lunes, 5 de marzo de 2018

El Mercantilismo y el Capitalismo de Estado español ( con especial referencia al Socialismo del Siglo XXI)



Enrique Viloria Vera  

Los estudiosos de la Historia de la Economía Política coinciden en señalar que fue Adan Smith quien introdujo el término mercantilismo para referirse al sistema comercial o mercantil. Existe también consenso en afirmar que más que un sistema económico en sí mismo, el mercantilismo fue más bien un tiempo, una época, una fase especial del acontecer económico, caracterizada por la homogeneidad relativa de las prácticas económicas, y en especial comerciales,  – y no necesariamente por principios o preceptos formales – adoptadas por diversos países en el lapso que transcurrió de la Edad Media hasta la época liberal.
En este orden de ideas, el mercantilismo se asocia con el nacimiento de los modernos Estados Nacionales europeos. Por supuesto que cada Estado Nacional adoptó su propia manera de hacer las cosas en términos del mercantilismo: en Francia tomó el nombre de Colbertismo; en Alemania y Austria se denominó Cameralismo; en Inglaterra se le atribuye su origen, hacia 1550, vinculado con las propuestas del grupo de los bullionistas, o de los chavistas venezolanos de la actualidad.
El descubrimiento de América incorporó una nueva corriente mercantil a las dos que los españoles atendían comercialmente para la época: la de norte de Europa y la del Mediterráneo. Fray Tomás de Mercado, en su obra Suma de Tratos y contratos de 1569, narra que, para entonces, España “tiene contratación en todas partes de la Cristiandad y aun en Berbería. A Flandes cargan lanas, aceites y bastardos; de allí traen todo género de mercería, tapicería y librería. A Florencia envían cochinilla, cueros; traen oro hilado, brocados, perlas, y de todas aquellas partes gran multitud de lienzos. En Cabo Verde tienen el negocio de los negros, negocio de gran caudal y mucho interés. A todas las Indias envían grandes cargazones de toda suerte de ropas; traen de ellas oro, plata, perlas y cueros en grandísima cantidad…Todos los factores (comerciales) penden unos de otros, y todo casi tira y tiene respecto al día de hoy a las Indias, Santo Domingo, Tierra Firme y México, como partes do va todo lo más grueso de ropa y do viene toda la riqueza del mundo.”

Las ingentes cantidades de oro, plata y piedras preciosas traídas de las Indias a España contribuyeron, en lo político, a fortalecer el poder de la monarquía, al concentrar en manos del rey la casi totalidad de las rentas coloniales y, en lo económico, a profundizar el carácter mercantilista de la economía española.  Este intenso comercio con las Indias Occidentales, con América, promovió el desarrollo y consolidación del mercantilismo español, el cual se sustentó en instituciones y prácticas como las siguientes:

·         La imposición de un monopolio comercial:  mediante el llamado pacto colonial el producto de la exportación de metales preciosos desde las colonias americanas fue la base de la percepción por parte de la monarquía española del llamado quinto real, aplicado igualmente a las diversas mercancías o productos –alimenticios, manufacturados, de lujo – que eran enviados a América. A los efectos de la recaudación de este impuesto España constituyó un monopolio comercial controlado por la Casa de Contratación, creada en 1503 y sita en Sevilla. Esta institución tenía como objetivo fundamental reunir en sus almacenes todas las mercaderías que se exportaban a las Indias y se importaban de las mismas, y a presidir sus compra, venta y transporte.
·         La protección y defensa de las rutas comerciales: España puso en práctica una política de convoyes armados –flotas de Nueva España y armadas de Tierra Firme – que permitía la protección de los envíos comerciales y el control de la recaudación de los impuestos derivados del comercio con las colonias, aunque la multiciplicidad y complejidad de los procedimientos administrativos alargaban los tiempos de navegación. Las flotas que partían anualmente desde Sevilla tenían destinos diferentes: la primera se dirigía al Sur, a Venezuela, Nueva Granada y Diarén, la segunda tomaba rumbo a las grandes islas, Honduras y Nueva España; a partir de esos centros se establecían dos rutas por el Pacífico: el célebre Galeón de Manila que partía de Acapulco con productos de inconmensurable valor, y el codiciado enlace con el Perú y Chile. Desde 1554, los navíos no regresaban juntos a la metrópoli, ya que los provenientes de Nueva España llegaban más tarde a Cuba.

Este esquema mercantilista español sustentado en prácticas monopólicas y fiscalistas, ha sido ampliamente cuestionado. Las críticas más relevantes se relacionan con los siguientes argumentos:

·         La hegemonía política fue alcanzada sin contar con el florecimiento económico, la Hacienda Española practicó como único sistema el de trampa y adelante, siempre empujada por la perentoriedad de lo político y lo militar.
·         El deseo de atesorar y valorizar el oro de las Indias se vio prontamente frustrado, debido a que la escasa producción nacional hacía indispensable la importación de bienes desde otras naciones, lo que condujo a tener que utilizar los metales preciosos para pagar el saldo negativo de la balanza comercial y los empréstitos que los reyes obtenían para financiar la hegemonía política y militar. Así, los beneficiarios finales del mercantilismo español fueron los financistas y comerciantes extranjeros. Ya las Cortes de 1588  a 1593 lo habían registrado: “Con poder estar (nuestros reynos) los más ricos en el mundo oro y plata en ellos ha entrado y entra de las Indias están los más pobres porque solo sirven de puente para pasarlos a los otros Reynos nuestros enemigos y de la  Santa  Fe Católica…”
·         En lo referente al comercio monopólico, un sinnúmero de restricciones y un monopolio en demasía celoso, sumados a un creciente contrabando ejercido por extranjeros en Cádiz o en Sevilla, son el resultado final de la historia comercial de España con las Indias. Así la Corona de Castilla vio pasar el comercio con el Nuevo Mundo a manos rivales, su marina reducida a niveles insospechados conducida por tripulaciones y bajeles suministrados por comerciantes extranjeros, quienes desviaban la riqueza española en su propio origen.  
·         Las repercusiones de la política mercantil fueron desastrosas para los burgueses nacionales, quienes perdieron la influencia que habían tenido; la nobleza sobre la que se apoyaba el absolutismo, empleó las disponibilidades financieras que se le atribuían en la compra de fincas, promoviendo así la creación de inmensos e ineficientes latifundios, trabajados por un campesinado que vivía míseramente.
·         Entre 1500 y 1650 se triplica la cantidad de metales preciosos. Las entradas de oro y plata superaron la producción de bienes y servicios y, ante el temor a la escasez o aumento de los precios, se efectuaron compras inmediatas de oro y plata: De esta forma, se aceleró la circulación del dinero y los precios subieron, mientras que los salarios se incrementaron a un ritmo menor que los precios. La inflación en España fue también un producto de su política mercantilista. Ya en 1608, Pedro de Valencia lo advertía: “El daño vino del haber mucha plata y mucho dinero, que es y ha sido siempre…el veneno que destruye las Repúblicas y las ciudades. Piénsase que el dinero las mantiene y no es así: las heredades son labradas y los ganados y pesquería son las que dan mantenimiento.” 
·         Al no existir empleo bien remunerado en la agricultura, y muy poco o ninguno en la industria o el comercio, la población española terminó empleándose en la Administración Pública o en órdenes religiosas. A fines del siglo XXVIII, los empleados estatales eran la quinta parte del censo y un 30% de los españoles formaban parte del clero o de órdenes religiosas, o vivían a expensas de la Iglesia Católica.


     Cualquier comparación con el Socialismo del Siglo XXI – léase Capitalismo de Estado Bolivariano – no es mera coincidencia.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario