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Irán representa un tema complejo y desafiante en la agenda internacional; ciertamente, una amenaza para la paz y la seguridad, entre otros, por su programa nuclear, caracterizado por una marcada opacidad y por su política expansiva, fundamentada en el radicalismo religioso chiita y la añoranza del viejo y glorioso imperio persa. La estrategia expansiva, que se apoya fundamentalmente en las milicias paramilitares, está enfrentando a sus vecinos sunitas (la gran mayoría de países árabes), a Israel; pero también a los Estados Unidos. Adicionalmente, se encienden las alarmas en la región, por su creciente presencia en países como Cuba, Bolivia, Nicaragua y Venezuela.
La tensa relación con los Estados Unidos, que podría ser calificada como expresión de una “guerra fría”, inicia desde que la revolución islámica, encabezada por el ayatolá Ruhollah Musavi Jomenei, llega al poder en 1979, con la salida del Shah Mohammad Reza Pahlevi. Desde ese momento se registra una larga lista de desencuentros y hostilidades, entre las que destacan: la toma de la embajada de los Estados Unidos en Teherán y el mantenimiento de varios diplomáticos como rehenes desde 1979 a 1981. Luego, el apoyo que Estados Unidos brindó a Irak en la guerra contra Irán, que se extendió desde 1980 hasta 1988. En los últimos años han sido varios los ataques de milicias chiitas contra intereses norteamericanos.
En el plano doméstico, con la revolución islámica se ha incrementado el autoritarismo, reduciendo sensiblemente los espacios de libertad. Si bien aún existen elecciones y un grupo reformista intenta mantenerse en la vida política, sometido a una fuerte represión, toda candidatura debe ser aprobada previamente por el actual líder supremo el ayatolá Ali Hoseini Jameni y su Consejo de Guardianes.
Para acciones especiales a nivel internacional se ha conformado un grupo de élite denominado Al-Quds, cuyo máximo líder, el general Qasem Soleimani, fue asesinado en una operación especial de los Estados Unidos el pasado 3 de enero del presente año. En materia de equipamiento, se calcula que la Guardia Revolucionaria cuenta con misiles balísticos de medio y corto alcance que han sido utilizados, entre otros, en la crisis de Yemen.
En la estrategia de expansión de la revolución chiita, la red de grupos paramilitares que se extendió por varios países constituye un recurso fundamental y Hezbolá, establecido en el Líbano, podría ser el más emblemático. Pero existen otros grupos, tales como: la milicia Huthi en Yemen; el apoyo al grupo Hamás en Palestina; los Talibanes en Pakistán y Afganistán; la yihad islámica en Egipto. En el caso de Irak se estima que Irán apoya varios grupos, tales como: Asaib Ahí al-Haq, Kateb Hezbolá, Organización Badr y las Fuerzas de Movilización Popular. Por otra parte, conviene destacar el apoyo que ha brindado Irán a la dictadura de Bachir el Asad en la guerra civil en Siria
Durante la administración del presidente Barack Obama las tensiones con Irán se redujeron, al optar por una estrategia de contención, en particular del programa nuclear iraní, que contó con el apoyo de la Unión Europea, China y Rusia. Esto llevó a la firma del acuerdo nuclear 6+1 (14/07/2015), con una activa participación de la Organización de Energía Atómica de las Naciones Unidas. Los críticos del acuerdo, que son muchos, consideran que no logró contener los avances del programa nuclear y, muchos menos, la política expansiva apoyada en milicias paramilitares.
Con la llegada de Donald Trump al poder el conflicto se incrementa, debido a la decisión del presidente de retirarse del acuerdo nuclear 6+1, adoptada en mayo del 2018, dando paso a una estrategia de máxima presión contra Irán, que incluye la aplicación de sanciones económicas. Finalizando la administración Trump, se aprecia que la estrategia de máxima presión tampoco generó resultados efectivos; por el contrario, ha estimulado una reacción más agresiva del gobierno teocrático de Irán.
Un elemento interesante en la estrategia del presidente Trump, ha sido el esfuerzo de coordinación con varios gobiernos árabes sunitas, para mejorar las relaciones con Israel, incluso llegar a su reconocimiento oficial, como ha sido el caso de los Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos; lo que permite conformar un muro de contención frente a la expansión iraní.
Ante la estrategia de máxima presión del presidente Trump, la revolución islámica ha fortalecido sus relaciones con los gobiernos críticos de los Estados Unidos. En este contexto, destaca la conformación de una asociación estratégica con China; el incremento de las relaciones comerciales con Rusia. También avanza en las relaciones con Turquía, no obstante participar en bandos diferentes en los conflictos de Siria y Libia. Otro gran aliado en el Medio Oriente es Qatar.
Adicionalmente, cabe resaltar la preocupación en la región ante el fortalecimiento de la presencia política de Irán, utilizando como cabeza de playa a los gobiernos de Cuba y Venezuela.
En este contexto, para fortalecer las relaciones políticas con los gobiernos radicales, el canciller de Irán Mohamad Yavad Zarif viajo a la toma de posesión del presidente Luis Arce en Bolivia y luego realizó una gira oficial por Venezuela y Cuba.
Para la nueva administración de Joe Biden, que asume el Gobierno de los Estados Unidos el próximo año, el caso iraní representa un gran desafío, entre otros, por las complejas implicaciones geopolíticas y económicas en el Medio Oriente; pero además, que las diferentes estrategias utilizadas por cada uno de los partidos, republicano y demócrata, no han resultado efectivas; en consecuencia, se requiere creatividad y mayor coordinación con los países aliados para definir la estrategia que permite establecer controles, tanto al programa nuclear, como al expansionismo fundamentalista iraní.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.
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