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Impacta observar como dos países, del muy reducido grupo de la región que han logrado crecimiento económico sostenido por varios años y estabilidad política, han entrado en una fase de explosión social, cuyas consecuencias pueden resultar impredecibles, nos referimos a Chile, cuya agitación inicio en octubre del 2019, pero en estos días, en plena pandemia, han resurgido focos de protesta y, más recientemente, Costa Rica.
No es fácil realizar comparaciones pues cada realidad tiene su especificidad y es producto de un conjunto de múltiples variables que se interrelacionan generando consecuencias sociales particulares, empero, podemos apreciar algunas tendencias tanto en las bondades de los modelos, como en sus debilidades y, en ese contexto, podríamos extraer algunas lecciones.
En esta reflexión realizamos una breve aproximación, pero estamos conscientes que los casos requieren de una revisión más exhaustiva, que permita aportar elementos para las urgentes soluciones. Resulta fundamental evitar que estos proyectos exitosos entren en una espiral destructiva.
No podemos olvidar que los movimientos radicales están trabajando para destruir las instituciones libres y democráticas. Por otra parte, tampoco debemos desconocer que las posiciones personalistas, cuya soberbia genera divisiones, facilitan las condiciones para los radicales.
En una primera lectura, sorprende las interesantes coincidencias se pueden encontrar entre los dos casos, entre otras, podemos destacar: ambos modelos se fundamentan en la economía de mercado, con la apertura comercial como factor fundamental y una inserción eficiente en la economía mundial. Ambos han logrado avances significativos de modernización y competitividad en sectores que participan activamente en el comercio internacional, han crecido económicamente de forma sostenida por varios años, ambos están vinculados con OCED (Costa Rica en adhesión). Por otra parte, han logrado estabilidad democrática, un aval que favorece la atracción inversiones. Al observar los indicadores sociales también se aprecian niveles importantes de inversión pública en aspectos sociales.
Pudiéramos considerar que ambos casos representan un oasis económico en sus contextos. Chile lo ha sido por muchos años en la región y Costa Rica en Centroamérica. En estas condiciones no puede menos que sorprender el estallido social y la intensidad de las protestas, particularmente en Chile, pues en varios casos se caracterizó por el vandalismo y la destrucción. ¿Son los movimientos radicales, como del Foro de San Pablo, los responsables? Indiscutible que tienen su cuota de participación y aprovechan la oportunidad, pero no son los principales responsables, pues lamentablemente también encontramos la otra cara que tiene que ver con las limitaciones de los modelos, donde encontramos sorprendentes coincidencias.
En el marco de la crisis llama la atención como varios analistas coinciden en destacar que en ambos casos se ha dado un crecimiento económico importante, pero limitado y, paralelamente, también han crecido la desigualdad y la exclusión de diversos grupos sociales. La exclusión social desatendida en las democracias se transforma en una potencial bomba de tiempo, y los radicales y populistas están al acecho de esas oportunidades para promover el caos.
En ambos casos nos encontramos que prosperidad, competitividad, mejores condiciones sociales se tiende a concentrar en sectores limitados; diversos grupos sociales, entre otras razones, por la brecha tecnológica, no logran mejorar sus condiciones de vida. El sector rural representa un grupo de vulnerabilidad, también las mujeres y, en el caso de Chile se suman los indígenas.
En los dos casos se reproduce la crisis de expectativas de la clase media, que ha logrado avances importantes en términos de bienestar y va encontrando cuellos de botellas por múltiples razones, como la ineficiencia en los servicios públicos, mala administración, políticas regresivas en términos sociales. La apertura y la inserción en la economía mundial tiene efectos positivos que se limitan a sectores reducidos, en consecuencia, para los excluidos el discurso que sataniza el libre comercio va encontrando aceptación.
Frente a las inequidades de la apertura resulta fundamental el papel de equilibrio por parte de los gobiernos democráticos, mediante incentivos y nuevas oportunidades para los menos favorecidos por ejemplo: los fondos de apoyo social, la educación técnica, el apoyo al emprendimiento de los pequeños y medianos; son algunos de muchos incentivos que los gobiernos deberían promover para evitar que los excluidos se transformen en violencia.
Otro factor que se puede apreciar en ambos casos tiene que ver con la crisis de la institucionalidad política, una creciente desconfianza de los sectores sociales en la política y, en particular, a los políticos. En el caso de Costa Rica ha influido sensiblemente la sensación de una creciente corrupción en altos niveles del sector público y la ineficiencia, que ha llevado a la crisis económica, que justifica las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), para lograr un auxilio financiero, que ha sido uno de las detonantes del estallido social.
En el caso de Chile, la percepción de que el país sigue controlado por las élites e instituciones de la dictadura, pues la Constitución se mantiene desde los tiempos de Pinochet, puede resultar exagerada, pero tiene amplio respaldo. Ante la profundidad de las protestas, los chilenos democráticos, excluyendo al partido comunista, llegaron al acuerdo de efectuar un plebiscito que consultará al país sobre la reforma de la Constitución, que por haber sido suspendido, dada la pandemia del Covid-19, estimuló el relanzamiento de las protestas.
En Costa Rica el Presidente Carlos Alvarado ha suspendido las medidas de austeridad e incrementos de impuestos acordada con el FMI, en Chile se espera los resultados del plebiscito. En ambos casos reina la tensión que afecta a toda la región, es evidente que la mala administración que incluye el menosprecio a los más vulnerables, se revierte como un polvorín que puede llegar a destruir la institucionalidad democrática y las libertades.
Tenemos varios ejemplos en la región donde la revisión de la constitución ha favorecido el populismo y el autoritarismo, que luego, con represión y violación sistemática de los derechos humanos, busca perpetuarse en el poder.
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