los llamados países de industrialización reciente del Asia. Amsden (1992) los denomina como de industrialización a través del aprendizaje. Se trata de que, a diferencia de los casos clásicos y tardíos de industrialización, que fueron impulsados en parte por la innovación propia, en aquellos países se habría aprovechado la condición de aprendices -al menos en las primeras décadas de industrialización de países como Corea- y de imitadores, para compensar la ausencia de innovaciones.
         3. ALGUNOS RESULTADOS PRELIMINARES
            Se entiende que la Sustitución de Importaciones tiene en la región latinoamericana una fase exuberante, fácil o de alta dinamización de las expectativas. En general, puede identificarse con las fases iniciales en la producción de bienes de poca complejidad. En algunos países como Venezuela, esta fase fácil, se llevo a cabo en un tiempo relativamente corto. Silva (1975) planteó para Venezuela un período de alrededor de 10 años (finales de los cincuenta a finales de los sesenta).
            La fase exuberante, generó, en muchos países de la región, un conjunto de esperanzas y expectativas de cambios que la industrialización arrastraría. Entre ellos debe mencionarse, la posibilidad de que la industrialización incorporase en la sociedad y en distintos ámbitos la disciplina que se asocia a la producción industrial, así como que influyese o determinase un conjunto de cambios político-institucionales. En algunos casos se albergó la idea de que la industrialización produjese un cambio general del orden social.
            Los resultados de la industrialización substitutiva no permiten evidenciar la satisfacción en el cumplimiento de las expectativas señaladas en el párrafo anterior. El retraso en la dinamización y cambio de la dimensión estatal-institucional, por ejemplo, así lo testifica. En el caso de Venezuela, sin embargo, pueden encontrarse expresiones en ciudades y regiones (Caracas, región central) que, sobre todo en el período de 1960-1975, podrían asociarse a una mejor dinamización del orden social (disciplina en el trabajo, por ejemplo).
            Dentro de los resultados que preliminarmente pueden señalarse, es de alta importancia el llamado agotamiento de la sustitución de importaciones. En el caso de Venezuela, la finalización de la fase fácil coincide con la presencia en la región de  posiciones sistemáticas sobre el agotamiento referido.
            Para mediados de los años setenta, era frecuente afirmar que la sustitución de importaciones se había agotado. Este tipo de expresiones han estado afectadas en América Latina, por el uso de generalizaciones y un no suficiente detenimiento en los análisis de los distintos casos particulares (Flores, 1975). Para el caso venezolano, podría evaluarse hasta donde, realmente, podía hablarse de agotamiento, para un proceso que para los años señalados alcanzaba completar un período de cerca de tres lustros.
            El agotamiento de la sustitución de importaciones en América Latina, puede asociarse a la disminución de los encadenamientos o disminución de las posibilidades de aprovechar las integraciones verticales y horizontales (o proyectos llamados aguas arriba o aguas abajo en el desarrollo empresarial y de la producción).
            En distintos casos, se instrumentaron o concibieron un conjunto de alternativas que podían contrarrestar las fuerzas o tendencias indicadas.
            En primer lugar, la ampliación de los mercados impulsando la integración económica. Realmente, los primeros proyectos de integración económica iniciados en las décadas de la sustitución de importaciones, se vieron afectados por un uso excesivo de la retórica y de la inclusión exagerada de sub-proyectos o áreas que no pasaban del plano estrictamente formal. Curiosamente, una de las experiencias que tuvo elementos dinámicos de importancia fue la del Mercado Común Centroamericano.
            En segundo lugar, se estipuló que la programación industrial podía también tener elementos de provecho. En el plano regional y de casos nacionales en particular, hubo trabas de parte de distintos agentes que podían ver amenazados sus intereses en un proceso de tal naturaleza.
            En tercer lugar, instrumentar una política de ingresos que permitiese ampliar y apuntalar el mercado interno. Grosso modo, una de las deficiencias de la industrialización latinoamericana, al compararla con otros casos, es no haber producido un proceso de redistribución del ingreso o de mejoramiento del mismo que permitiese, a su vez, apuntalar el propio proceso de industrialización (Fajnzylber, 1990). De tal manera que, la política de ingresos referida, fue siempre un punto débil de la industrialización latinoamericana, reproduciéndose, correspondientemente, y en forma sistemática, el llamado problema de la estrechez de los mercados.
            En cuarto lugar, dos elementos muy relacionados. Por una parte, la importancia que se le dio a la posibilidad de estructurar industrias de estrangulación (Hirschman, 1973) que hubiesen podido convertirse sectorialmente en puntos de relevante dinamización productiva. En casos como el de la industria automotriz brasileña pueden encontrarse expresiones relacionadas con el sentido del término. Por otra parte, está el concepto de convergencia de productos que expresa, en la dinamización productiva, las posibilidades  de que productos intermedios o insumos, puedan ser usados por distintas industrias en variados sectores.
            Puede señalarse que la inexistencia de resultados favorables en varias de esta alternativas, y en parte importante del grupo de naciones latinoamericanas, fundamentó y permitió que la idea del agotamiento de la sustitución de importaciones se extendiese en la región y se pasase a usar indiscriminadamente, apartando logros, experiencias y posibilidades de indiscutible importancia en algunas naciones de América Latina, cuya significación y efectos positivos en cuanto a infraestructura industrial para desarrollar exportaciones se observan en la actualidad (casos de importancia en ese sentido son, por ejemplo,  México, Brasil y Costa Rica).
         4. PERSPECTIVAS DE EVALUACIÓN
            Una primera perspectiva de evaluación, es la que atañe al cumplimiento de las fases. Dado que el proceso de sustitución de importaciones surge y se desarrolla con la programación de cumplir las fases que se asocian al mismo (fase de producción de bienes de consumo, intermedios y capital), la ejecución de tal programación se convierte en fundamental. La mayor parte de los países latinoamericanos no logra abordar las etapas más complejas de la sustitución de importaciones. Sólo países como Brasil y México, logran presentar para los años setenta, avances significativos en las áreas industriales de mayor envergadura.
            Una segunda perspectiva de evaluación es la referente a lo que puede llamarse la medición de la eficiencia. Para ello pueden usarse  criterios económicos de importancia. Veámoslos de seguidas:
            a. Ahorro de divisas. Se entiende que el proceso de sustitución de importaciones al convertirse en política de desarrollo debería llevar a un ahorro de divisas al considerar la variable tiempo. En realidad, algunas evaluaciones llevadas a cabo en México considerando largos períodos de tiempo o varias décadas no permitieron evidenciar que el proceso substitutivo implicase el ahorro referido. Varias razones se pueden destacar como determinantes de tales resultados. Desde lo que atañe a inadecuados comportamientos de los agentes públicos y privados como la no inversión en tecnología o recurso humano, hasta efectos de la participación de filiales de empresas extranjeras, dado el aprovechamiento del uso de precios de transferencia entre filial-filial o filial-matriz.
            b. La relación capital-producto. Este indicador, fundamental en Economía, expresa cuanto debe invertirse en unidades monetarias  para alcanzar una unidad monetaria de producto. Para los años 1960-1966 se estima que la relación aludida tenía un nivel de 4 en América latina y para los años 66-73 se ubica en 3. Visto de primera pasada los resultados expresan eficiencia, en la medida que disminuye la relación. Sin embargo, otro tipo de registros permiten observar que ya para los años setenta los países del Asia tenían valores más bajos en esta relación incremental (Balassa y otros, 1986).
            c. Productividad. La industrialización substitutiva debía producir un incremento de la productividad. Es este un aspecto difícil de generalizar, por las variables que pueden estar implicadas a nivel empresarial o nacional. Las mediciones hechas, sin embargo, evidencian una evolución poco satisfactoria en lo que pudiesen ser mejoramientos de la productividad (Balassa y otros, 1986).
            Una tercera perspectiva de evaluación que puede catalogarse de dinámica, es la que abarca tres elementos a su vez muy relevantes en la discusión y propuestas analíticas relativas a la industrialización substitutiva. Se  trata de una perspectiva dinámica que busca precisar los resultados que en cuanto a empleo, tecnología y comercio se habrían presentado en el proceso de sustitución de importaciones.
            En el caso del empleo se evidencia que la industrialización substitutiva no habría logrado solucionar el agudo problema del desempleo tecnológico o estructural. Los resultados de la modernización productiva y del uso de técnicas capital-intensivas, no habrían sido compensados con la ampliación de las oportunidades de empleo generada por nuevas inversiones dada la ausencia de abundantes encadenamientos.
            En el caso de la tecnología, se habría detectado la dificultad de la adaptación tecnológica y, más aún, la insuficiente generación de tecnología autónoma. No se registra, entonces, en la industrialización substitutiva un importante desarrollo tecnológico que fuese resultado, pero a la vez sustento, de la propia industrialización. Deben anotarse las excepciones de países como Brasil, que si habrían transitado y generado perfiles en este sentido.
            En el caso del comercio, la industrialización substitutiva, al menos en lo observado hasta los años setenta, no habría generado una especie de aterrizaje suave en el impulso del aparato industrial hacia el desarrollo de nuevas exportaciones. El destino de la producción industrial habría sido, mayoritariamente, el abastecimiento del mercado interno. México y Brasil, cada uno según trayectorias particulares, serían también excepciones a ser anotadas en este punto.
            Un elemento de alto interés, relativo a las perspectivas de evaluación del proceso de industrialización substitutiva es el de que, aun en el ámbito de los análisis económicos, se reconoce la importancia de un conjunto de elementos que van más allá de las magnitudes exclusivamente económicas[1]. Entre estos elementos pueden mencionarse, los ambientes y las políticas económicas, las decisiones de carácter público y privado y la dinámica sociopolítica (relaciones entre los grupos de poder y empresarios).
5. DIFICULTADES PARA EL DESARROLLO DE LAS EXPORTACIONES

            Un punto de particular importancia es, indudablemente, lo atinente al escaso desarrollo de las exportaciones, en asociación con la sustitución de importaciones en sus períodos de mayor vigencia. Varias explicaciones se habrían planteado, algunas de ellas más polémicas que otras.
            Por una parte, ha sido bastante señalado el carácter, sentido o volcamiento nacional que presenta la producción desde sus inicios. Si bien este señalamiento puede tener alguna significación, debe indicarse que, el hecho de que la producción tenga el sentido señalado, puede ser más bien factor de importancia en la acumulación de experticias para que las empresas o los agentes económicos puedan tener mejor desempeño en los mercados internacionales.
            Por otra parte, se le ha dado cierta responsabilidad o influencia a la participación de filiales de empresas extranjeras, en la medida en que, participando las mismas en varios países latinoamericanos simultáneamente, no habrían tenido mayor interés en desarrollar las exportaciones. Esta argumentación no es del todo consistente con lo que han sido los perfiles internacionales de abordaje de mercados por parte de tales empresas y con lo que podrían haber sido exportaciones hacia afuera de la región latinoamericana. Debe acotarse que, de las primeras evaluaciones que se hicieron de los procesos de integración latinoamericana se desprende que -para casos como el Pacto Andino de finales de los setenta-, de los agentes más beneficiados de programas como el de liberación, se destacan las empresas internacionales (Vaitsos, 1983).
            Por último, lo que habría sido el desarrollo de la producción con altos costos, asociados a elementos tecnológicos, financieros y de diverso tipo, en el contexto en que se da la producción substitutiva.   
            En cualquier caso, es interesante señalar lo que se convierte en una interrelación fundamental para el perfil productivo y comercial de la sustitución de importaciones. Se trata de que se habrían ejecutado durante esta última, políticas estimulantes o sostenedoras de la sobrevaluación de las monedas, con el fin de facilitar las importaciones de insumos y equipos, implicando en algunos casos controles de cambio. Al haberse dado esto en un contexto de inflación y de protección arancelaria, se habría desarrollado, así, una inclinación a no exportar o un sesgo antiexportador.
         Una evaluación de la sustitución de importaciones que incorporase parte importante de los elementos señalados, estaba ya más o menos estructurada en los años sesenta y setenta. En los años ochenta, se retomaron análisis de la industrialización substitutiva que permitieron destacar cómo algunos de los países que habían ejecutado cambios durante los años sesenta en el estímulo a las exportaciones y en la política cambiaria -principalmente Brasil-, pudieron recoger algunos resultados en los lustros siguientes. Sin embargo, los análisis y referencias hechas en esos años (Balassa y otros, 1986) no incorporaron elementos de mayor amplitud o profundidad en la comprensión de un proceso que, como el de la sustitución de importaciones, tenía en curso ya varias décadas en algunos países.


        LA SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES EN     VENEZUELA: El aterrizaje forzoso

            Ha sido temática de interés en cuanto a la política comercial y al desarrollo, la posibilidad de articulación entre los modelos de crecimiento de orientación interna y externa. Se ha tratado de perfilar, hasta donde puede existir un aterrizaje suave o forzoso en los distintos casos de países, entendiéndose por el primero, un acoplamiento pausado o articulado entre sustituir importaciones y promover exportaciones o, uno con presencia de multiples dificultades o tropiezos, en el caso del segundo (Hausmann, 1990; UNCTAD, 1992). El ejemplo de los primeros sería países del Asia como Corea y Taiwan y, de los segundos, la mayoría de las naciones latinoamericanas. Para los asiáticos referidos, existe la expresión más gráfica de Bustelo (1992) en cuanto a que desarrollaron una promoción de exportaciones sustitutiva de importaciones.  
            Para comienzo de los años noventa se apreciaba que, el disminuido crecimiento del mercado petrolero, en el cual la OPEP ocupaba un espacio cada vez menor,  vino a fortalecer la tendencia hacia el agotamiento progresivo del capitalismo rentístico (Baptista, 1997) que por más de medio siglo había predominado en Venezuela. Este modelo de desarrollo, una de cuyas características primarias era la apropiación de un cuantioso excedente internacional, a través de un abundante ingreso de divisas por concepto de exportaciones petroleras, entró en su crisis más severa en los últimos años de la década de los setenta, ante los crecientes déficits de balanza de pagos y de la gestión fiscal, tornándose insostenible en los últimos años de los ochenta.        
           
            1. LA SUSTITUCIÓN DE IMPORTACIONES (1959-1974)

            La realidad económica nacional y la coyuntura internacional, a partir de 1958, obligó  a los gobiernos democráticos a reflexionar sobre su rol en la vida económica de la nación. El proceso industrial, salvo raras ocasiones, fue espontáneo y no intencional  (Bitar y Troncoso, 1983). Al respecto Araujo (1964) precisó que, para la década 1950-1959, el caso venezolano es el de un proceso sin plan ni programa donde la política industrial era solo el reflejo de la política del gasto público.
            Después del derrocamiento del régimen dictatorial, el Estado decidió asumir la tarea de promover las actividades productivas y de fomentar la industrialización de la nación a través de la sustitución de importaciones. Esta estrategia, que caracterizó el desarrollo económico de la región y en particular el de Venezuela, tomó peculiaridades de verdadera propuesta teórica a raíz de la creación de la Comisión Económica para América Latina en el seno de las Naciones Unidas (CEPAL) a final de los años cuarenta. La CEPAL, se hizo intérprete de los planteamientos de Raúl Prebisch, quien fuera su Secretario General desde 1948 hasta 1962.
            La argumentación principal de Prebisch, parte de una crítica a la teoría convencional del comercio internacional, según la cual, la división internacional del trabajo, originaría la especialización, que, a su vez, conduciría al desarrollo espontáneo y generalizado de todos los países que participan en el intercambio. El desarrollo, por vía de la elevada productividad, a causa de la especialización y difusión del progreso técnico, se transmitiría a las naciones de la periferia. Sin embargo, según Prebisch, estas apreciaciones teóricas no se veían reflejadas en la realidad. Los países del centro no sólo obtenían mayores beneficios de su productividad sino que también absorbían los de la periferia. El desarrollo industrial no podía lograrse, así, a través de los canales tradicionales. Se hacia indispensable, en consecuencia, crear un sector industrial en la periferia, el cual debería funcionar como instrumento para captar el desarrollo tecnológico y elevar el nivel de vida de la población (Pinto, 1991).
            Venezuela, a partir de 1960, hizo suya la propuesta teórica de la CEPAL. A diferencia de las demás naciones  del hemisferio, por ser exportador de petróleo, no sufría rigideces o limitaciones importantes en su sector externo y,  por ende, no se veía obligado a prestar mayor atención a la promoción de las exportaciones no tradicionales. Además, el planteamiento teórico inicial no proponía, ante lo que consideraba como imposibilidad de acceso a los mercados internacionales, el desarrollo de tales exportaciones como objetivo a alcanzar sino el abastecimiento de los mercados internos[2]. En ese contexto, los ingresos por concepto de venta de los hidrocarburos, le permitían asumir el reto de la industrialización substitutiva de importaciones sin tener que acudir tampoco a empréstitos externos de importancia;  es sólo a partir de 1974, cuando esta vía se impone, ante el surgimiento de una oferta importante de recursos financieros en los mercados internacionales y la confianza en que el país podría honrar sus compromisos con los ingresos petroleros y los que generarían las nuevas inversiones.
            Distintos gobiernos en los años sesenta, para lograr sus objetivos en el ámbito de la industrialización substitutiva de importaciones, tuvieron como base los siguientes elementos: a) Colocar el sector petrolero como eje central del proceso de desarrollo y, el gasto público, como mecanismo de transmisión del ingreso petrolero hacia los restantes sectores de la economía; b) Definir el proceso de desarrollo industrial y agrícola como orientado prioritariamente a la sustitución de las importaciones; c) Ejecutar una política de apoyo oficial a los sectores productivos orientados a satisfacer el patrón de consumo respectivo, en base al establecimiento de una consistente barrera arancelaria, una paridad del bolívar sobrevaluada y el desarrollo del crédito público hacia el sector privado (Purroy, 1982; Bitar y Troncoso, 1983; Baptista, 1985).
            La estrategia substitutiva no funcionó en Venezuela de acuerdo al modelo clásico. Los productos de mayor consumo, a fin de no afectar el nivel de vida popular y el ingreso de la mayoría de la población, se siguieron importando en gran escala. En consecuencia, la industrialización, en lugar de crear suficientes bienes esenciales, se orientó hacia la sustitución de los bienes suntuarios que satisfacían las exigencias de una minoría de la población, dada la distribución muy desigual del ingreso.
            La industrialización del país prosiguió -aunque desaceleradamente- y repercutió en el crecimiento de la economía nacional. Ésta, entre 1960 y 1970, registró un crecimiento del 6% anual. En cambio, entre 1971 y 1973, creció en un 4% anual. Es decir,  a un ritmo inferior, aun cuando siempre sostenido. En cuanto al producto industrial, aminoró su marcha en el lapso 1964-1974, creciendo a la tasa de 5,4% anual, mientras que en 1958-1964 creció a una tasa promedio anual de 7,8% (Bitar y Troncoso, 1983).
            Las medidas proteccionistas, que comenzaron a aplicarse  a partir de 1958, sufrieron algunos efectos esperados. A saber, permitieron ocupar el parque industrial ocioso, para satisfacer las necesidades del mercado y estimularon nuevas inversiones nacionales y extranjeras. De acuerdo a Bitar y Troncoso (1983), la inversión bruta fija industrial entre 1960-1964, representó el 15,6 % del producto industrial bruto. Esta proporción, en el lapso 1965-1969, fue del 14,4%. El quinquenio siguiente se recuperó paulatinamente, para registrar una cuota anual del 16%.
            También las importaciones representan un indicador económico importante. Y, su incremento, refleja la expansión industrial.  Su valor a precios corrientes casi se duplica al pasar de 3.555 millones de bolívares en 1960, a 6.795 millones en 1968, para seguir creciendo en los años siguientes Bitar y Troncoso (1983). Debe recordarse, además, que esto se daba en un contexto de baja inflación.
         2. EL V PLAN DE LA NACIÓN: LA         INDUSTRIALIZACIÓN EN GRANDE

            A finales de 1973, el espectro económico experimentó transformaciones importantes. Tiene lugar el primer choque petrolero. Los ingresos petroleros de la nación pasaron de 24.000 millones a 55.600 millones de bolívares en sólo cinco años. En 1979, llegaron a situarse en 59.000 millones. Cifras muy relevantes dado el nivel del tipo de cambio de tales años (Bs. 4,30 por 1$). Por su parte, las reservas internacionales crecieron rápidamente, para pasar de 2.412 millones de dólares en 1973, a 9.243 millones de dólares en 1975; pero en 1978 cayeron a 7.599 millones de dólares (Antivero, 1992; p. 98).
            La administración de Carlos Andrés Pérez, iniciada en 1974, se encontró con la oportunidad de aplicar una especie de big push -gran impulso hacia el desarrollo- o de imitar a países como Brasil, con su desarrollismo económico, en un contexto, donde el modelo de sustitución de importaciones ya había comenzado a manifestar signos evidentes de agotamiento. Purroy (1982; p. 257) expresa que “…Después de la visible aceleración del proceso de sustitución durante el período 1962-1965, en su mayor parte debido a la intensificación de las medidas proteccionistas por parte del Estado, empiezan a vislumbrarse a partir de 1965 síntomas de estancamiento…” A partir de 1965 y asociado a esto último, se detiene el fenómeno de disminución relativa de las industrias tradicionales, a favor de un aumento relativo de sectores que pueden considerarse más estratégicos. Adicionalmente, junto a la incapacidad de impulsar los cambios estructurales -los cuales deben ser inherentes a cualquier estrategia exitosa de sustitución de importaciones-, se originó un proceso de desaceleración en la evolución de la tasa de crecimiento en ramas industriales de importancia. En efecto la tasa de crecimiento de los productos químicos pasó de 16,7% en el período 1962-1965, al 8,1% en el período 1965-1969 y al 5,4% entre 1969 y 1971. En el área de equipos eléctricos, por su parte, se pasó del 13,9%, entre 1962-1965, al 9,3% entre 1965 y 1969, cayendo al 7,2% en el período 1969-1971 (Purroy,  1982; p. 259).
            La primera administración de Carlos Andrés Pérez decidió profundizar el rol del Estado en la economía y comienza a ejecutar los megaproyectos en las industrias básicas. El Banco Central de Venezuela (1982) al referir la estrategia económica que se ejecutó en la segunda mitad de la década de los setentas comentó: “…a partir de 1973...la ingente disponibilidad de recursos financieros por parte del fisco nacional propició la modificación de este esquema de crecimiento, dando lugar a otro basado en la expectativa de ingresos externos crecientes. La fundamentación de esta nueva estrategia parece radicar en la interpretación de que la superación de los obstáculos, que hasta ese momento habían condicionado el desarrollo económico del país, eran superables a mediano plazo, si se garantizaban altas tasas de crecimiento, como quiera que parecía inminente que la intensificación de los procesos inflacionarios de los países proveedores encareciera significativamente el valor de los suministros de insumos y bienes de capital extranjero, se decidió acelerar el proceso de industrialización del país, mediante la materialización de un programa de endeudamiento masivo”.
            La nueva estrategia fue apoyada por la banca internacional. Esta, frente a la abundancia de capitales y la parálisis en las inversiones reales y financieras en los países centrales, reforzó el otorgamiento de préstamos a las naciones de la periferia que, en su apreciación, resultaban más promisorias y menos riesgosas, a saber, Argentina, Brasil, México y Venezuela –entre otras-. La abundancia de capital tornó las tasas de interés muy atractivas, lo que llevó a las empresas públicas y privadas a aprovechar la oportunidad para solicitar sumas de alto nivel (Aranda 1984).
            En Venezuela, las autoridades, al requerir préstamos de la banca internacional en las magnitudes que después se revelaron[3], confiaban en cancelar sus obligaciones con el respaldo que recibían de los ingresos petroleros. No se percataban de que, los compromisos con el exterior, eran un elemento importante de desequilibrio para las cuentas externas.
            El quinto plan de la nación tenía el objetivo político-económico de  impulsar la llamada Gran Venezuela. Es decir, dar lugar a un país integrado en su base económica y con una importante presencia internacional. Silva  (1984) precisa que “la integración de la base económica se lograría... mediante la continuación y sobre todo y principalísimamente, mediante una inversión masiva en el reforzamiento y creación de un sistema de empresas manufactureras del Estado. De esta manera surgen los megaproyectos en hidroelectricidad, siderurgia, petroquímica, petróleo y desarrollo de la faja del Orinoco. Además se realizan grandes inversiones en el patrón de refinación, Metro de Caracas y complejo de aluminio, entre otros”.
            En el quinquenio que va de 1973 a 1978, la economía nacional se caracterizó por un rápido crecimiento del Producto Territorial Bruto, cuya tasa promedio de expansión osciló entre 6% y 7%, hasta alcanzar su nivel más alto en 1976 con el 8,4% (Bitar y Troncoso, 1983). La inversión, fue una de las variables económicas de mayor expansión relativa, siendo la pública -con un ritmo de crecimiento de 22,4% anual entre 1973 y 1977- la que desempeñó el rol más activo.
            Paralelamente a la inversión, también la demanda interna de bienes de consumo experimentó una gran expansión. La demanda interna de manufacturas creció 17,3% anual -una tasa superior  a la de la demanda interna global (14,8%)-. Las presiones de la demanda sobre la oferta estimularon la producción industrial. Sin embargo, ésta creció satisfactoriamente sólo hasta 1976, aunque sin lograr cubrir la demanda. Puede señalarse que las presiones inflacionarias fueron reprimidas a través de las importaciones. Bitar y Troncoso (1983; p. 85) señalan que: “La rigidez de la producción para acompañar la demanda de manufacturas ocasionó un violento aumento de las importaciones y provocó también una disminución de las exportaciones, en parte absorbidas por el mercado interno. El coeficiente de importaciones sobre la demanda interna de manufacturas pasó de 23,9% en 1973 a 40,4% en 1977 y el coeficiente de exportaciones sobre el valor de la producción manufacturera bajó de 2% a 1,5% en igual período”. Esto último venia a ser el resultado de una estrategia que, orientada al establecimiento del mercado interno, generó factores y efectos desfavorables al fomento de las exportaciones, entre los cuales ocupó uno de los lugares fundamentales la sobrevaloración del tipo de cambio.





 Eduardo Ortiz Ramírez     Página    19   28/09/2018


[1] O que pueden ser incorporados en un perfil de economía política.

[2] Debe señalarse, sin embargo, que, en los inicios de los sesenta, Prebisch abordó esta insuficiencia (Pinto, 1991).
[3] Esta afirmación deriva del conjunto de conocidas confusiones e imprecisiones que, sobre los montos de tal deuda, se presentaron en las diversas manifestaciones públicas de gobiernos como el de Luis Herrera C. (1979-1984) o Jaime Lusinchi (1984-1989), en los procesos de negociación o de pronunciamiento sobre tales montos.

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