https://www.project-syndicate.org/commentary/america-facing-1970s-style-stagflation-threat-by-kenneth-rogoff-2021-08/spanish
¿Volvieron los 70?
Aug 31, 2021KENNETH
ROGOFF
CAMBRIDGE – Con la desastrosa salida
de Estados Unidos de Afganistán, los paralelismos entre los años 2020 y los
años 1970 no hacen más que aumentar. ¿Un período sostenido de alta inflación se
ha vuelto mucho más factible? Hasta hace poco, habría dicho que las
probabilidades estaban claramente en contra. Hoy, no estoy tan seguro,
especialmente si miramos unos años hacia adelante.
Muchos economistas parecen considerar que la inflación es un
problema puramente tecnocrático, y a la mayoría de los banqueros centrales les
gustaría creerlo. De hecho, las raíces de una inflación sostenida parecen
surgir de problemas vinculados a la economía política y, en este sentido, la
larga lista de similitudes entre los años 1970 y hoy es inquietante.
Fronteras adentro, luego de un período en el que el
presidente norteamericano desafía las normas institucionales (Richard Nixon fue
la versión de los años 1970), asume la presidencia una persona verdaderamente
decente (en aquel momento, Jimmy Carter). En el exterior, Estados Unidos sufre
una derrota humillante a manos de un adversario mucho más débil, pero mucho más
decidido (Vietnam del Norte en los años 1970, los talibanes hoy).
En el frente económico, la economía global sufre una
desaceleración prolongada de la productividad. Según el informe magistral sobre
innovación y crecimiento del economista Robert Gordon de la Universidad
Northwestern, The Rise and Fall of American Growth, los
años 1970 marcan un punto de inflexión en la historia económica de Estados
Unidos, gracias a una marcada desaceleración en la innovación económica de
relevancia. Hoy, aun si los pesimistas de la productividad subestiman
sobremanera los logros fenomenales que aportará la próxima generación de
biotecnología e inteligencia artificial, un amplio corpus de trabajo determina
que el crecimiento de la productividad se ha venido desacelerando en el siglo
XXI, y ahora la pandemia parece estar infligiendo un nuevo golpe fuerte.
La economía global sufrió un gigantesco shock de oferta en
los años 1970, cuando los países de Oriente Medio aumentaron masivamente el
precio del petróleo que le cobraban al resto del mundo. Hoy, el proteccionismo
y un retroceso de las cadenas de suministro globales constituye un shock de
oferta negativo de iguales consecuencias.
Finalmente, a fines de los años 1960 y en los años 1970, los
grandes aumentos del gasto del gobierno no estuvieron acompañados por mayores
impuestos a los ricos. Los aumentos del gasto surgieron en parte de los
programas “Gran Sociedad” del presidente norteamericano Lyndon B. Johnson en
los años 1960, y luego fueron amplificados por el creciente costo de la Guerra
de Vietnam. Primero Johnson y después Nixon eran reacios a aumentar los
impuestos para cubrir estos costos. Temían una pérdida de respaldo político. En
los últimos años, primero los recortes impositivos de Trump, luego la
asistencia relacionada con la pandemia y ahora los planes progresistas de
expandir la red de seguridad social han afectado fuertemente el presupuesto
federal. Los planes para financiar estos costos aumentando impuestos solamente
a los ricos probablemente no alcancen.
In a world
that is finally waking up to the climate crisis, governments, businesses,
academics, and citizenries must rethink old assumptions, map out new
development pathways, and set increasingly ambitious whole-of-economy targets.
The work of achieving net-zero emissions has only just begun. At New
Summits, distinguished speakers will explore the challenges and
opportunities that lie ahead on the eve of a crucial moment for global climate
action.
Es verdad que, a pesar de todas estas similitudes, los bancos
centrales independientes de hoy constituyen un baluarte contra la inflación,
dispuestos como están a aumentar las tasas de interés si las presiones
inflacionarias empiezan a descontrolarse. En los años 1970, sólo unos pocos
países tenían bancos centrales independientes y, en el caso de Estados Unidos,
no actuaba como un banco independiente, al alimentar la inflación con una
enorme expansión monetaria. Hoy, los bancos centrales relativamente independientes
son la norma en gran parte del mundo. También es cierto que las tasas de
interés reales ultrabajas de hoy a nivel global ofrecen a los gobiernos de los
países ricos mucho más espacio para tener déficits del que tenían en los años
1970.
Por otro lado, los desafíos que implica mantener a las
poblaciones que envejecen se han vuelto mucho más difíciles en las últimas
cinco décadas (al menos en las economías avanzadas y en China). Los planes de
pensiones públicas infrafinanciados probablemente sean una amenaza mucho mayor
cuantitativamente para la solvencia del presupuesto gubernamental que la deuda.
Al mismo tiempo, las presiones sociales para aumentar el gasto y las
transferencias del gobierno han estallado en todo el mundo, en tanto la
desigualdad se vuelve más importante desde un punto de vista político en muchos
países, cosa que no sucede con el mejoramiento del crecimiento. Y confrontar el
cambio climático y otras amenazas ambientales, casi con certeza, ejercerá una
presión adicional en los presupuestos y ralentizará el crecimiento.
El marcado incremento de las deudas gubernamentales
inevitablemente hará que a los bancos centrales les resulte más doloroso desde
un punto de vista político aumentar las tasas de interés nominales si las tasas
reales globales empiezan a subir. Los altos niveles de deuda ya son razón
suficiente para que algunos bancos centrales hoy duden de si aumentar o no las
tasas de interés cuando se produzca una normalización post-pandemia, si es que
ocurre. La deuda privada, que también se ha disparado durante la pandemia,
quizá sea un problema aún mayor. Si hubiera incumplimientos de pago privados
generalizados, tendrían un enorme impacto fiscal como consecuencia de una menor
recaudación impositiva y costos más elevados de la red de seguridad social.
Antes de volvernos demasiado optimistas, recordemos que luego
de los años 1970 vinieron los años 1980 y 1990, y un gran resurgimiento del
crecimiento en las economías avanzadas, aun si no fue tan inclusivo como
habrían querido los responsables de las políticas. Pero sucede que para los
años 2030 falta mucho.
Los desafíos económicos de hoy son ciertamente solucionables
y no existen motivos para que la inflación tenga que dispararse. Los
principales banqueros centrales de hoy, como Jay Powell de la Reserva Federal
de Estados Unidos y Christine
Lagarde del Banco Central Europeo, son muy diferentes del maleable
Arthur Burns, presidente de la Fed en los años 1970. Ambos tienen excelentes
equipos de trabajo que los respaldan. Sin embargo, todos los bancos centrales
siguen enfrentando presiones constantes y les resulta difícil ser autónomos
indefinidamente, en especial si los políticos se vuelven débiles y desesperados.
La derrota humillante de Estados Unidos en Afganistán es un
gran salto para recrear la tormenta perfecta que condujo al crecimiento lento y
a la altísima inflación de los años 1970. Hace unas semanas, un poco de
inflación parecía un problema manejable. Hoy, los riesgos y los desafíos son
más altos.
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Kenneth
Rogoff, Professor of Economics and Public Policy at Harvard University and
recipient of the 2011 Deutsche Bank Prize in Financial Economics, was the chief
economist of the International Monetary Fund from 2001 to 2003. He is co-author
of This Time is Different: Eight
Centuries of Financial Folly and
author of The Curse of Cash.
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