ENTUSIASMO, IMPULSO Y MISIÓN PARA LA ECONOMÍA Y LA NACIÓN VENEZOLANA.
EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ
No es cierto que la economía y el
país se encuentren ahora enrumbados en base a la independencia y la diversificación
económica. Como tampoco que estemos en capacidad de convertirnos en
abastecedores de las necesidades en el área del transporte, la producción de
medicinas y productos farmacéuticos en general y mucho menos para pasar a la
conquista del espacio. Impresiona como mientras peor se sitúan las variables económicas,
NM en sus discursos y defensas de su administración, más virtudes y avances le destaca a la economía y la
nación, viéndola cada día mejor o a lo sumo diciendo que se tienen algunos
problemas…; ah!... pero que ellos derivan es de las sanciones y la guerra
económica.
Las sociedades avanzan, evolucionan o se
problematizan en la medida en que las ilusiones y deseos –según sean
convenientes o distorsionadas, de avanzada o de retroceso- se convierten en
proyectos de desarrollo, se unen voluntades para la materialización de los
mismos y esta última permite encontrar -en los casos de éxito- la llamada por
los neo institucionalistas dependencia
de ruta. A excepción de algunas décadas del siglo XX, como las del sesenta
y setenta, no se encuentran en la historia nacional de la última centuria,
períodos donde se anduviese cerca de tal encaminamiento hacia el desarrollo. Rómulo
Betancourt fue un visionario en ese sentido, y ello le permitió convertirse en
uno de los pocos líderes del desarrollo[1]
que hemos tenido.
La revisión de la historia nacional
de los últimos cien años, nos permite observar ilusiones y entusiasmos –aunque
normativamente no siempre de los más adecuados- en determinados procesos
económicos y políticos. Desde el punto de vista económico y político, debe
señalarse la importancia que tuvieron el café y el cacao hasta 1925, junto al
sentido de paz relativa alcanzada por los gobiernos de Cipriano Castro y sobre
todo de Juan Vicente Gómez y, más o menos desde esa fecha, por alrededor de 90
años, el desplazamiento de aquellos bienes agrícolas por el petróleo como
factor económico, que no se ha sembrado[2], usando
inversamente la recomendación de Arturo Uslar Pietri.
Desde los puntos de vista políticos,
económicos, sociales y militares, según los casos, existen otras ideas y
procesos de entusiasmo de la población venezolana que deben destacarse.
En primer lugar, el militarismo que estuvo presente durante todo el siglo XX hasta 1958 a
excepción del llamado trienio 1945/1948 y del inmediato y corto período de Rómulo
Gallegos (menos de un año durante 1948). Los militares y sobre todo los venidos
de los andes pasaron a considerarse y difundir la idea de un orden inspirado y
sostenido por ellos a pesar de mayores o menores modernismos o amplitudes según
los casos. En el inconsciente colectivo de los venezolanos o en expresiones de
la conciencia inmediata surgen recuerdos de la tranquilidad, paz y orden
relativos en algunos de esos períodos[3]. En
general el resaltar el militarismo busca destacar la rectitud, el orden y la
disciplina, como que los militares fuesen los únicos que en la sociedad tienen
esos valores y formas de comportamiento; realmente también los hay en
organizaciones religiosas, universidades, instituciones deportivas y empresas,
entre otros ámbitos.
En segundo lugar la industrialización, el impulso de la modernización y la democracia
desde finales de los cincuenta hasta mediados de los setenta. Trabajo, orden,
limpieza, posibilidades de expandir la economía y los proyectos de inversión,
estuvieron presentes en este periodo. Autopistas, industrias, escuelas y hasta
las ideas e iniciativas de crear un Metro para Caracas, surgieron de esos años
a pesar del rentismo. Pero también se ordenaron y/o regularizaron campañas de
prevención de enfermedades vía -por ejemplo- cruzadas masivas de vacunación así
como la regularización de la protección social vía Seguro Social Obligatorio. Economías hoy día en progreso como Chile y
Colombia, ente otras, tenían varias ausencias y deficiencias y miraban a
Venezuela en variados aspectos como un ejemplo de buen avance. Pero esta parte
positiva se convirtió o desarrolló dialécticamente su contrario.
Pues la sociedad venezolana no tenía albergado
el consenso, y el resentimiento
(acumulado en alrededor de 150 años) y el radicalismo político de quienes no veían
esos resultados como desarrollo –parte de los grupos políticos e individuos
relacionados con esta posición, se encuentran hoy en el ejercicio del poder
político- hicieron su parte para horadar un proyecto en curso (dejándole a la
nación y a algunas de sus instituciones cicatrices imborrables y populistas y
demagógicas formas de funcionamiento) que encontró su alteración definitiva en las
bases más profundas de la renta petrolera, al convertirse la gestión
administrativa de la nación en un distribucionismo
exacerbado a partir de mediados de los setenta con la primera
administración de Carlos Andrés Pérez (1974/1979). Como señaló D.F. Maza Zavala, el trabajo -en el
contexto de la Gran Venezuela de la
Primera administración de CAP- fue sustituido por el dinero fácil que, además,
pasó a formar parte del impulso de la corrupción; y en un contexto donde
comenzó a manifestarse la inflación, los déficit en cuenta corriente y, entre
otras cosas, el endeudamiento externo. La gran paradoja: un petroestado alborotado con el
incremento de su commodity, que
termina endeudado y con buscadores de
renta enriquecidos vía corrupción.
En tercer Lugar, la corrupción, el desasosiego, el autoritarismo en condiciones de
democracia, los partidos convertidos en el eje repartidor de la “democracia” y
la corrupción con la democracia de
partidos, forman parte de un período de más o menos 20 25 años que va desde
mediados de los setenta hasta 1999, pues hay que decir que los pueblos y
naciones también desvían sus caminos, enrumbándose inadecuadamente según coyunturas, riqueza fácil e inadecuados
liderazgos. Se trataba ahora en este tercer y desviado entusiasmo de un pueblo –en
no pequeña proporción- confundido, con cultura de campamento (como alguna vez señaló
un dramaturgo) y buscador de arreglos según herencias, períodos e historia; y
políticos y administradores que parecieron ser más ineficientes mientras uno sustituía
al otro (Luis Herrera Campins 1979/1984, Jaime Lusinchi 1984/1989, Carlos
Andrés Pérez 1989/1993, R. J. Velázquez 1993/1994 y Rafael Caldera 1994/1999) y,
una masa de aquel mismo pueblo -en su acepción amplia, abarcando también clases
medias y altas- observando en cada oportunidad electoral, la ocasión misma para
su proyecto personal o grupal, a pesar de las luces que todavía podían irradiar
en momentos algunos de los presidentes, el congreso, algunos ministros y determinados
políticos e intelectuales que podían fungir como la reserva moral del país. Se
registró en la secuencia referida, el
episodio notable de un pueblo eligiendo por segunda vez, con distintas
esperanzas y entusiasmos, a dos presidentes por segunda vez[4] (Carlos Andrés
Pérez y Rafael Caldera), cuyos resultados en ambos casos terminaron con mayores
dramas y problemas económicos y sociales que con los que comenzaron[5].
En el plano de la política económica,
el mayor entusiasmo fue albergar, en algunas ocasiones, las ideas extremas del
neoliberalismo y la crítica acérrima a la sustitución de importaciones o el
acotamiento de frases cómodas y jocosas, según instituciones y ministerios, o
impulsar ideas melosas del amor por el país o de la defensa de la figura
presidencial, según el caso y momento. La cultura del extremo hizo de la suyas,
en momentos de este periodo y en las ideas y entusiasmos dominantes.
En cuarto lugar,
el periodo de las ideas del bolivarianismo inicialmente difundidas por Hugo Chávez y hoy día en las figuras de sus
continuadores y de Nicolás Maduro. Esto entusiasmó a una porción alta de la
población venezolana, dadas las ofertas de crear una verdadera democracia,
acabar con la corrupción y la llamada democracia
de partidos. Honor, pulcritud, comedimiento, eficiencia en la
administración pública, oportunidades de una repartición más equitativa del
ingreso, fueron las ofertas iniciales en 1998 y 1999[6].
Muchos acogieron esas ideas como
suyas y les profesaron esperanzas. Transcurridos más de veinte años los
entusiasmados son muchos menos y no todos lo que se mantienen presentan la
inocencia y honestidad que hubo en sus tiempos iniciales[7]. La
problematización económica, social y política después de más de cuatro lustros
enfrenta a los venezolanos -ya como mayoría- ante la frustración de esperanzas
no materializadas por un proyecto que además de las ideas señaladas hizo
renacer el militarismo, superponiendo
lo militar a lo civil, en el contexto de las democracias insuficientes de
América Latina y Venezuela en particular –tal cual se señaló-, así como a la
necesidad de construir un nuevo entusiasmo, impulso y misión para la economía y
el país, dada que la alteración y destrucción alcanzada abarca las dos
dimensiones.
Capitalismo de estado, aumento de la
corrupción, deterioro de los servicios, profundización de la dependencia
petrolera y del rentismo, controles permanentes aumentados en áreas de la mayor
relación con la riqueza nacional y no de grupos o partidos como el manejo de
las divisas obtenidas del rentismo, destrucción de patrimonios empresariales y
familiares, clima de zozobra e inestabilidad en trámites, procedimientos y
seguridad personal y familiar, son parte de la nueva frustración presente en
muchos venezolanos a pesar de la comodidades de algunos y las
incondicionalidades de otros. Y ello es la base, por lo demás, de la
indescriptible migración de venezolanos que cada día arrecia más y ante la cual
NM ofrece -si lo dejasen, liberándole recursos de los retenidos
internacionalmente- poderse traer 50.000 venezolanos, mientras las cifras ya conocidas
internacionalmente presentan un mínimo de 3,5 millones de venezolanos que se
han ido en años recientes del país, con proyección de que en poquitos próximos
años pueda haberse ido –adicionalmente- igual cantidad.
Cuatro ilusiones, esperanzas, ideas y
entusiasmos que en alrededor de cien años nos trasladan la Venezuela problematizada,
deteriorada y conflictiva de 2019. Numerosos elementos positivos podrían
destacarse en el tránsito de los dos primeros períodos de entusiasmos e
ilusiones señalados, tenidos por Venezuela y sus habitantes y que abarcaron
hasta mediados/finales de los setenta (Independencia política, avance
institucional, urbanización, alfabetización, eliminación de enfermedades,
crecimiento económico y grados de desarrollo, oportunidades de avance para
personas y familias, aumento de la atención a los marginados y excluidos de
políticas de mejoramiento social, son solo parte de ellos). El tercer periodo,
de confusiones/desviaciones abarca desde mediados de los setenta hasta finales
de los noventa, pero nunca el daño llegó
a niveles mayoritaria o extendidamente radicales. Contrariamente, el
descalabro se presenta en la rimbombante administración bolivariana que se ha
planteado quedarse por mil años (expresión que puede interpretarse
políticamente, pero que han sido expresiones literales de sus dirigentes) proponiéndose
refundar instituciones, crear un hombre nuevo, convertir a Venezuela en una
potencia de todo tipo, llevar a los venezolanos al disfrute de cualquier máximo
de felicidad o a cualquier meta pensable. Pero realmente, la revolución más
larga[8] del
siglo XX y XXI (o la última del siglo XX[9]) –en lo
visto hasta ahora- se convirtió en un fracaso y en una decepción para las
mayorías –que habían acompañado previamente a los partidos de la democracia de partidos, AD y COPEI- que
alguna vez se esperanzaron en ella, con el agravante de haber transformado
negativamente o destruido la economía y la nación.
En quinto lugar
y correspondientemente con lo presentado, es importante en esta nota resaltar la necesidad que hoy se tiene de
albergar una quinta ilusión, entusiasmo
y misión que pueda convertirse -en base al consenso- en un proyecto que por distintas vías pudiera volver a
unir esfuerzos en pro de combatir la anomia,
que todavía existe en sectores de la población, a pesar de las expresivas y cuantiosas movilizaciones tenidas
durante los meses de enero y febrero de 2019, abarcando hasta los nefastos
sucesos de impedimento para que ingresara la ayuda humanitaria el día 23 de
febrero de los corrientes en los puntos conocidos.
El chavismo dominante está ahora controlado por NM y su camarilla y
existe inclinación a pensar que factores nacionales e internacionales son los
que ejecutan verdaderos controles y determinaciones sobre su figura. Grupos y
figuras alternativas a este último y su camarilla, plantean ahora por distintas
vías algo así como aprovechar o seguir desarrollando un chavismo sobreviviente que rescataría unos supuestos elementos
puros, bien encaminados y exitosos, que habría alcanzado y ejecutado HC. Se
trata de fantasía y demagogia, pues el verdadero legado de este último, es el
más fiel determinante de la situación de debacle en que ha terminado la
economía y la nación venezolana. Con un cambio de gobierno quedará, eso sí, el chavismo resentido, que persistirá en
señalar lo bueno que era todo durante la administración
ya conocida por más de 20 años.
La nueva misión y entusiasmo puede
conformarse a partir de los impulsos e
iniciativas que se ha visto rodean e inspiran las acciones políticas que ha
pasado a desarrollar el presidente de la Asamblea Nacional, con el cometido muy
importante para el futuro del país basado en la trilogía: hacer que cese la usurpación, que se establezca u gobierno de
transición y que se realicen elecciones libres. Esto resume nada más y nada menos que la idea de que la mayoría
de las que se han realizado desde un momento a acá no han sido libres. El que
sean libres, bien organizadas y supervisadas será suficiente para que las
voluntades multitudinarias se expresen en una perspectiva que le abrirá caminos a Venezuela para enrumbarse hacia la
recuperación de la institucionalidad y la superación de la aguda problemática
económica y social.
26 de febrero 2019
@eortizramirez
[1]
Puede verse Eduardo Ortiz Ramírez https://www.academia.edu/32205214/DESARROLLO_Y_CAMBIO_INSTITUCIONAL_CAPIV._Eduardo_Ortiz_Ram%C3%ADrez.
[2] Se le
atribuye a Uslar Pietri (periodista, político y escritor) la
popularización de la expresión “Sembrar el petróleo” quién, el 14 de Julio de
1936, publicó en el diario caraqueño Ahora,
un editorial titulado “Sembrar el petróleo”. La frase, sin embargo quien
la conceptualizó fue Alberto Adriani, antes de esa fecha y como parte de sus
proyectos a ejecutar una vez desapareciese la dictadura de J. V. Gómez. Fue
diplomático y periodista, con estudios de economía, y además fue funcionario en
el gobierno de Eleazar López Contreras y murió muy joven (38 años, 1898/1936);
varios de sus escritos fueron recopilados en el libro Labor venezolanista. Distintos elementos de discusión sobre este
término pueden verse en: Humberto García L. (Compilador), La ilusión de la “siembra del petróleo”; CDCH/CENDES 2018.
[3] Con la
llegada de HC al poder político, desde inicios de 1999 se han vuelto a resaltar
los valores de los militares apartándose la ubicación y significación de su
sujeción al poder civil, y habiéndose esto último pasado a manifestar en la
amplia ubicación de los mismos en labores políticas y administrativas y en el exaltamiento
de la conformación del poder cívico-militar.
[4] La
reincidencia e incluso el deseo de permanencia, no es un fenómeno extraño al
sentido y perfil hasta ahora visto en la conformación de las estructuras políticas
latinoamericanas, incluso en los casos de las democracias –o las así
presentadas-. Caudillismo, presidencialismo, personalismo y líderes que asumen reencarnación
o “misiones históricas”, por una parte, así como ausencia de desarrollo de la
sociedad civil y lento y tardío desarrollo de las instituciones como reglas del
juego, por la otra, indudablemente que están relacionados con ello. Los veinte
años de administración bolivariana, con sus secuencias, estilos, jugadas y la
aguda desinstitucionalización que ha
ejecutado, borrando los límites y diferencias entre Gobierno y Estado, ha,
convertido las deformaciones y disfunciones políticas en algo negativamente muy
superior a lo destacado.
[8] Este planteamiento atañe a resultados
observables o registrados en procesos históricos de distintos casos ubicados
como revoluciones, y los cuales pueden haber sido temporales y desaparecer como
en el caso de la más vieja y ya muy probada -en su poco éxito en conducir al
crecimiento y desarrollo económico- revolución cubana.
[9]
Leonardo Vivas. Chávez: la ultima
Revolución del siglo. Planeta 1999.
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