De nuevo los campos tristes y el maíz incierto.
Pedro Raúl Solórzano Peraza
Abril de 2020
Lo que pudiéramos escribir en relación a la
incertidumbre del maíz, es válido, en las condiciones actuales, para cualquier
otro cultivo en las regiones agrícolas de Venezuela. Tomemos al maíz como
ejemplo, ya que es uno de los principales cultivos del mundo, si no el más
importante de todos, especialmente en nuestro país donde la base de las comidas
es la tradicional arepa.
Venezuela necesita cada año más de un millón de
toneladas de maíz blanco para la industria de harina precocida, y más de dos
millones de toneladas de granos forrajeros para la industria de alimentos
balanceados para animales (ABA), donde el maíz amarillo va a la vanguardia.
Esto significa, que con un rendimiento promedio
nacional tan excelente como 5 toneladas de grano por hectárea (5 ton/ha), para
producir un mínimo de tres millones de toneladas de maíz se requiere sembrar 600.000
hectáreas.
Pero de nuevo los campos están tristes, porque viene
abril cuando debe comenzar la siembra al occidente de Barinas, más acá y más
allá de Socopó, y aún no está la semilla, ni el fertilizante, ni el herbicida
ni los insecticidas, ni las maquinarias ni los equipos a tono, ni tantos
recursos humanos y materiales que hacen falta para el éxito de la actividad
agrícola. El Ingeniero Bolotín nos ilustra con cifras, la transición hacia la
temporada de lluvias en Turén, donde en promedio, en el mes de abril, ocurren
seis días con eventos de lluvia. Entonces estamos cerca del reverdecimiento de
nuestros campos, y como escribió Wladislaw Reymont: “Y la tierra esperaba; el
sol, otra vez joven, la calentaba; los vientos la desecaban; las lluvias tibias
y fecundantes, la regaban; las noches primaverales, brumosas y templadas, la
endurecían, y la hierba brotaba ya como un cepillo verde……”
Luego viene mayo cuando se establece el período de
lluvias en casi todo el territorio nacional. Lluvias que saciarán la sed de los
suelos resecos por el fuerte y prolongado verano. Agua de la lluvia que será
retenida en los poros del suelo para alimentar a las plantas, cuyas raíces
hurgarán el suelo buscando sus alimentos diarios disueltos en este maravilloso
líquido. Es el mes cuando los campos reverdecen, cuando la tierra se humedece y
se ablanda para que las semillas germinen y las pequeñas plantas puedan emerger
y continuar su vida, libres en el espacio y bañadas por el sol, para
fotosintetizar y producir materia orgánica, alimentos directos o indirectos
para los organismos heterotróficos que habitamos la tierra.
Hasta hace pocos años, quizás diez o doce años atrás,
se logró producir 70% o más de los alimentos requeridos por los treinta millones
de venezolanos; sin embargo, ese porcentaje ha venido disminuyendo
progresivamente hasta el año pasado cuando se estima que no se logró producir
ni siquiera 20% de los requerimientos. Pero las expectativas son cada vez
peores, para este año, 2020, cuando ya el aire nos trae olores a tierra mojada
de lugares cercanos, no hay en el país los suficientes insumos para iniciar la
temporada de siembra.
Estamos en una crisis política, social, económica, de
todo tipo, peor que todas las anteriores, que con este régimen que impera en
Venezuela han sido numerosas. En estos momentos, esta situación se agrava en el
campo venezolano, porque todavía parte de la precaria cosecha del año pasado no
ha podido ser vendida por los productores a pesar de la escasez de alimentos
que existe en el mercado nacional.
Hoy, en Turén y otros sectores de Portuguesa, la
recolección y la trilla de los granos están limitadas por la falta de
combustible para operar las combinadas y llenar los tanques de los camiones que
lo deben llevar a los centros de recepción de cosechas. En La Grita, vemos como
toneladas de hortalizas se quedan en la región, no pueden ser transportadas a
los grandes centros de consumo del centro del país por falta de gasolina, que a
pesar de ello, sigue saliendo de contrabando hacia Colombia con un jugoso e
ilícito negocio, o sigue enviándose a Cuba en un acto vil y traicionero con
nuestro pueblo, pero beneficioso para los gobernantes de esa pequeña y
miserable isla que nos tiene prácticamente colonizados.
Eso ocurre en un país petrolero que además tuvo el
complejo refinador más grande de Latinoamérica. No hay gasolina. Maduro, con el
realismo mágico característico de este régimen, organiza la distribución de
combustible con prioridad para médicos y agricultores, entre otros. Ya se ha
comprobado que es mentira. El militar que ocupa la cartera de agricultura, en
una intervención llena de malas palabras, con un vocabulario soez, ante un
grupo de personas relacionadas con el mundo agrícola, trataba de justificar la
escasez de gasolina con el bloqueo, con el imperio que no les deja traer dos
barcos con gasolina que están anclados en algún lugar del Caribe, con las
sanciones aplicadas a personas del gobierno que han cometido algún tipo de
delito, sin recordar que destruyeron la producción de petróleo, su refinación,
y ahora lo poco disponible se lo regalan a Cuba.
Estos años sin agricultura, con nuestros campos
vacíos, el agua de la lluvia se irá fluyendo a través de ríos, caños y
quebradas de cada cuenca hidrográfica, a perderse en su mayoría hacia el mar.
La que infiltra en el suelo se irá a los acuíferos profundos o se evaporará
desde los poros del suelo para perderse en la atmósfera. No habrá raíces
suficientes que la puedan utilizar, más allá de las raíces de malezas que ocuparán
los espacios donde deberían estar plantas de maíz, arroz, soya, caña de azúcar,
girasol, algodón, hortalizas, raíces y tubérculos, pastizales y otras.
Por eso decimos que vamos a perder otra temporada de
lluvias, otro ciclo de secano, nuevamente por la incuria e ignorancia de
nuestros gobernantes, o por su mala intención, quien sabe…..
Pedro Raúl Solórzano Peraza
Abril de 2020
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