Prof.
Dr. Carlos E. Daly Gimón
El
desarrollo sostenible del siglo XXI tiene que ser el de la energía limpia y
renovable. Las estrategias de crecimiento de las naciones, aunque a veces con
dudas y altibajos manifiestos, se encaminan hacia una mayor eficiencia en el
uso de las energías necesarias para el funcionamiento del sistema económico. Se
trata, efectivamente, de un cambio crucial en la dirección y comportamiento del
consumo energético mundial en las próximas décadas.
Esta
transformación en los acostumbrados patrones energéticos de la economía
contemporánea, supone cambios importantes con respecto a las fuentes de energía
hasta ahora utilizadas.
E implica,
por sobre todo, que sean progresivamente excluidas del mercado las fuentes contaminantes
de fuerte impacto como los hidrocarburos provenientes de los combustibles
fósiles ( Petróleo, Gas natural, Carbón); para dar paso a las llamadas energías
limpias y sostenibles (Biomasa, Energía Eólica, Geotérmica, Solar, Energía
Oceánica, Hidroelectricidad, entre otras).
En
este sentido, las políticas energéticas de los gobiernos comprometidos con una
mayor eficiencia energética juegan un papel preponderante, especialmente, en
cuanto a la elaboración de regulaciones claras y previsibles, los necesarios incentivos
y apoyos a las inversiones en energías renovables, el estímulo a la innovación
tecnológica y, por encima de todo, el cabal compromiso con un nuevo modelo
energético.
Pero
la transición energética durará todavía unas décadas.
A principios de 2018, el 86% del consumo
mundial de energía proviene de los combustibles fósiles, entre los que destaca
particularmente el petróleo crudo. En la Unión Europea alcanza el 74% muy a
pesar de sus esfuerzos y determinaciones en fortalecer y profundizar la
eficiencia en la generación y consumo de energías limpias.
Queda
pues mucho trecho por recorrer hasta que se logre alcanzar la economía
energética deseable y conveniente al planeta tierra.
Mientras
tanto veamos que anticipa el futuro de la energía.
En
los años venideros, el comportamiento de la demanda mundial de petróleo estará
determinado, ante todo, por el
crecimiento de la economía mundial. El consumo de petróleo de los países
desarrollados dependerá del incremento de su producto interno. Las cifras de
2017 son, en este sentido, bastante elocuentes: las economías europeas crecen a
tasas relativamente moderadas (muy pocas superan el 3% anual) al igual que el
sistema económico norteamericano (cercano al 2% del PIB en 2017). Países emergentes
como China, India, Singapur y otros, presentan índices más llamativos en su
dinámica productiva, lo que los llevará a ubicarse entre aquellos de mayor
exigencia y posicionamiento en el mercado petrolero internacional.
Este
patrón de crecimiento pareciera que va a perdurar durante varios años más, a
menos de que sobrevengan eventualidades geopolíticas o bélicas que alteren esa
tendencia.
Los
precios del petróleo presentaron en 2017 y en lo que ha transcurrido de este
año, un comportamiento relativamente estable, y de pronóstico conocido. Desde
los niveles de 2014, cuando los precios rondaron los 112 $ por barril, bajaron
hasta 28 $ por barril en 2016, y desde entonces han ido fluctuando de manera
paulatina hasta quedarse entre los 50 $ y 60 $ por barril de crudo[1].
La
revisión del esquema de precios prevaleciente desde 2008 se da por la
combinación de una estrategia de recorte de la producción por parte de la OPEP
a partir de 2016, junto a la manifiesta competitividad de los productores de
petróleo norteamericanos al frente de la “revolución del petróleo no convencional”.
“Así, en el primer semestre
de 2017 Estados Unidos produjo alrededor de 5 millones de barriles por día
(mb/d) de petróleo no convencional, más de cuatro veces la producción de este
tipo de petróleo que obtenía en 2010 y en torno a la mitad de la producción
total de crudo del país, que en 2014 retornó a niveles que no se alcanzaban
desde 1985. De esta forma, Estados Unidos ha abandonado su estatus de
importador neto, con el consiguiente alivio de su saldo comercial exterior”[2].
A lo
que habría que agregar una evidente desaceleración de la demanda mundial en los
últimos años, así como el impacto causado en los mercados por el manejo de los
inventarios a niveles máximos.
La
disponibilidad de petróleo crudo, vista en perspectiva, evidencia una serie de
aspectos que bien vale la pena puntualizar. La evolución de las reservas
probadas de petróleo es una de esas variables que influirá decisivamente en el
futuro energético de las próximas décadas. En los actuales momentos, de acuerdo
a las cifras de la AIE [3], el 17,7% (300.000
millones de barriles aproximadamente) de las reservas probadas están en
Venezuela, 15,7% (266 mil millones de barriles aproximadamente) en Arabia
Saudí, 10,1% (172 mil millones de barriles aproximadamente) en Canadá, 9,3%(157
mil millones de barriles aproximadamente) en Irán y 8,4% (143 mil millones de
barriles aproximadamente) en Irak [4].
Más allá de los diferentes tipos de petróleo que
componen esas reservas, conviene resaltar que el petróleo crudo de las reservas
de Venezuela y Canada son considerados hidrocarburos no convencionales y, por
tanto, su costo de extracción es bastante más elevado que el petróleo liviano y
extra-liviano de Arabia Saudí y el de determinados productores del Medio
Oriente.
Esto significa que no existe una relación directa
entre el volumen de las reservas y los niveles de producción, salvo en el caso
de la OPEP cuando fija el techo a su producción de acuerdo a las reservas
declaradas por los países miembros [5].
Todo ello se traduce en que al ritmo de producción
actual, restan unos 51 años de disponibilidad de petróleo crudo. En Gas Licuado
y Natural 53 años, y en Carbón las estimaciones se ubican alrededor de los 114
años poco más o menos.
A lo que debe agregarse, de acuerdo a los datos de
BP [6],
que las reservas probadas de petróleo aumentaron en un 52% en los últimos 20
años. Hasta 2007 se observó un declive sostenido de la producción norteamericana,
pero con la llegada del Fracking esa tendencia se revirtió, a lo cual vino a
sumarse el ultra-deep offshore del golfo de Mexico, ocasionando,
consecuentemente, que las reservas probadas hayan alcanzado los niveles ya
señalados.
De igual manera, es bien sabido, que los precios
del petróleo influyen de manera significativa sobre el nivel de las reservas. Está
claro que la rentabilidad de los yacimientos depende de un cierto nivel en los
precios, como es el caso, por ejemplo, de que para asegurar la viabilidad
económica de los bitúmenes canadienses los precios en el mercado tendrían que
rondar los 100$ por barril, o que los yacimientos “sweetspots” del crudo
norteamericano son aprovechables sólo si fluctúan en una banda que va desde los
30$ por barril hasta 60$ por barril, según las regiones del país donde se
ubiquen esos yacimientos.
Precisamente, la emergencia de las novedosas técnicas
de perforación como la fracturación hidráulica o Fracking, es otro de los factores que ha generado la
aparición de diferentes escenarios en el campo de la economía energética.
Con la llegada del shale oil, la producción de los
Estados Unidos está por encima de los 10 millones de barriles diarios en 2018,
tal como ha sido resaltado en párrafos precedentes. Ese dato lo coloca a la
vanguardia de los principales productores mundiales junto a Arabia Saudí y
Rusia. La producción norteamericana de petróleo
de esquisto es producto de un avance tecnológico importante, el cual ha
permitido alcanzar una significativa disminución de los costos de producción y,
por tanto de los precios; calificada por reconocidos especialistas como una
“segunda ola de crecimiento extraordinario”. A tal efecto, se estima que la
producción de petróleo norteamericano podría duplicarse en los próximos diez
años, en momentos en que la OPEP, junto a Rusia y otros nueve
productores/exportadores miembros del cartel fijaron, en diciembre de 2017, un
techo de producción para los primeros nueve meses de 2018.
Fuentes autorizadas en los
Estados Unidos estiman un incremento de 1,7 millones de barriles diarios a lo
largo de este año, provenientes fundamentalmente del petróleo de esquisto y el
LGN.
Esta capacidad creciente del gigante norteamericano
permite contemplar que él solo podrá atender el 80% del alza en el consumo
mundial de petróleo, de aquí hasta 2023 [7].
La capacidad de exportación de los productores estadounidenses seguirá
aumentado en los próximos años, y captando segmentos cada vez más importantes
del mercado petrolero internacional.
Ello requiere, ciertamente, que se mejoren las
inversiones en exploración y producción para así poder compensar el evidente
grado de madurez de importantes yacimientos en distintas regiones petrolíferas,
y, dar respuesta al previsible crecimiento de la demanda petrolera en los próximos
años.
Por
otra parte, interesa destacar que entre las fuentes de energía renovables que jugarán
un rol fundamental en el escenario energético que se avecina destacan, particularmente,
la energía eólica y solar.
La
generación de energía en los parques eólicos avanza a ritmo avasallante, y se
presenta como una alternativa de primer orden frente a las energías
tradicionales. Ese
auge la posiciona de manera sobresaliente en el “crecimiento del sector
energético en el mundo, y podrá suministrar hasta 20% de la electricidad global
en el 2020, según el último informe del Consejo Mundial de Energía Eólica (GWEC
en inglés). La capacidad eólica mundial ha alcanzado en el 2016 los 456 GW, y
se espera que llegue a 500 GW al final del año” [8]. En América Latina, la
Asociación Mundial de la Energía Eólica
(WWEA en inglés) ubica a Brasil a la cabeza de la generación de energía eólica
en la región, seguido de México, Chile, Argentina, Costa Rica y Nicaragua,
aunque en términos de potencialidad Argentina está a la vanguardia de ese
ranking.
En
relación con la energía solar, conviene asentar que el uso de la electricidad
proveniente de los paneles fotovoltaicos es todavía muy limitado, alrededor del
1% a nivel mundial; aunque en Estados Unidos ya alcanza cerca de un 10% del
suministro total de electricidad. No obstante, las perspectivas son importantes
y alentadoras. Al lado de otras fuentes alternas de energía, la solar avanza y
resulta cada vez más evidente que su eficiencia, beneficios sobre la salud, y su “amistosa” vinculación al medio ambiente
le permitirán superar al carbón, e incluso al petróleo. Es un recurso barato e
ilimitado. Está al alcance de numerosos países, y su disponibilidad resulta
accesible aún para las economías menos avanzadas. Se estima que en dos décadas
aproximadamente, la energía solar superará la fuentes energéticas
tradicionales.
Más
allá de la producción de energía, es más que evidente que la demanda de
petróleo será también impactada por los avances tecnológicos en el sector
transporte, y, particularmente con la llegada de los vehículos eléctricos y los automóviles híbridos.
En
“los autos eléctricos son la nueva amenaza para la industria petrolera”[9], Justin Gillis sostiene que Noruega, importante productor de
petróleo a escala internacional, es una especie de centro de experimentación
para los autos eléctricos. Y agrega, “debido a grandes beneficios fiscales, los
autos eléctricos salieron de la nada para apoderarse de un tercio del mercado
de autos nuevos en tan solo cinco años. Hay políticos y líderes empresariales
que están viajando de todas partes del mundo a Oslo para ver si esta tendencia
es más que una moda pasajera”.
El
tema de la contaminación ambiental también presiona a los gobiernos. Inglaterra
y Francia se mueven entusiastas hacia los coches eléctricos. En el caso de la
Gran Bretaña, no solo se fija el 2040 como el año en que se restringirá el uso
de los vehículos alimentados por petróleo, sino que se asignan importantes
fondos para mejorar la calidad del aire, el reemplazo de la flota de autobuses
por unidades más limpias, y
reordenamientos urbanos para aliviar la circulación automotriz [10].
En China,
la política automotriz se enseria con respecto a los coches eléctricos, al
punto de que “a partir de 2019,
cualquiera que produzca o importe en China más de 30.000 vehículos deberá
asegurarse que al menos un 10% de estos sean eléctricos o híbridos enchufables.
Esta cifra ascenderá a un 12% en 2020 y está previsto que siga subiendo. Los
que no estén en condiciones de cumplir con estas cuotas deberán comprar
créditos a aquellos que las sobrepasen, pagar multas o abandonar el mercado
chino”[11].
Además,
“el gobierno chino ha actuado de forma decisiva también para espolear la
demanda de estos vehículos. Los consumidores los adquieren por los descuentos
sobre el precio de compra, los beneficios fiscales, las facilidades de
financiación y sobre todo la posibilidad de sortear el sistema de lotería para
conseguir una matrícula. Según un análisis de la agencia de calificación
crediticia Fitch, los subsidios a los coches eléctricos en China son de los más
extensos del planeta, solamente por detrás de Noruega ”[12].
Finalmente,
el calentamiento global está detrás del uso y abuso de las fuentes energéticas
que mueven las economías. El Tratado de Paris (2015) ha sido lo suficiente
claro en exigir que para 2020, los objetivos medioambientales prioritarios
permitan reducir en un 20% la emisión de gases invernadero, que 20% de las
fuentes energéticas sean renovables, y que se mejore en un 20% la eficiencia
energética por parte de las naciones europeas suscriptoras del Acuerdo, junto
al target de alcanzar una economía hipocalórica para el 2050.
Son
estrategias ambientalistas que provocarán, sin lugar a dudas, un impacto
significativo en el consumo internacional de los hidrocarburos en la disputa
por que se impongan, más temprano que tarde, las energías alternativas y
limpias.
[1]
Al momento de divulgarse
este trabajo el petróleo tipo Brent ronda los 63 $ por barril ,y el West Texas
Intermadiate 62,11 $ por barril.
[2]
Santabarbara, Daniel.
“Evolución reciente y perspectivas del mercado petrolero”. Banco de España.
Eurosistema. Boletín Económico 3/2017. Artículos analíticos. Madrid. 2017.
Consultada el 08/02/2018.
[8]
Martínez, León. “El estado
de la energía eólica en América Latina” https://www.eleconomista.com.mx/empresas/El-estado-de-la-energia Consultado el 12/03/2018.
[9] The New York Times en
español. 16/11/2016.En https://www.nytimes.com/es/2016/11/16/ Consultada el 04/03/2018.
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