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En los conflictos sociales, en sus múltiples manifestaciones, la negociación representa la alternativa más eficiente. Este aforismo, con abundante fundamentación y fácil de decir, resulta difícil de aplicar, como lo estamos apreciando en nuestro país, donde todas las parte exhiben resistencias frente a la posibilidad de negociar. Por el contrario, en estos momentos, tanto en Ecuador como en Perú, los líderes políticos deben estar desarrollando sus mejores capacidades para negociar con quienes se presentaban como contrincantes y, en algunos de los discursos, como enemigos.
Entre las bondades de los sistemas electorales que establecen una segunda vuelta (balotaje) para la elección presidencial, como son los casos de Ecuador y Perú, podríamos destacar: su aporte para fortalecer la legitimidad de los resultados electorales y sus potencialidades para la construcción de gobernabilidad y estabilidad, tanto para el nuevo gobierno, como para el sistema democrático en su conjunto.
Para el próximo 16 de abril está prevista la segunda vuelta en la elección presidencial de Ecuador, donde se enfrentan Andrés Arauz y Guillermo Lasso. Pero, aún persisten los cuestionamientos del indigenista Yaku Pérez, contra los resultados de la primera vuelta, lo que presagia potencial conflictividad social del poderoso sector indígena.
Por otra parte, en Perú, el mismo día, se efectuará la elección general de los 133 miembros del Congreso Nacional y la primera vuelta para la elección presidencial, en la que compiten aproximadamente 17 candidatos (aún están en proceso algunas inhabilitaciones, como la de George Forsyth popular candidato y exfutbolista), lo que conlleva una gran incertidumbre.
Ambos procesos electorales enfrentan serias complicaciones, tanto por la pandemia del covid-19 y sus graves efectos sociales y económicos, como por el escepticismo de la población con la política y los políticos.
En el caso ecuatoriano, no obstante la presión de Yaku Pérez y el movimiento indígena que lo apoya para la revisión de los resultados, los dos contrincantes, ya declarados como ganadores, deben estar en plenas negociaciones con el amplio y complejo espectro político del país.
En ese contexto, todo indica que el voto indígena constituye un factor determinante, como se pudo apreciar por el importante respaldo que recibió Yaku Pérez, quien alcanzó prácticamente un empate técnico con Guillermo Lasso, cuando las encuestas inicialmente lo ubicaban en un lejano tercer lugar. El enfrentamiento que se ha presentado recientemente entre estos dos candidatos, para definir el ganador del segundo lugar, está beneficiando a Andrés Arauz, el candidato del correísmo, quien ganó la primera vuelta con un porcentaje menor al esperado.
Pero, no olvidemos que en la primera vuelta resultó una sorpresa el importante respaldo que recibió Xavier Hervas, obteniendo más del 15%, y no tenía mayor figuración en las encuestas. Por su discurso podría ser previsible el rechazo de Hervas al correísmo, otro elemento interesante de su candidatura ha sido la movilización del voto de la juventud, bastante escéptica de la dinámica política en su país.
Pero debemos tener presente que las negociaciones y decisiones del candidato no obligan mecánicamente a sus partidarios.
Arauz en toda la campaña electoral ha explotado la imagen de su mentor político, el expresidente Rafael Correa, quien, no obstante las dudas que genera en el manejo personalista, autoritario y la administración poco transparente, es recordado en los sectores populares con la época de la abundancia económica, producto del boom de los precios de las materias primas que exporta Ecuador.
Otro factor que puede beneficiar al candidato del correísmo tiene que ver con variedad de grupos de tendencia populista y radical que participaron en la primera vuelta, con resultados muy limitados, pero que comparten el proyecto de Correa, y pueden sumar votos en la segunda vuelta.
El correísmo debe estar concentrando buena parte de su maquinaria de negociación con el poderoso sector indígena, pero sabe que no la tiene fácil. Por una parte, Yaku Pérez logró un apoyo masivo, en parte por su distancia con Correa.
Adicionalmente, las diferencias del movimiento indígena con el gobierno de Rafael Correa se incrementaron progresivamente. Ahora bien, eso no significa que el apoyo a Lasso sea automático, por el contrario, las diferencias de los movimientos indígenas con los partidos conservadores que apoyan a Guillermo Lasso son históricas.
Recordemos que Lasso en el imaginario colectivo de los sectores más vulnerables representa, por una parte, a la oligarquía que tradicionalmente ha disfrutado de los mayores privilegios; por otra, a la costa prospera, que ha discriminado la serranía indígena, que enfrenta mayores limitaciones económicas.
Como se puede apreciar, Ecuador debe estar viviendo en estos días negociaciones desafiantes y creativas.
Esperemos que las propuestas populistas, cargadas de promesas irreales, no lograren convencer ni cautivar el descontento de los diversos sectores que se sienten excluidos. Por el contrario, podría ser una gran oportunidad para negociar propuestas realistas de transformación que impliquen competitividad, apertura; bienestar; pero también equidad y respeto a la diversidad.
La complejidad del caso peruano nos exige de una reflexión especial, está en juego la estabilidad de su exitoso modelo económico e, incluso, del futuro político. Pero un aspecto positivo es que el sistema del balotaje obliga a todos los aspirantes a la negociación y eso conlleva, entre otros, oír a los contrarios, respetar las opiniones diversas, debatir sobre argumentos y, en alguna medida, privilegiar tanto el crecimiento económico, como el bienestar social.
Adicionalmente, también se debería promover la reflexión nacional sobre la conveniencia de adoptar el sistema del balotaje para que la sociedad en su conjunto y, los políticos en particular, comprendamos la importancia, bondades y complejidades de las negociaciones.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.
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