Bolivia: una agenda de retos, por Félix Arellano
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El triunfo de Luis Arce, el candidato del partido del expresidente Evo Morales Movimiento Al Socialismo (MAS), en la primera vuelta de las recientes elecciones generales de Bolivia, ha sido contundente, su partido también controlará el poder legislativo. El civismo del proceso constituye un avance de la débil democracia boliviana; empero, la agenda de problemas es tan amplia y compleja, abarca aspectos económicos, sociales y políticos; graves riesgos para la futura gobernabilidad. En este contexto, llama la atención la potencial amenaza que representa Evo Morales, quien ya ha iniciado su campaña para tratar de consolidar su poder en el partido y en el país.
En la avalancha de votos a favor de Arce fue decisivo, particularmente frente a los indecisos, su perfil de técnico que construyó el modelo económico de Evo Morales, fue su ministro de economía por doce años, y se caracterizó por un bajo perfil, alejado de los discursos radicales de su jefe. En la práctica, logró administrar los años de abundancia, producto de la bonanza en los precios de las materias primas impulsada, en gran medida, por las compras masivas de China en el mercado mundial.
En esta oportunidad, al asumir Luis Arce la presidencia, las perspectivas económicas se presentan desalentadoras. La pandemia del covid-19, está afectando la economía mundial, y si bien China parece recuperarse con mayor celeridad, el nivel de sus importaciones de materias primas no proyecta un crecimiento significativo. Producto de los perversos efectos de la pandemia, se proyectan en Bolivia una reducción de las exportaciones y de la capacidad productiva, en el marco de un creciente déficit fiscal. La economía informal, sector fundamental para enfrentar la pobreza, también se reduce; lo que está generando un crecimiento del desempleo. En tales condiciones es previsible una potencial inestabilidad social.
A este sombrío panorama, debemos sumar un país polarizado y, en gran medida, radicalizado. Es histórica la división de Bolivia en dos sociedades, cuyas distancias han crecido en el tiempo. Un occidente montañoso, más rural, de alta densidad indígena con mayores niveles de pobreza y un oriente más industrializado y modernizado.
Evo logró reducir la inestabilidad propiciando una mayor autonomía a la llamada “media luna boliviana” que, en sus radicalismos, ha llegado a plantear la independencia. La división histórica se ha confirmado en los resultados electorales y Arce ha perdido en Beni, Tarija y obviamente en Santa Cruz.
La testarudez de Luis Fernando Camacho, el líder de Santa Cruz, de mantener su candidatura, afectando las posibilidades de la oposición democrática boliviana, se corresponde con su agenda personal, de medir su liderazgo con miras a los próximas elecciones regionales, pero también evidencia una actitud social y cultural del pueblo cruceño, que afecta directamente a la gobernabilidad y estabilidad de la democracia boliviana.
La presión del oriente, coloquialmente llamado “camba”, representa un reto para el nuevo gobierno; empero, un aspecto paradójico en la agenda, tiene que ver con las amenazas a la gobernabilidad que pueden provenir del propio partido de gobierno, el fantasma de Evo se presenta como un potencial obstáculo para la consolidación de una democracia competitiva estable en Bolivia.
Un tema de preocupación desde que se visualizó el triunfo de Luis Arce, es el relativo a su autonomía frente a Evo Morales, tales temores en buena medida se fundamentan por el bajo perfil de su actuación como ministro de economía. Pero la lectura puede ser diferente, pues en la práctica Arce impuso su visión de la economía, pese al anacrónico discurso del Presidente. Adicionalmente, frente a estos legítimos temores, Luis Arce ha reaccionado claramente: “Evo es bienvenido, pero no forma parte del gobierno”.
En principio, en la lucha por el control del partido Evo se enfrenta a David Choquehuanca el Vicepresidente electo, lo que le permite a Luis Arce mediar en la construcción de equilibrios, pero debe estar consciente del poder de Evo como contrincante. Controla el sector radical del partido, y tradicionalmente ha utilizado el grupo paramilitar de “los ponchos rojos”, para promover violencia e inestabilidad; además tiene experiencia en destruir gobiernos democráticos.
Evo no es adversario fácil, ni aliado confiable. En este contexto, y para definir su posicionamiento, Evo ha iniciado una activa campaña, que incluye una mayor vinculación con los gobiernos autoritarios de la región y, al respecto, ha llegado de visita a Venezuela.
Para lograr gobernabilidad Arce deberá construir un frágil equilibrio político con Evo Morales y, todo indicia que ese equilibrio contempla mayores concesiones al grupo radical en los temas de la política exterior, las señales las estamos observando, al sumarse a la petición de Evo Morales de solicitar la renuncia del Luis Almagro como Secretario General de la OEA, no obstante que la misión de observación de la OEA en las recientes elecciones, ha confirmado su triunfo. Por otra parte, en recientes entrevistas ha señalado que prontamente restablecerá relaciones con los gobiernos autoritarios de la región.
En este contexto resulta conveniente que nuestra oposición democrática promueva, por todas las vías posibles, una campaña de sensibilización del nuevo equipo de gobierno en Bolivia, frente a los graves problemas que en materia de derechos humanos y respeto a la institucionalidad democrática enfrenta nuestro país, pero también Nicaragua y obviamente Cuba.
Inicialmente corresponde el beneficio de la duda y no satanizar al nuevo gobierno. Luis Arce no es Evo, por el contrario, podría resultar uno de sus potenciales adversarios.
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