El Desarrollo Sostenible, las energías renovables y la
tecnología
Gioan M. Verni Barrueta
Lic. En Estudios Internacionales
La energía siempre ha sido un concepto presente en el desarrollo de la
humanidad, dada a la utilización que le ha dado el hombre a la misma. La quema
y el uso de combustibles fósiles desde principios del Siglo XX, se convirtió en
la principal fuente de energía utilizada para la vida y la industria, que poco
a poco a través de adelantos tecnológicos ha venido también evolucionando.
Luego de culminar la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el pensamiento en
el ámbito de la economía centró su interés en el problema del crecimiento
económico de los países[1], convirtiéndose éste en un objetivo
siempre presente en la mayoría de las decisiones económicas nacionales, siendo
determinado por el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), el cual es
definido como:
El PIB se deriva
básicamente del concepto de valor agregado. El valor agregado bruto es la
diferencia entre la producción y el consumo intermedio. El PIB es la suma del
valor agregado bruto de todas las unidades de producción residentes más la
parte (posiblemente el total) de los impuestos, menos las subvenciones, sobre
los productos, no incluida en la valoración de la producción. (…) Por otra
parte, el PIB también es igual a la suma de las utilizaciones finales de bienes
y servicios (todos los empleos, excepto el consumo intermedio) medidas a
precios de comprador, menos el valor de las importaciones de bienes y
servicios. (…) Por último, el PIB equivale asimismo a la suma de los ingresos
primarios distribuidos por las unidades de producción residentes.[2]
No obstante, se debe señalar que si bien este
indicador se utiliza para medir el crecimiento económico de un país; con frecuencia,
de forma más precisa para expresar el potencial económico de una nación, debe
ser utilizado el Producto Interno Bruto per cápita como indicador que mide la
relación entre el nivel de renta de un país (PIB) y sus habitantes; ya que, el
nivel de producción puede ser mayor pero la renta puede no estar siendo
distribuida entre la población de forma correcta, aumentando el nivel de vida y
disminuyendo las desigualdades económicas.
Por otra parte,
Figueroa (2013), señala que la relación entre el crecimiento económico y el
medioambiente se ha estudiado tanto de forma empírica como teórica[3].
Según datos de Angus Maddison, citado por el mismo autor, el PIB per cápita,
entre los años 1870 y 2000, incrementó 1,4% anualmente; registrando el mayor
crecimiento en el último siglo (4%)[4],
proceso que se ha venido desarrollando a la par de una degradación
medioambiental.
Al
respecto, es menester indicar, que los niveles de PIB per cápita en las
economías en desarrollo y mercados emergentes, cuentan con diferencias respecto
a economías avanzadas. “Los países en vías de desarrollo se
caracterizan por presentar un PIB per cápita bajo debido, principalmente, a que
las tasas de crecimiento poblacional son más altas que en los países
desarrollados”[5];
haciendo referencia a su vez a que el incremento de esta población se traduce
en un mayor uso y explotación de recursos renovables y no renovables. Es
también pertinente establecer que indicadores económicos como el PIB per cápita
no son suficientes para reflejar la verdadera distribución de estos ingresos en
la población; ya que, económica y socialmente existen desigualdades que deben
ser atendidas y que son estudiadas por otras variables.
Como concepto que engloba
aspectos económicos, sociales y ambientales, surge el Desarrollo Sostenible,
definido por la Organización de las Naciones Unidas
(ONU, 1987) como el tipo de desarrollo que
satisface “las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las
futuras generaciones para satisfacer las propias”.[6]
El desarrollo sostenible cuenta entonces con tres (3) pilares
interrelacionados, el económico, el social y el ambiental; incluyendo
implícitamente un vínculo directo entre crecimiento poblacional y deterioro del
medioambiente; en lo relativo a ello, el Fondo de Población de las
Naciones Unidas (UNFPA), precisa que el
crecimiento de la población en términos absolutos es el problema más alarmante
para el desarrollo.[7]
Esto viene dado a que el crecimiento
poblacional supone un mayor número de necesidades que se deben satisfacer, “como en cualquier ecosistema natural, el aumento de la
población que lo habita significa una presión creciente sobre el mismo”.[8] Presión que viene dada por las necesidades de
la población más allá del ámbito alimenticio, y llegan a versar también en un
creciente consumo energético. Es por ello que se hace ineludible el desarrollo
de actividades que generen relaciones positivas entre el hombre y la
naturaleza; allí, entra el desarrollo sostenible para lograr la armonía entre
sus pilares social y ambiental.
Se debe señalar que este daño progresivo al medioambiente, viene dado en
su mayoría por dos situaciones específicas; la primera de ellas, hace
referencia al uso intensivo de los recursos naturales no renovables por parte
de la población, condición que determina el gradual agotamiento de los mismos,
y la segunda a la contaminación, medida a través de emisiones de dióxido de
carbono (CO2) concentradas en la atmósfera.[9] A este
respecto, la Oficina Nacional de Control Atmosférico y Oceánico de Estados Unidos
(NOAA), indica que antes del año 1800, los niveles de CO2 estaban en
280 partes por cada millón de moléculas (ppm), mientras que para el año 2016,
ya se habían superado las 400 ppm.[10]
Internacionalmente,
desde 1992 y hasta el 2016, se han llevado a cabo anualmente diversas
conferencias en el seno de la ONU que guardan relación con negociaciones que
permitan determinar y poner en práctica planes para tratar el tema
medioambiental, entre ellas: la Conferencia
de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD), la
cual tuvo lugar en Río de Janeiro en 1992, la Cumbre del Milenio del año 2000, la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo
Sostenible o Cumbre de Johannesburgo de 2002 y la XXI Conferencia sobre el Cambio Climático (París, 2015), entre otras.
Aunque, es importante destacar que las negociaciones referentes a este tipo de
planes de acción requieren de un compromiso por parte de los países que firman
y ratifican los mismos, situación que han llevado al desarrollo de conferencias
posteriores dados los distintos puntos de vista sobre la materia.[11]
Jugando un papel fundamental la voluntad política para respetar los compromisos
adquiridos en el ámbito internacional.
Varios han sido los
países que han puesto en práctica políticas amigables con el medio ambiente,
cada uno tomando acciones específicamente en el área energética, siendo ésta
poseedora de una parte importante de las emisiones de CO2 gracias a
la quema de combustibles fósiles.[12] Tal como establece el Ministerio de energía, turismo
y agenda digital del Gobierno de España (s.f.), “las actividades relacionadas
con la energía (procesado, transformación, consumo...) representan el 80% de
las emisiones de CO2 a escala mundial y la energía es clave en el
cambio climático”.[13] Las energías renovables
entonces representan un tipo de producción de energía amigable con el
medioambiente ya que no emiten dióxido de carbono.
Según André, de Castro y Cerdá (s.f.), la inversión en energías renovables creció de manera importante en los últimos años de la primera
década del Siglo XXI, pasando de 130 millones de USD$ en el año 2008 a 211
millones de USD$ en 2010[14]; adicionalmente:
Aproximadamente
la mitad de los 194 GW estimados de nueva capacidad eléctrica añadidos en el
mundo en 2010 corresponde a energías renovables. A principios de 2011 al menos
118 países tenían políticas de apoyo a las energías renovables o algún tipo de
objetivo o cuota a nivel nacional, muy por encima de los 55 países que los
tenían en 2005.[15]
Ante esta problemática, múltiples
investigaciones estudian los efectos de las energías renovables en la reducción
de emisiones de CO2; el Programa de las Naciones Unidas para el
Medio Ambiente (UNEP), “estima que las energías renovables (…) han contribuido
a evitar 900 megatoneladas de emisiones de CO2 a la atmósfera (el 7%
del total de las emisiones del sector energético)”[16], constatando así el
efecto positivo generado por estas energías al medioambiente, las cuales como
actividad productiva, también repercuten en el crecimiento económico y permiten
la satisfacción de necesidades de la población.
Ahora bien, actualmente, en
ámbito económico, algunas energías renovables cuentan con la capacidad de ser
competitivas frente a las energías convencionales, y las que aún no lo son,
podrán serlo en un corto o mediano plazo[17], es ahí donde los avances
tecnológicos juegan un papel fundamental.
La competitividad de este tipo de
energías, guarda relación con la rentabilidad que presenten al desarrollarlas:
En este sentido
podemos señalar que las instalaciones eólicas, las centrales minihidráulicas
(<10 MW de potencia nominal) y las instalaciones de solar térmica de baja
temperatura han alcanzado prácticamente el umbral de rentabilidad. Sin embargo
otras como la solar fotovoltaica o la solar de alta temperatura necesitan un
fuerte apoyo que permita el desarrollo de la tecnología y la promoción, en su
caso, de instalaciones de demostración.[18]
Con lo expresado con anterioridad
queda claro que existe una demanda energética que se debe cubrir, pero a su vez
es evidente que ésta debe dejar de un lado las energías convencionales si se
quiere alcanzar la sostenibilidad; es decir, existe una cada vez más creciente
necesidad de cambiar el sistema energético, que con el tiempo debe ser
rentable, competitivo y ambientalmente amigable. Para esto, es necesario el
aumento de inversiones en el área de investigación y desarrollo dirigido a este
tema en particular.
Desde finales del siglo pasado,
se ha otorgado importancia al desarrollo de tecnologías asociadas a las
energías renovables, el principal obstáculo del desarrollo de las mismas viene
dado, al alto costo que para el momento supone instalar los mecanismos que las
producen, teniendo en consideración el proceso de transformación energética que
debe realizarse para que la energía producida pueda ser de cierta forma
adaptada al consumo.
Según la National Energy
Fundation[19],
“La mayoría de las formas de energía renovable son baratas de operar, pero
relativamente caras de instalar, ya que tienen que tomar energía bastante
dispersa y concentrarla en una forma útil”. Se puede decir entonces que las
fuentes de energía renovables existen, por ahora de forma infinita, y que el
reto se encuentra en transformar su potencial hasta darle utilidad.
En conclusión, el marco de la
sostenibilidad estudia aspectos económicos, sociales y ambientales
interrelacionados. Cuando se habla de las energías renovables, se debe señalar
que además de tener beneficios para el ambiente, tienen también repercusiones
sociales positivas; ya que permiten la satisfacción de las necesidades de las
personas, e incluso en algunos casos permiten la creación de empleos, lo que
genera fuentes de ingreso, conjuntamente con
la superación técnica y profesional del capital humano debido al desarrollo de
las capacidades requeridas para la producción de este tipo de energías, lo que
se traduce en mejoras salariales; de igual forma, repercute en la mejora del
nivel de vida de las poblaciones que habitan en áreas remotas de acceso a la
electricidad, y mejoras en la salud, al disminuir la contaminación[20], aumentando la esperanza
de vida.
Es así como el desarrollo de
energías renovables, se vislumbra como una alternativa sostenible al uso
tradicional de energías, el cual ha evolucionado junto con las actividades
humanas que dentro de la relación hombre-naturaleza, debe tender hacía una
relación positiva; en el ámbito tecno-económico, estudios deben seguir
desarrollándose hasta convertir en rentables los procesos para la generación de
esta energía y llevarlas a ser competitivas frente a las energías
convencionales para así lograr una transición sostenible.
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economía con el horizonte 2030. 2014. Acceso el 09 de enero de
2017. http://archivo-es.greenpeace.org/espana/Global/espana/2014/Report/cambio-climatico/Informe%20ER%20Economi%CC%81a.pdf
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1987. Acceso el 14 de diciembre de 2017. http://undocs.org/es/A/42/427.
[1]Lineth Fernández y
Nelly Manjarrez, “Algunas consideraciones sobre el crecimiento y desarrollo
económico, desde la perspectiva de sostenibilidad”, Revista OIDLES, vol. 8, n. 16, (2014).
[2]
Comisión Europea, FMI, Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico
(OCDE), ONU y Banco Mundial (BM), Sistema
de cuentas nacionales, (2008), 39.
[3] Adolfo Figueroa, “Crecimiento Económico y
Medio Ambiente”, Revista Cepal, n.
109, (2013): 30, edición en PDF.
[5]
Nelson Chávez, “Renta per cápita como medida de desarrollo económico
en Latinoamérica”, Equidad y Desarrollo, n. 14, (2010): 39.
[6]Organización
de las Naciones Unidas (ONU), “Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio
Ambiente y el Desarrollo: Nota del Secretario General”, A/42/427, 1987.
[7]María García-Guadilla, Claudia Rodríguez y Darwin Suarez. Memorias: Desarrollo sostenible,
crecimiento poblacional y pobreza: ¿la nueva racionalidad o perpetuación de las
desigualdades? Congreso Interamericano sobre el medio ambiente. (Caracas,
Ediciones de la Universidad Simón Bolívar, 1998), 307.
[8] Ibíd.
[10]
BBC MUNDO, “El récord de emisiones de CO2 que marca
el inicio de una "nueva era" de cambio climático”, BBC MUNDO, (24 de octubre de 2016).
[11] María Eschenhagen, “Las
cumbres ambientales internacionales y la educación ambiental”. Observatorio de Análisis de los Sistemas
Internacionales (OASIS), no. 12,
(2017): 47.
[13]Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital
del Gobierno de España. “Energía y desarrollo sostenible, Energía y
Medioambiente”, s.f.
[14]
Francisco André, Luis de Castro y Emilio Cerdá, “Las energías renovables en el
ámbito internacional”, Cuadernos
Económicos de Ice, n. 83, (2012): 11-12, edición en PDF.
[15]ONU, “Las renovables lideran el crecimiento energético mundial”, 2014.
[16] Abay Analistas Económicos y
Sociales, El impacto de las energías
renovables en la economía con el horizonte 2030, (2014), 40.
[17]Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital
del Gobierno de España, “Energía y desarrollo sostenible, Energías Renovables”, s.f.
[18] Ibíd.
[20] Milenio Novedades, “El impacto de las energías renovables en la
sociedad”, Milenio Novedades (08 de
junio de 2016).
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