Enrique Viloria Vera
Los hombres, que han creado nuevas frutas en el mundo, son incapaces de crear un sistema gracias al cual se pueda comer. Y este fracaso cae sobre el Estado como una gran catástrofe (…). Y en los ojos de la gente hay una expresión de fracaso, y en los ojos de los hambrientos hay una ira que va creciendo. En sus almas las uvas de la ira van desarrollándose y creciendo y algún día llegará la vendimia.
John Steinbeck. Las uvas de la ira.
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Cuando la cólera sale de madre, no tiene la
lengua padre,
ayo ni freno que la corrija.
Miguel de Cervantes
En
la Venezuela bolivariana, la República de Nadalandia
todo brilla por su ausencia. Informan que se produce sólo el 30 % de los
alimentos que se consumen: así que no hay nada de nada; lo poco que se consigue
se vende en gramos, en cucharadas, en verdaderas bolsitas de miseria, La gente
anda como ausente por las calles deterioradas, por el metro que no funciona, se
sube persignándose a los autobuses que van quedando, en espera del malandro que
revólver en mano amenaza: ¡denme todo lo de valor o los quiebro!
Hay
hambre, miseria, frustración, desesperanza, ganas de irse para el mismísimo
carajo, desconsuelo generalizado y una socialista infelicidad, pero sobre todo
hay arrechera, resentimiento, animadversión, ira, profundos deseos de
vengarse prontamente de las tropelías y atropellos que los dirigentes
bailadores robustos, buchones, hablachentos, burlones y mentirosos, cometen
diariamente contra un pueblo que no aguanta más, que está ahíto, pero de ira.
Más
temprano que tarde, el pueblo llano con el himno nacional en la boca, exigirá a todo pulmón que se bajen las cadenas y se
acabe con el yugo castro – madurista, Las cárceles se llenarán de arrepentidos
culpables que ahora – desvergonzados y cobardes -, luego de haber quebrado
PDVSA y el país entero, se dan golpes de pecho, se aporrean,
aduciendo: ¡Yo lo dije, no me hizo caso el Comandante Supremo, barajo el tiro,
zapatea pa´otro lado, yo no estaba ahí
cuando eso, a mí que me registren, Yo sólo recibía órdenes superiores!
Ojalá
que la ira no llegue a más y no se desborden las pasiones, y no corra más
sangre – aunque esta vez no sería de los inocentes – por las roja – rojitas
calles y avenidas de la malhadada e infeliz patria socialista. Seguramente
veremos caer derribadas por el pueblo enfurecido las estatuas del Innombrable,
las gigantografías que afean los edificios públicos de las descuidada ciudades
socialistas; esta vez los ojos que nos vigilan sí se cerrarán para siempre. A
los amedrentados cabecillas de esta revolución de comiquita, de este socialismo
depredador e inhumano, la Biblia, tan mentada, recuerda:
Ahora pronto derramaré mi furor sobre ti y descargaré mi ira contra ti; te
juzgaré conforme a tus caminos y traeré sobre ti todas tus abominaciones.
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