José Gregorio Hernández el beato
José Gregorio, encarna muy positivamente la síntesis, de la fe y la
ciencia, la fe, que según la RAE, es la primera de las virtudes teologales: luz
y conocimiento sobrenatural
JESÚS E. MAZZEI
ALFONZO
30/04/2021 05:01 am
Hoy se beatifica a José Gregorio
Hernández, el año pasado, los venezolanos recibimos esta anhelada y esperada
noticia desde el año de 1949, y gracias a los diferentes cardenales,
arzobispos, que llevaron su postulación a través de los años, lo llevan hoy a
las puertas del santoral católico.
En mi familia materna, desde
mi tataratío el Dr. Francisco Antonio Rísquez, que fue su contemporáneo, tio de
mi bisabuela materna Vita Niochet Rísquez de Martínez, mi tio abuelo Dr.
Arminio Martínez Niochet, su hijo Edgar Martínez, y su hijo mayor también
médico, Dr. Edgar Martínez jr, Imelda Campo Martínez, el esposo de prima
Gleydes Rubio Martínez, que para mí fue una persona muy especial el Dr. Ramón
Arrivillaga, el cual me vio nacer. Hoy, un hijo de primo hermano Edward de Veer
Alfonzo, en la Facultad de Medicina de la UCV, sigue esa tradición. Mi padre
Dr. Jesús E. Mazzei Berti y mis primos por parte paterna, el Dr. Francisco
González Berti y su Hijo el Dr. José Gregorio González y la Dra. Silene Mazzei,
en todos ellos, valoró en su dimensión exacta que es la medicina en mi familia
como vocación y oficio.
José Gregorio, encarna muy
positivamente la síntesis, de la fe y la ciencia, la fe, que según la RAE, es
la primera de las virtudes teologales: luz y conocimiento sobrenatural con que
sin ver se cree en lo que Dios dice y la iglesia propone y además, el conjunto
de creencias de alguien y ciencia, conocimiento cierto de las cosas por sus
principios y causas, es un cuerpo de doctrina metódicamente formado y ordenado,
que constituye un ramo del saber humano. Fue un hombre de fe, que la defendió
ante sus pares, por ejemplo con Luís Razetti, quién le practica la autopsia de
ley en su fallecimiento, los debates que tuvo con su colega y otros
contemporáneos como Rafael Villavicencio, que estaban influenciados por las
corrientes positivistas tan de boga en la Venezuela de finales del siglo XIX y
e inicios del XX, que influenció las diversas ramas del saber y a las escasas élites
ilustradas del país, José Gregorio se mantuvo firme en sus creencias,
convicciones y además, compatibilizarlas con un trabajo solidario y cristiano
del ejercicio de la medicina como docente, investigador y médico de familia.
Se doctoró en Medicina en la
Universidad Central de Venezuela el 29 de junio de 1888; en esos días en
presencia del Rector, como era costumbre sacó dos temas o ponencias que luego
debía de desarrollar ante un jurado examinador, estos fueron 1º) La doctrina de
Laennec, que asienta la unidad del tubérculo, frente a la escuela de Virchow,
que sostiene la dualidad; y 2º) La fiebre tifoidea típica de presentarse en
Caracas, campo en el cual se verá centrada su profesión médica ulteriormente,
ya que es considerado el fundador de la bacteriología en Venezuela y América
Latina.
Al graduarse se va a su tierra
natal y allí recibe el llamado de uno de sus profesores, Calixto González,
quien mucho lo distinguía y apreciaba, para que regrese de inmediato a Caracas,
pues lo había recomendado al gobierno para una beca de estudios en Europa. El
presidente Rojas Paúl, por falta de médicos especialmente dedicados a la
experimentación en 1889, decreta que, por cuenta del gobierno, se nombre al
joven médico venezolano, de buena conducta y reconocidas aptitudes, para que se
traslade a Francia, a estudiar teoría y práctica en las especialidades de
microscopia, histología normal y patológica, bacteriología y fisiología
experimental, con la asignación de seiscientos bolívares mensuales. Trabajó en
los laboratorios de Charles Richet, (Premio Nobel 1913), fisiología
experimental en la Escuela de Medicina de París que había sido colaborador de
Etienne Jules Marey y a la vez discípulo del sabio Claude Bernard máximo
exponente de la medicina experimental en Francia; con Mathias Duval histología
y embriología y con el eminente Isidor Strauss que había sido discípulo de
Emile Roux y Charles Chamberland quienes lo fueron a la vez de Louis Pasteur,
bacteriología. Hoy en la entrada, de la Facultad de Medicina de la UCV, su
escultura preside el ingreso del Instituto de Medicina Experimental, desde
1950, gracias a la escultura de Francisco Narváez, es considerado el último
tomista.
Un trió de eminentes médicos
de la época, trata la gripe española: Razetti, Rísquez y Hernandez.
La Junta de Socorros de 1918,
no obstante, tenía muy clara la situación, especialmente ante un virus que ya
había demostrado su eficacia en otras latitudes. Aun así, las medidas tomadas
apuntaban a impedir el contagio y propagación. Lamentablemente, José Gregorio,
no vivió la evolución y tratamiento de la pandemia, por su repentina muerte.
Su beatificación, nos recuerda
que no es incompatible la fe y el ejercicio de una profesión científica, porque
ella se refuerza en valores y principios religiosos, éticos y morales, que dan
la madera, en el ejercicio de nuestras profesiones, el fue una muestra
viviente, sincera, honesta y solidaria, de sus creencias en el ejercicio de su
profesión y es uno, de los paradigmas hoy aun más, en su Facultad de Medicina
de la UCV y ejemplo, para los jóvenes que se gradúan en esta noble y
sacrificada profesión. Es un testimonio de fe y ciencia.
jesusmazzei@gmail.com
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