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Algunos definen al 2020 como un año de destrucción y, al 2021, desde una perspectiva optimista, como el año de los retos, la construcción y la transformación. En realidad nos debatimos entre la incertidumbre pesimista y la esperanza de un mejor porvenir, pero son muchas las contradicciones que se perfilan en nuestro horizonte, tanto en el contexto global, como a escala local y personal.
Que haya iniciado el proceso de vacunación para enfrentar el covid-19 y que la ciencia esté logrando avanzar en tiempo récord —tanto en el conocimiento del virus como en su posible control— y con un interesante intercambio de información entre las empresas farmacéuticas; son razones para el optimismo; empero, de inmediato aparecen nubes, como las mutaciones del virus, la real efectividad de las vacunas y sus potenciales efectos secundarios.
Que se logre controlar el virus y reducir sus niveles de letalidad será un avance significativo; pero, varias inquietudes se presentan, por ejemplo: ¿los beneficios llegarán a los sectores más vulnerables?, o se confirmará la tesis que define al covid-19 como el virus de la pobreza. La vacunación ha llegado a nuestra región y han iniciado el proceso México, Costa Rica y Chile, y de nuevo surgen dudas: ¿llegará a los países en peores condiciones económicas y a los sectores más marginados en la región?
Tales temores tornan apremiante el fortalecimiento de la cooperación internacional para apoyar a los países más débiles de forma efectiva en la lucha contra el virus. La lucha efectiva es un aspecto crucial, toda vez que en muchos países pobres la salud es objeto de manipulación política y gran corrupción. Es posible que la cooperación permita suministrar insumos y, eventualmente, la vacuna. Lo difícil es que pueda llegar a los sectores más necesitados.
Producto de la pandemia podemos confirmar que los procesos de diálogo, negociación y cooperación —también la sociedad civil nacional e internacional— juegan un papel fundamental para enfrentar las amenazas del mundo global.
Los virus, que seguirán existiendo, son una amenaza global y para enfrentarlos se requiere, entre otros, la cooperación de diversos actores; en particular, los gobiernos, las empresas farmacéuticas y la academia.
Ahora bien, los gobiernos autoritarios, que se han visto reforzados con la pandemia, poco se interesan en el fortalecimiento de la cooperación y de la sociedad civil, por el contrario, hacen todo lo posible para su control o eliminación.
Otro elemento que se potencia producto de la pandemia es el multilateralismo. Las organizaciones internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), no obstante sus debilidades, constituyen instrumentos necesarios para poder enfrentar los retos de la dinámica global. Retirarse de las organizaciones internacionales, como fue el caso de Donald Trump en la OMS y la UNESCO, o promover su debilitamiento, como intentan los gobiernos autoritarios, no genera mayores beneficios y afecta directamente a los más vulnerables.
En el 2021 se deberían redoblar los esfuerzos para avanzar en la revisión y fortalecimiento de las organizaciones multilaterales, para que puedan actuar más activa y efectivamente; en especial, en la alerta temprana de las graves amenazas que puede enfrentar la humanidad en su conjunto.
El nuevo gobierno de Joe Biden en los Estados Unidos genera confianza en el fortalecimiento del diálogo, la negociación y la cooperación, en múltiples temas de la agenda internacional, en particular en materia ecológica y derechos humanos; pero la tarea no es fácil, la herencia que recibe es desalentadora y, la eventual formación de una corriente trumpista en la política y en el Congreso, puede hacer mucho daño, promoviendo obstáculos a todos los esfuerzos de cambio. Un gran reto para el partido republicano que podría quedar secuestrado por una corriente radical y populista.
La nueva administración en los Estados Unidos se enfrenta con un conjunto de amenazas de carácter estructural, que han sido erráticamente manejadas por Donald Trump, es el caso de las relaciones con China y Rusia, las amenazas a la seguridad internacional de Irán y Corea del Norte y los casos de Cuba, Venezuela y Nicaragua en la región.
Con la pandemia se han intensificado las debilidades del orden internacional y surgen nuevos retos, entre ellos, incrementar la creatividad para la construcción de gobernabilidad internacional, lo que exige de la mayor participación de actores internacionales. Esperamos que la administración de Biden pueda contribuir en este esfuerzo.
Pero con el covid-19 también está cambiando nuestra vida cotidiana, introduciendo elementos interesantes para incrementar nuestra productividad, con las herramientas electrónicas; empero, entre los cambios también se presentan amenazas sociales y emocionales.
El distanciamiento social, el aislamiento, las nuevas oleadas del virus, entre otros, están incrementando la depresión y la ansiedad y, tradicionalmente, el tema emocional resulta poco relevante en las políticas públicas y en la cooperación internacional.
La pandemia está demostrando, entre otras, que se requiere de una comunidad internacional más cooperativa; que los gobiernos democráticos han resultado más eficientes en el manejo de la crisis y que debemos adoptar esquemas flexibles en nuestro comportamiento personal para poder enfrentar las complejidades del presente. Esto significa asumir una actitud de vida positiva, creativa, reflexiva y cooperativa en el nuevo año. Todo lo mejor posible para el 2021.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.
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