CAFEINA: CORRUPCIÓN Y
COMERCIO INFORMAL EN UN VIAJE INTERNO EN VENEZUELA
EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ
Como numerosas personas, he viajado
de distintas maneras hacia el interior del país. En las condiciones de crisis
económica, social e institucional profunda que tiene la nación, recientemente
regresé con Mary desde una ciudad del interior relativamente cercana en transporte terrestre, en ese tipo de
medios que llaman Encavas y que los
entendidos saben que son los llamados autobusetes; pues, debe resaltarse la
escasez y dificultad de medios de transporte aéreos o terrestres que hay ahora
en Venezuela para tales distancias, para suplir el que uno no cargue su propio
vehículo. En buen estado, rápido y condiciones medianamente aceptables se
encontraba el medio que abordamos.
Dado el alto clima de inseguridad de
todo tipo que existe en el país y en las carreteras en general, existe mucha paranoia (agresividad, inquietud,
desconfianza, sospecha). Sentado uno, sentados todos, la gente en varios casos
observa y está atenta por las razones obvias y muy conocidas. Quién se monta,
quién gesticula. Que trae; en fin lo que se sabe: la experiencia convertida en relativa destreza.
Como experiencia de sospechas infundadas que puede uno
tener, observamos a un joven compañero al lado de nuestro asiento un poco
llamativo que, sin embargo, terminó siendo educado al pedirme un favor y con el
cual terminamos compartiendo una galleta. Por ahí no habían razones de paranoia.
También se montó otro joven que producía las mismas inquietudes; más aún cuando
al montarse otro, se hicieron gestos transmitiendo información. Momentos antes
de salir el vehículo, había observado que los habían llamado los choferes para
que cancelaran algo por bultos que llevaban. La inquietud que inspiraron
aumento en mi, cuando los vi ya hablando abiertamente en una parada prematura
de “descanso” (pues el vehículo acababa de salir y la necesidad de combustible
fue lo que determinó la misma), aunque después entendí que todavía allí no tenía
yo la suficiente información sobre ellos y ya otros -más duchos en los viajes
de este tipo- si la tenían. Ya avanzado un poco el camino, vine por fin a
entender algo del escenario. Por tanto, cualquier sospecha o paranoia tenida
por nosotros era totalmente infundada en cuanto a ellos también.
Los dos jóvenes eran transportadores de café[1]. Me habían informado algunos
pasajeros que lo transportaban en grano: pero yo lo vi molido, cuando el joven más
activo manipuló un pequeño paquete (probablemente ½ kg) en su sweater. Los
sacos, iban guardados en la parte de equipaje del vehículo junto a las otras piezas de equipaje de los
pasajeros. Y allí comenzó la sustancia
fundamental de esta nota. Un verdadero viacrucis
que, aun siendo tal, no alteró significativamente el tiempo del viaje.
Existe en estos transportes, paradójicamente, una verdadera sincronización del
tiempo.
Recapitulando, ya en el entendido de
las cosas. El chofer y el colector habían llamado a los jóvenes para que pagaran una tarifa por
los sacos de café y allí se resaltó el dinero que más adelante en la vía les cobrarían
los funcionarios presentes en la misma (puestos de revisión, alcabalas). Debo señalar
la destreza, tranquilidad, buen comportamiento y prácticamente frialdad que
observé en los jóvenes en todos los momentos en que estuvieron implicados. Y de
todos salieron airosos. Llevaban literalmente una paca de dinero para atender obsequios, vacunas o mordidas (con esta
última expresión se ha llamado en México estos sucesos y otros similares)-
En la primera parada se subió un funcionario con un fusil Kalashnikov/AK-47
que era casi la mitad de su cuerpo en altura. Riguroso, pidió identificación y -estando
todo bien- le dio después un vistazo al equipaje. Inmediatamente de eso, mandaron
a bajar a los dos jóvenes. Estos mostraron facturas y todo terminó cuando dieron
dinero. Más adelante, otra parada, otra
alcabala, otro funcionario; este fue directo al equipaje. Igual procedimiento:
los jóvenes bajaron, los metieron a un lugar, y salieron bien; ya habían pagado. Pero uno de los más
impresionantes fue un funcionario de otro cuerpo de “seguridad” de las vías que,
deteniendo por tercera vez el
vehículo, no se subió al mismo, no pidió identificaciones a nadie sino que puso
una mesa y mandó a estacionar el vehículo al lado de la mesa. ¡Ah… era porque
iba a revisar minuciosamente el equipaje!.. pensó alguien. Tengo que decir que
nunca se revisaron los bolsos de café, al menos no fue algo visible, ni en este
ni en los otros casos. Algo se sabía que estaba allí, se revisaban otras cosas
como excusa pero el motivo fundamental estaba como tácito. El funcionario de
este tercer caso, revisó rápidamente los otros equipajes y después se llevaron
a los muchachos, los cuales en momentos muy próximos salieron nuevamente
tranquilos…; en todas estas actividades no participaba el chofer sino, con
mucha diligencia y presteza el colector del vehículo.
Aun teniendo información del mundo y
de procesos más delicados que este, tengo que decir que me impresionó grandemente
este caso, por el grado de deterioro de la civilidad, la autoridad y el orden,
pues todo se sucedía de la manera más natural
posible. Los transportadores salen
ya preparados sabiendo lo que les espera. Desde el inicio se sabe que van
transportando algo y cual cazadores en busca de la presa, existen distintas
instancias en el camino, que se van pasando la información de en qué lugar está
la captura; donde viene y como viene. La experiencia ya le ha enseñado a
transportadores y funcionarios, choferes, colectores y pasajeros que todo va a
salir bien si ello se mueve dentro de la corrupción y la informalidad. Así nos
lo narró un pasajero, serio y conocedor
del caso, pues transita esta ruta desde hace años -dos veces por mes- y que ya sabía
los puntos donde los iban a parar.
Al final, el viaje terminó bien, quedando
un fardo de paranoia, sospechas infundadas y secretos a voces íntimamente
relacionados con la corrupción, la economía informal y el deterioro de las
instituciones. Un contexto de necesidades, escasez, hiperinflación y malas políticas
e inadecuados políticos; sin duda que es el mejor caldo de cultivo para todo esto.
10 febrero 2019
@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com
[1]
Empresas productoras/comercializadoras del café y que fueron expropiadas
durante la administración de HC, hoy día se encuentran en condiciones de
abierto fracaso.
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