Enrique Viloria Vera
Por razones de
pandemia, no pasamos por Caracas y volamos al día siguiente a Porlamar: las
primeras impresiones fueron por lo demás gratificantes, el personal del
aeropuerto, de migración y del SENIAT, muy profesionales y cordiales, e igual
los la de línea aérea, alejaron los lógicos temores que trae quien dejo atrás
un país que, en los últimos años, literalmente, se desmoronó.
Lo primero que se
aprecia y valora es el azul del Caribe Mar, la gentileza y el sentido de humor
del venezolano, y el afecto de los familiares y amigos, tan ausente en lejanas
tierras. Tenía mucho tiempo sin venir a Margarita. Me disgustaba, confieso, esa
suerte de rebatiña, de mercado persa, esa compra compulsiva del venezolano de
clase media en permanente búsqueda de gangas y ofertas, para dispendiar el
dinero, cuando había y se podía hacer; las llamadas rebozadas bolsas
margariteñas y las cajas de escocés eran buen ejemplo de ese apremio
consumista.
Ciertamente,
constatamos lo que ya sabemos: la existencia de dos Margaritas, la existencia
de dos países, uno buchón, ahíto, dolarizado, donde más que un enchufado, los
bolichicos, compran de todo – nacional o importado -, en los bodegones bien
surtidos de la isla o en las caras tiendas de los gigantescos comerciales de la
isla, donde destacan los vehículos y las camionetas de lujo estacionados,
símbolo inequívoco de riqueza y jactancia.
Pero,
desafortunadamente, hay otra realidad, la del creciente desempleo, la
proliferación de ventorrillos, con sus correspondientes puntos de venta, de
verduras, quesos, empanadas, pescado, aceite de motor, productos de limpieza,
toda una buhonería de nuevo cuño. La triste imagen de comercios cerrados y quebrados,
apartamentos abandonados, unida a los carros destartalados que atentan contra
la seguridad ciudadana, al descuido del ornato y de limpieza, a la falta de
mantenimiento de las carreteras y autopistas, y, en especial, el dantesco
espectáculo de niños disputándose una
empanada regalada por algún comensal de buena voluntad, que decide no volver
más al local, para evitarse la amargura de ver tanto niño mal nutrido y
abandonado a su mala suerte.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario