Inversión extranjera directa y
crecimiento económico (II)
Cesar Andrea
En el artículo anterior, destacamos la importancia de los
flujos de inversión extranjera directa (ied), como un mecanismo
de “financiamiento externo” de largo plazo, dirigido a complementar el crecimiento
de las economías, en especial, aquellas en vías de desarrollo.
De
acuerdo a la Comisión de las Naciones Unidas sobre Comercio y desarrollo
(UNCTAD), en 2017 esta fuente externa representa el 39% del total de la
financiación entrante de las economías en desarrollo. De allí la importancia de
este tipo de inversión.
Asimismo,
estos flujos de ied, son de gran utilidad en los países con restricciones de
tecnología y capital, pues, debido a su baja capacidad de ahorro o mercados
financieros poco desarrollados, no cuentan con los recursos suficientes para
expandir su tejido productivo. Por ende, se trata de canalizar el ahorro
externo hacia proyectos productivos para complementar proceso de desarrollo de
las economías.
Cada
día son más los gobiernos interesados en que empresas extranjeras dirijan sus
recursos a las economías, con el ánimo, entre otros, de acceder a recursos
externos que le permitan planificar sus procesos productivos.
Las
condiciones que deben tener las economías para atraer capitales externos son
múltiples. Algunas de estas enfatizan en que las economías deben presentar estabilidad
macroeconómica; reglas claras y condiciones aptas para la inversión; niveles de
apertura comercial; legislación sobre derechos de propiedad; facilitación de la
inversión; entorno de mercado estable, transparente, previsible y justo; ambiente
de negocios propicios para la inversión, entre otros.
El
ambiente de negocios propicio para la inversión es importante para atraer
flujos de ied, pues implica el costo requerido para las políticas y
regulaciones que las empresas siguen al abrir, operar, negociar, gravar
impuestos, cerrar y ejecutar contratos.
En
2017, 65 países y economías adoptaron al menos 126 políticas de inversión,
donde el 84% eran favorables a los inversores. Se brindaron condiciones de
entrada en una serie de industrias, como el transporte, la energía y la
industria manufacturera. No menos importante, se promovieron y facilitaron las
inversiones simplificando los procedimientos administrativos, ofreciendo
incentivos y estableciendo nuevas zonas económicas especiales (ZEE, UNCTAD,
2018).
En
síntesis, el Estado debe ser el promotor en el diseño de un programa de recepción
de inversión extranjera dirigido y focalizado de acuerdo con las necesidades de
desarrollo económico y social.
César
Andrea Pérez
03
de junio de 2020.
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