EDUARDO ORTIZ RAMIREZ
LAS DISTANCIAS CON OTROS.
Aunque se
puede caer en la ociosidad, no deja de ser importante mirarnos con cierta
frecuencia sobre lo distante que estamos de otros en cuanto a desarrollo. Más
aun, después de casi diecinueve años de una administración que ha sumergido la
nación en un empobrecimiento sostenido[1].
La situación económica y social, comparando día con día, no está igual, está cada vez peor. De un dólar en mercado negro
bordeando los 3.000 Bs en diciembre 2016, nos acercamos a diciembre 2017 con un
dólar en más de Bs 50.000. Más miseria, más desespero de los ciudadanos.
Nuestras
vías de comunicación y los sistemas de transporte se deterioran y no se mejoran,
o se dejan en mal estado, mientras Alemania o Francia inventan, gestionan o
instalan hoy día, sistemas de transporte colectivo sin chofer. Una economía que
no tiene para pagar sus obligaciones de deuda externa o arreglar las escaleras mecánicas
de su sistema metro, no puede convertirse en una Venezuela potencia o en
una nación del primer mundo, como les ha gustado plantear a los líderes
de la administración bolivariana. No se puede alardear de tecnología si no se invierte
en ella y se apuntala el sistema educativo con recursos y estrategias de apoyo
a la competitividad de la nación; mientras, en Inglaterra o los EE.UU., ya hace
tiempo que la ciencia ha pasado a estudiar sofisticaciones como por qué la
mordida del tigre dientes de sable era de esa manera y no de otra, o si las
ovejas pueden ser tan inteligentes como los perros (ver www.dw.com 9/11/17).
Pero, no es
necesario compararnos con los más desarrollados para impresionarnos. Puede
hacerse con varios países latinoamericanos que han ido modernizándose, como
algunos de la Alianza del pacifico (Chile, Colombia, México y Perú). En
el caso de México, hay que reconocer las ejecutorias del programa México
Conectado, con inversión de recursos y dando acceso a banda ancha a la
población, así como su conexión con la educación y la posibilidad de aprovechar
sus aportes para la disminución de la brecha digital. Pero también,
avances en puntos específicos en sistemas de transportes de países de América Latina (Colombia, Perú,
Chile) nos permiten apreciar cómo nos alejamos de la modernización y el
desarrollo (Ver ¿Cómo funciona el proyecto México conectado?, http://www.mexicoconectado.gob.mx/ ).
ALGO DEL ENTENDIMIENTO TEORICO.
Harrison
(Lawrence Harrison, El subdesarrollo está en la mente: el caso
latinoamericano) nos dice que el subdesarrollo esta en la mente y
altamente determinado por los valores y la cultura -en nuestro caso, la cultura
ibérica y, en declaraciones que le hemos leído asigna la culpa a los españoles-.
Este autor cita, por cierto, como expertos a Francis Fukuyama o
a Álvaro Vargas Llosa, a pesar de lo valioso que han sido y son los
análisis acumulados dentro de la economía del desarrollo y por autores
como North, Nordhaus o Rodrik[2]. Varios
factores permiten presentar alternativas a esta perspectiva culturalista. Entre
ellos, la distribución de la riqueza, las gestiones
de gobiernos tradicionales y “revolucionarios” que se han regodeado en la
inercia, comodidad petrolera, poder concentrado en el Estado, complicidad,
falta de exigencias mutuas entre Estado y ciudadanos y fijación de grandes y
grandilocuentes metas que permiten desatender la no consecución de resultados
específicos, entre otros tantos factores.
Entre los
años cincuenta y sesenta del siglo XX, fueron numerosos los planteamientos que
se hicieron en diversos ambientes sobre el origen, causas y determinantes del
subdesarrollo. Los elementos culturales e institucionales de variado tipo,
fueron de los primeros en ser señalados en los ambientes académicos y de la
sociología en el mundo anglosajón (Freyssinet. El concepto de
subdesarrollo. UCV, Ediciones de la Biblioteca, Caracas). Nada sustancial,
nuevo o -mejor aún- trascendental, hay en los planteamientos de Harrison. Por
otra parte -y más de interés de nuestro lado-, la economía del desarrollo,
aun con los traspiés tenidos, al buscar aplicar modelos que derivaban de lo
observado en las sociedades más avanzadas, suministraba ámbitos que debían ser
de interés. Uno siempre presente ha sido el de la Convergencia/Divergencia
(puede verse por ejemplo Meier y Baldwin, Economic Development, 1957) en
relación a que el crecimiento en el nivel de ingreso general y percapita es
variable fundamental. Para las naciones ya avanzadas para los años cincuenta y
sesenta el problema era cómo mantener el nivel de crecimiento y, para las
naciones menos adelantadas, cómo acelerar el crecimiento mismo. Se ha hecho
común comparar unos y otros niveles, evaluando su cercanía o distanciamiento y,
en el último medio siglo se ha apuntalado el viejo resultado resumido en la
idea de la brecha que se
ensancha -también, se ha extendido hacia otras áreas incluyendo
el propio concepto de brecha digital que ilustramos más arriba, entre
otros-.
De todo
este contexto, surgieron reacciones diversas. Por un lado, la Teoría de
la Dependencia, y la especie de visión sistémica del capitalismo -años
sesenta y setenta-, que insistió en las iniquidades de este último a nivel
mundial y le facilitó a algunos desatenderse del estudio de las realidades
nacionales. Los neoliberales y tecnócratas del campo de la economía de aquel
tiempo llegaron, incluso, a satanizar la expresión subdesarrollo, por
considerarla no acorde con sus preocupaciones técnicas. Por otro lado, se
desarrollaron los llamados modelos de crecimiento desequilibrado que
buscaron adaptar, inventar o ajustar la modelística tradicional a las naciones
subdesarrolladas. Pero, también, las perspectivas estructuralistas de CEPAL,
satanizadas con ignorancia y voluntarismo por muchos, fueron y son de interés
en la retrospectiva y en la elaboración de nuevas propuestas. También, en
varias Universidades de Europa, desde distintas disciplinas se estructuraron
escuelas para analizar la realidad del subdesarrollo latinoamericano creyendo,
sus integrantes, muchas veces, saber más que los analistas latinoamericanos o
criollos (localmente pueden mencionarse los aportes -en años como los sesenta- de D.F. Maza Zavala, José Antonio Mayobre o
Armando Córdova y Héctor Silva Michelena, con aquel libro de Aspectos
teóricos del subdesarrollo).
Hoy día,
las instituciones y los conflictos políticos, los flujos factoriales, las
asimetrías en la economía y el comercio internacionales, los problemas
generados por los planes de ajuste y estabilización y la necesidad de pensar y
elaborar estrategias de crecimiento y desarrollo creíbles y sostenibles forman
parte, entre otros elementos, de la agenda del desarrollo.
DESARROLLO,
IGUALDAD Y CALIDAD DE VIDA
La problemática y sentido de la igualdad en sus relaciones con la
equidad, la distribución del ingreso y la calidad de vida fueron destacados por
las teorías del desarrollo y por un conjunto de planteamientos desplegados a la
luz de los problemas para impulsar este último en países como los de América
Latina, frente a la aplicación recurrente de planes de ajuste y estabilización.
Venían ya los planteamientos del desarrollo a escala con rostro humano,
cuando surgieron a finales de los ochenta sus distintos componentes, así como
también, las condiciones de las que se parte para lo atinente al ajuste.
El concepto de calidad de vida manejado por A. Sen (Nussbaum y
Sen, La calidad de vida, Ed. FCE) insiste, por su parte, no solo en el
nivel de vida sino también en los entornos para alcanzar tal nivel de vida.
Se sabe, fundamentadamente, que los socialismos reales
fracasaron en brindarle un aumento en los niveles de vida a sus poblaciones
integrantes. Los individuos de tales naciones, no
albergaban expectativas o un proyecto temporal de vida que
implicase que percibían cambios en sus vidas futuras. Tampoco son solución para
naciones como Venezuela, los viejos planteamientos de la planificación
concertada o la cogestión. Las naciones más avanzadas, que han
desarrollado un siempre referido y particular estado del bienestar se
enfrentan hoy a proyecciones que albergan cambios necesarios en sus -en varios
casos- muy completos sistemas de seguridad social.
Dos elementos, asociado uno a la transformación económica y, otro, a la
economía política, son importantes para Venezuela.
El primero concierne a las necesidades de transformación económica que
presenta la nación venezolana. Se entiende que la sociedad venezolana no quiere
socialismo (se expresa en la perdida de identificación de numerosos habitantes
con las ideas del oficialismo, a pesar de resultados en elecciones o procesos
electorales, que han dejado fuertes sospechas de fraude). Se trata de la
necesidad de impulsar un régimen de economía de mercado donde existan y se respeten
los derechos de propiedad, la libertad y la propiedad privada. No se trata de
buscar la plena igualdad sino de facilitar, a través del empleo, de un régimen
adecuado de seguridad social y del desarrollo de las instituciones, un aumento regular
y sostenido en el bienestar de los pobladores de Venezuela. Pero antes de eso,
existirá la inmensa tarea de recuperar el desarrollo perdido. Esto
es: los niveles de vida -o expresiones alternativas- que se venían alcanzando
desde los sesenta y los setenta.
El segundo elemento, de importancia para la economía política, debería
remitir a la flexibilidad que deberán presentar distintos agentes económicos y
sociales para permitir, facilitar o estimular el que los sectores menos
favorecidos en la distribución del ingreso, que han aumentado sustancialmente
en casi diecinueve años de administración bolivariana años y se han visto
acompañados de integrantes de las antiguas clases medias, que han mirado
alteradas sus condiciones de vida por evolución del tipo de cambio,
hiperinflación, escasez de bienes y divisas, obstáculos de financiamientos y en
generación de empleo. En concreto: ¿será factible pensar para Venezuela una
sociedad más equitativa en la distribución del ingreso y que ello pueda convertirse
en un retroalimentador del propio crecimiento y desarrollo? Esto significa
repartir la torta, elaborar políticas adecuadas, canalizar bien los recursos,
aplicar una sensibilidad social que sea operativa y atender efectivamente a la
población y sus necesidades con el marco de una adecuada estrategia de
crecimiento y desarrollo. Esto no se ha logrado con las misiones, en proceso
desde 2004. Debe albergarse la posibilidad de que los sectores y agentes
económicos, así como los grupos sociales que ejercen oposición al régimen y
estilo del gobierno actual, estén considerando, con la debida fuerza, la
necesidad de atender la problemática de la distribución del ingreso. No
necesita el país más populismo. No necesita tampoco más revolucionarios de
ideas no exitosas. Pero tampoco necesita a neoliberales extremistas que piensen
que el liberalismo extremo es la solución.
De no darse lo anterior, no solo se producirá anomia, decepción y
abstención para las posibilidades de desarrollar la democracia en Venezuela,
como ya en 2017 se observa, sino también aumentarán los impedimentos para
canalizar colectivamente el esfuerzo y entusiasmo nacional. Lo de la pobreza y
su aumento (ver Carlos Aponte LA POLÍTICA SOCIAL DURANTE LA GESTIÓN DE MADURO (2013-2016): BREVE REVISIÓN
DE LA HISTORIA OFICIAL; http://economiainternacionalpostgradoucv.com.ve/2017/11/07/la-politica-social-la-gestion-maduro-2013-2016-breve-revision-la-historia-oficial/), lo del deterioro del salario real y la disminución de los niveles de
vida, son problemas muy concretos y con efectos y padecimientos que no son
siempre fácilmente percibidos por quienes no los hayan padecido, ni siquiera
parcialmente, o quienes, en funciones de gobierno, aunque se presenten como
revolucionarios, pasan a comer y vivir muy bien.
¿DE QUÉ SE
ALEJA EL PAÍS?
Venezuela se aleja del desarrollo y la prosperidad. La administración
bolivariana dilapidó ingentes recursos y con ello una oportunidad notable para
retomar la ruta hacia el desarrollo. Se requerían adecuadas políticas, buenos
equipos, sentido de la oportunidad y concepciones dinámicas y de operatividad e
impulso para la economía. Se requerían y se requieren medidas de cierta
urgencia y efectividad –como las relativas a la atención de la inflación y la
escasez- para evitar la erosión del país y la migración efervescente que
se ha profundizado en los últimos tres a cinco años. La acción migrante de un
pueblo sin experiencia y que no había tenido necesidad de ello, es algo
terrible. Pero, muy poco de aquellas políticas, equipos y medidas, ha habido en
más de dieciocho años de administración bolivariana. Contrario a ello, con lo
que si convive cada día más la nación –y correspondientemente es a lo que más
se acerca-, es con un empobrecimiento sostenido que, de manera
fundamental, solo deja de afectar a la camarilla.
@eortizramirez
[1]
Pueden verse las cifras presentadas sobre el poder de compra del salario mínimo
integral, desde el último año del segundo gobierno de Rafael Caldera, en:
Humberto García L. Por qué se ha
producido la hiperinflación actual en Venezuela. http://masterecointerucv.blogspot.com/.
[2]
Fue invitado Harrison a un evento organizado por la Cámara de Comercio, Cedice
y la embajada de los EE.UU. en 2001. Ramón Piñango, se refirió a sus planteamientos culturalista señalando “…Me
irrita que gurúes tan simplistas pretendan decir cuál es el problema. En un
país como Venezuela, con una brecha tan inmensa entre clases sociales, una
visión culturalista actúa como un bálsamo en el alma de las personas, pues se
asume que el problema de la pobreza no obedece a una desigual distribución de
la riqueza, sino a patrones culturales. …¿Que esperanza podemos tener si para
progresar debemos cambiar la cultura? Mejor apagamos la luz y nos vamos…” (El
nacional día 1-7-01 H/4 y H/5)
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