Los verdugos de Venezuela, y VI:
Los buenotes.
Humberto García Larralde, economista, profesor (j),
Universidad Central de Venezuela, humgarl@gmail.com
Venezuela se
encuentra devastada, incapaz de proveer condiciones de vida mínimamente
satisfactorias y dignas a la inmensa mayoría de su población. Su economía ha
sido destruida, su industria petrolera desvalijada y los servicios públicos
despojados de los recursos para su mantenimiento. Los venezolanos pasan días
enteros –sino semanas—sin agua, con cortes recurrentes de luz y ausencia de
gas, con pérdidas cuantiosas para el presupuesto familiar. Estas calamidades se
acrecientan por la falta de gasolina, el colapso del transporte, ingresos
miserables y la terrible inseguridad personal. Y ahora, con el informe de la
Comisión de Verificación de Hechos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU se
confirma la perpetración de prácticas consideradas crímenes de lesa humanidad
contra la población por parte de Maduro y su combo. Denuncias similares se
venían haciendo desde hace tiempo por Foro Penal y otras ONG, y por la Oficina
de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, Michele Bachelet.
Lo insólito y
cruel es que tal tragedia ha sido urdida deliberadamente por quienes ocupan el
poder. Una cúpula militar enviciada y una jerarquía política enferma han
prohijado un entramado de complicidades con bandas criminales y traficantes de
todo tipo para conformar un régimen de expoliación que está acabando con el
país, ante la mirada alcahueta de un tribunal supremo vendido. Bajo tutoría
cubana, Maduro ha logrado aglutinar en torno suyo a los personajes más
perversos, lo peor de la sociedad, asociándolos a este proceso de depredación.
Su estructura de poder es propia de una corporación criminal. Pero, sin tal
entramado de complicidades no se explica su permanencia frente al Estado.
Los atropellos
que ha cometido y la violación abierta de los procedimientos democráticos, ha
suscitado el repudio de unos 60 países al régimen, entre los cuales cabe
mencionar los latinoamericanos que conforman el Grupo de Lima, EE.UU., Canadá y
la Unión Europea. Si bien ello se ha reflejado en sanciones crecientes contra
los perpetradores de los crímenes cometidos contra Venezuela y su gente, la
resistencia y/o confusión –¿deliberada?-- de algunos actores en esos países,
como al frente de terceros, ha logrado paliar otras, más severas, ofreciendo
cierta salvaguarda al régimen fascista. Esgrimen, con sinceridad discutible, su
oposición a cualquier forma de intervención en Venezuela, la necesidad de
buscar una salida negociada, la autodeterminación de los pueblos, la
inviolabilidad de la soberanía y otros alegatos “políticamente correctos”. En la
medida en que se trata de argumentos, en principio, loables –todo el mundo
preferiría una salida pacífica, concertada entre venezolanos-- podemos designar
a quienes los esgrimen, como los “buenotes”. Pero en la medida en que sus
acciones ofrecen respiro a las mafias que depredan al país, se asocian
objetivamente con ellos, como sus verdugos.
Sin duda hay
quienes asumen estas posturas de buena fe, convencidos de que es el único
camino para superar esta tragedia. En el otro extremo, asquean los que, haciéndose
pasar por bien intencionados, se les distingue el cinismo a leguas. Entre éstos
pueden señalarse los de la operación alacrán, ´diputados “formalmente”
opositores, vendidos para usurpar la directiva de la Asamblea Nacional, y
personajes como José Luis Rodríguez Zapatero, de quien no tengo dudas de estar
en la nómina del fascismo madurista. Todavía más allá, se asoman los enemigos
de la democracia, quienes esconden su afán de acabar con las libertades detrás
de la bandera del antiimperialismo y de la defensa de los pueblos oprimidos.
Aquí encontramos satrapías como la iraní y gobiernos autocráticos como el de
Putin y Erdogán, sin mencionar los despotismos dinásticos de Cuba y Corea del
Norte. Pero estos últimos contribuyen bastante poco a vender una imagen
positiva de Maduro ante el mundo. Son caimanes del mismo pozo, cómplices
abiertos de la destrucción del país. Difícilmente pueden pasar como “buenotes”.
Más preocupante
es el vasto espectro intermedio, de cuyas intenciones no siempre puede uno estar
seguro, que inciden en la conformación de la opinión pública, tanto nacional
como internacional. Ello es así porque sus alegatos invocan valores genéricos
que tocan las fibras sensibles de muchos. Los que no estén informados de la
situación nacional pueden fácilmente reprimir todo juicio crítico ante estas
nociones. Muchos que se consideran “progresistas” se dejan llevar por una
retórica profusa en simbolismos de izquierda para absolver atropellos que, sin
duda, serían condenados si proviniese de dictaduras de derecha. El neofascismo
chavista está muy consciente de ello. Alimenta un imaginario en el que es
víctima del imperialismo y de las sanciones internacionales impuestas a sus
personeros. Por más gastadas que estén estos clichés, es antipático aparecer
convalidando acciones del imperio contra una “revolución” de un país pequeño,
que lucha “en beneficio del pueblo”. La burbuja ideológica que se ha construido
el Chavo-madurismo proporciona una formidable defensa detrás de la cual
agazaparse, sustituyendo el mundo real por una ficción que convierte sus
crímenes en logros “revolucionarios”.
Un ejemplo es la
“ley constitucional” (¿?) Antibloqueo. Este esperpento jurídico, salpicado con
subtítulos altisonantes referidos al “pleno disfrute de los derechos humanos
del pueblo venezolano”, el “desarrollo armónico de la economía
nacional”, “la plena soberanía sobre todas sus riquezas y recursos naturales”,
la “recuperación
del ahorro de los trabajadores y trabajadoras” o la “atención
prioritaria de planes, programas y proyectos sociales”, constituye,
en realidad, una patente de corso para que Maduro obvie el ordenamiento
jurídico que regula cualquier tipo de negocios, tanto a nivel nacional como
internacional, y alegue reserva y confidencialidad para no presentar cuentas.
Este libertinaje normativo, el extremo opuesto al régimen asfixiante que,
durante años, se quiso imponer como socialismo, no ofrece, como tampoco aquel,
garantía institucional alguna para el desarrollo de la iniciativa privada.
Favorece operaciones a discreción con los activos del estado, facilitando aún
más, la depredación de las riquezas minerales del país que, en buena parte,
terminan en los bolsillos de algún representante de las
mafias.
¡Mayor cinismo
en el enunciado de sus propósitos, imposible! Mientras más aislado, más se
atrinchera Maduro en su mundo de embustes para continuar destruyendo al país.
Se le estrecha la mente, como revela la referencia al “bloqueo”, símbolo
retórico del antiimperialismo cubano. Contra toda lógica, en sus momentos más
difíciles, los maduristas se vuelven más fanáticos e intratables. Este blindaje
contra la realidad es propio de todo régimen fascista. Como muestra está el
empeño de pasar la aplanadora de unas “elecciones” parlamentarias fraudulentas
al costo que sea, que nadie, salvo los cómplices de la corporación criminal
internacional que se ha apoderado de Venezuela, van a reconocer.
Difícil objetar
la búsqueda de una salida pacífica negociada, aun cediendo posiciones a
representantes de la mafia para que puedan escapar. Lamentablemente, la
oligarquía militar – civil ha rechazado, una y otra vez, tales propuestas. Es
su naturaleza. Es menester, por ende, lograr una posición de fuerza que la haga
ver que no tiene otra alternativa, que su salida negociada es la única opción.
Para ello debe neutralizarse las confusiones de los “buenotes”. Es menester
separar el grano de la paja y hacer aun mayores esfuerzos por desnudar la
impostura de los criminales que acaban con Venezuela.
En el pasado,
los epígonos de Hitler y Mussolini terminaron siendo reconocidos como lo que
fueron: enemigos de la humanidad, superadas las ilusiones que sembró en Munich
el Primer Ministro Británico, Chamberlain. Hoy toca situar a los Rodríguez
Zapatero y demás cómplices como lo que en verdad son, defensores del fascismo.
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