El fascismo y la
desestabilización del país
Humberto García Larralde, economista, profesor (j),
Universidad Central de Venezuela, humgarl@gmail.com
¿En
qué país viven? ¿A quiénes se dirigen?
Tal
conducta es expresión de que el combo de pillos y torturadores, con Maduro a la
cabeza, ha decidido tirar la toalla en cuanto a “legitimarse” con carantoñas al
juego democrático, como aquello de liberar presos políticos –como si fuera una
concesión—, cuando el mundo está más que claro que nunca debieron estar presos.
El empeño, hasta ahora no abortado, de insistir en las elecciones trampeadas de
diciembre, cuando ya se ha cantado por adelantado el fraude a los cuatro
vientos, es muestra de que, desde hace tiempo, no saben donde queda el freno en
su carrera alocada al precipicio. Pero así es el fascismo. Peor que Jalisco, ni
el empate lo satisface. O aplastan al otro o se inmolan. Recordemos a Hitler en
su bunker echándole pestes a sus compatriotas por no haber estado a la “altura”
de sus designios de grandeza y prefiriendo suicidarse ante su derrota, que
negociar una salida.
Quien
esto escribe, a pesar de haber insistido siempre en la naturaleza fascista o
fascio-comunista del régimen, aboga por su salida pacífica, negociada, en aras
de ahorrarle al país mayores sufrimientos. Ya ha sufrido demasiado. Pero su
actitud hace cada vez más difícil acordar las bases mínimas de tal negociación.
Como Hitler, prefieren atrincherarse en su bunker –no de concreto, sino de
fantasías ideológicas—, que enfrentar la realidad. Mientras quede algo por
robar –y están raspando con ahínco el fondo del barril—no cederán.
Pero
hace tiempo se les acabó la farsa. Su bancarrota se exalta ahora al encargar al
esbirro militar, Reverol, ¡de la economía! ¡Ni gasolina son capaces de
asegurar! Su monigote “revolucionario” no tiene vida, es absolutamente
inviable y su único destino es la muerte. Lamentablemente, no sólo del proyecto
en sí, sino de buena parte de venezolanos, si no salimos pronto de él.
Por más difícil que pueda parecer la situación de las fuerzas democráticas en estos momentos, el futuro –y no muy lejos—les pertenece. ¿Hasta cuándo los fascistas van a prolongar el sufrimiento, torpedeando toda posibilidad de una salida que pueda ampararlos en lo inmediato –la justicia tardará, pero eventualmente llegará--, para sumergirse en su burbuja de consignas copiadas, imaginándose “blindados” contra la realidad? ¿Es que realmente creen que así habrán de salvarse? ¿Es que no queda nadie sensato ahí, con los pies en la tierra? ¿Todos son criminales enceguecidos por la rapiña?
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