Leer esta nota en: www.talcualdigital.com
Felix Arellano
Para algunos estudiosos, las diferencias económicas y, en
particular comerciales, forman parte de los factores que estimularon las
conflagraciones mundiales, de allí la importancia de construir una
gobernabilidad económica internacional
Con el
correr del tiempo el comercio internacional se fue transformando en una fuerza
compleja; por una parte, dinámica y transformadora en el contexto mundial; por
otra, causa de conflictos, de allí la conveniencia que los acuerdos comerciales
incorporen un mecanismo eficiente de solución de diferencias. Por muchos años
hemos apreciado como la apertura de los mercados y el incremento y
diversificación del comercio ha estimulado el bienestar, en esta etapa se
multiplicaron las zonas de libre comercio, pero también surgieron problemas que
estimularon una crítica radical, que se podría resumir como postliberalismo,
con particular influencia en nuestra región. En los actuales momentos
apreciamos tendencias contradictorias, los radicales postliberales han
fracasado con su falso discurso; empero, el desasosiego logra nuevos aires con
el euroescepticismo y el efecto Trump.
Para
algunos estudiosos, las diferencias económicas y, en particular comerciales,
forman parte de los factores que estimularon las conflagraciones mundiales, de
allí la importancia de construir una gobernabilidad económica internacional,
que se tradujo en acciones como: los acuerdos de Breton Woods de 1944, que dan
origen al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial o la creación
del GATT (Acuerdo General de Aranceles y Comercio) en 1947.
Uno de
los objetivos es utilizar las potencialidades del comercio para crear confianza
entre los Estados. En este contexto se inscriben los acuerdos del carbón y del
acero firmados por varios países europeos en 1951, que llevaron a la
suscripción, por seis países europeos, del Tratado de Roma en 1957, que da
origen a la Comunidad Económica Europea, que luego de varias décadas llegará a
28 países miembros como Unión Europea; ahora bien, las diferencias y el
escepticismo también han crecido, como es el caso del Brexit, el retiro de la
Gran Bretaña.
En
nuestra región latinoamericana el comercio también presenta la complejidad
dialéctica, de creación de beneficios y de diferencias. En este último sentido
destaca los fracasos y retrocesos en materia de integración regional, muy
marcados por los resentimientos nacionalistas, alimentados, entre otros, por el
equivocado nacionalismo radical. Desde esta perspectiva los gobiernos se
preocupan por los beneficios comerciales que pueden obtener los supuestos
enemigos, es una visión suma cero de la relación comercial. Visión que
contribuyó al fracaso de veinte años de negociaciones para formar la Asociación
Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC). También el nacionalismo radical
afectó los avances en el viejo Grupo Andino.
Pero no
todo es negativo y el comercio ha sido uno de los estímulos para fortalecer las
relaciones entre los países de la región; al respecto, cabe destacar el caso
de Argentina y Brasil, que al adoptar el Programa de Cooperación Integral
(PICAB) en el marco de la ALADI, sentaron las bases para la posterior
conformación del Mercado Común del Sur (Mercosur), con el Tratado de Asunción
en 1991. En Venezuela también tenemos experiencias positivas en materia
comercial, pues luego del grave incidente de la corbeta Caldas colombiana en
las aguas del Golfo de Venezuela, el marco del Grupo Andino, y particularmente
del comercio, contribuyó a fortalecer la relación bilateral y se tradujo por
varios años en el incremento del comercio, las inversiones, el empleo y el
bienestar general entre ambos países.
Desafortunadamente,
el gobierno bolivariano se creyó el falso discurso radical postliberal contra
el libre comercio y ha tratado de llevarlo hasta sus últimas consecuencias, y
hoy observamos los nefastos resultados. Un país aislado en materia de
integración, con su economía en destrucción y buscando falsas excusas, como la
guerra económica, para crea “chivos expiatorios”, pero consciente del perverso
juego político, que al empobrecer se consolida en el poder. En efecto, el
proceso bolivariano ha sido uno de los más firmes impulsores de la radical
visión postliberal, pero no ha trabajado para superar las debilidades de la
integración, como por ejemplo los temas de equidad; por el contrario, ha
trabajado para destruir la integración existente y crear un marco que resulte
favorable a sus arbitrariedades.
En estos
últimos meses pareciera que el llamado “efecto Trump”, también incrementa la
incertidumbre en materia comercial, al rechazar los mega acuerdos comerciales
como el Transpacífico y el Transatlántico y promover la eliminación el TLC con
Canadá y México; pero, el mundo está consciente de las potencialidades que
puede ofrecer el comercio y está trabajando para que esta negativa tendencia no
se consolide. Como parte de las señales positivas se puede apreciar que los
once países restantes del Acuerdo Transpacífico están trabajando para revisar
el texto y retomarlo. También se espera que las largas y complejas
negociaciones entre la Unión Europea y el Mercosur, para conformar una zona de
libre comercio, pudieran culminar este año y se firme el acuerdo en diciembre,
en el marco de la Reunión Ministerial de la OMC en Argentina.
La
comunidad internacional también espera con expectativa, que la reunión de la
OMC en Argentina pudiera culminar con la larga Ronda Doha que inició en el
2001. Un optimismo ingenuo, cuando observamos que los países radicales, como el
proceso bolivariano, juegan al caos, pues la destrucción los fortalece.
Esperemos que las fuerzas democráticas y racionales puedan trabajar con
coherencia para abrir mercados con equidad, pues en ese escenario se establecen
las bases para que todos podamos ganar.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario