CAMBIOS EN LA ECONOMÍA (varias
administraciones y la actual… …uf!!!!)
EDUARDO ORTIZ RAMIREZ
Igual que sucedió en el segundo
gobierno de Carlos Andrés Pérez II (1989/1993) y en otros gobiernos –de antes o
después de este último-, en los casi 20 años de la administración bolivariana actual,
ha estado presente la idea de ejecutar cambios en la economía (cambio económico). En varios de ellos,
sin embargo, más han sido las medidas efectistas o, también, las de efectos
negativos reales, que los resultados positivos en cuanto a crecimiento, cambio económico –ni que decir
institucional- registrados para el conjunto de agentes económicos y ciudadanos
de la nación.
En la literatura y cultura económicas,
está suficientemente claro lo que se entiende como cambio estructural en la economía. La modificación de la posición y
presión de distintos sectores económicos, la distribución del empleo junto a
los cambios en sus grados de especialización o tecnificación, los aumentos en
la productividad y el mejor desempeño de la nación y su agentes en términos de
competitividad y niveles de bienestar alcanzado, son, entre otros, parte de los
elementos que tradicionalmente se evalúan para tales asuntos.
Es claro que esto es un proceso dinámico donde el factor tiempo no
es irrelevante. Pero, también, es entendido que su relevancia no debe
llevar a desplazar la materialización de expectativas positivas sólo para el
largo plazo. No se requiere mucha agudeza para verificar que tales cambios no
se han dado en el período de la administración bolivariana, abarcando los gobiernos
del presidente HC y NM. En atención a estos menesteres, pueden ubicarse por lo
menos tres perspectivas que han estado presentes sobre el cambio económico.
La primera, es
la manera tácita que ha tenido el “gobierno revolucionario” de concebir el cambio estructural. El calificativo de
tácita deriva de que, aun con sus deseos, esta manera de concebir el cambio
económico cada día se les ha hecho más difícil de materializar. La misma
concierne a las ideas socializantes que, sobre todo a partir de 2002 y 2007 han
asomado o expresado –abiertamente o no, según los casos-, aunque la
Constitución de 1999, grosso modo, dice otra cosa. No habiéndose materializado
un proceso socialista-comunista, los “revolucionarios” han optado por una
especie de justicialismo puntual,
atendiendo a aquellos instrumentos que consideran permiten y permitirán
materializar la “revolución” con el transcurrir del tiempo, como es el caso de
la Ley de tierras, expropiaciones, estatizaciones, creación de empresas/organismos
y ministerios, control de los poderes autónomos -poniéndolos a sus servicios-, desinstitucionalización del país y ejecución pertinaz
del control de cambio y supuestos/reales controles de precios, entre otros
tantos elementos. Pero también, con aquel tipo de menú repetitivo, como son
buena parte de las llamadas medidas sociales y productivas (CLAP, bonos o estabilidad
laboral) que han buscado, entre otras cosas, compensar efectos de otras como la
flotación del $ llevada al extremo, a pesar de CADIVI/DICOM y cualesquiera otra
figura que no ha impedido el aterrizaje del dólar en los 150 soberanos (promedio
actual del mercado paralelo) y el alto desbarajuste
inflacionario conocido ya en el mundo como la particular hiperinflación
venezolana y que se perfila ascenderá a millones % para 2019, según unas y
otras estimaciones.
La segunda,
atañe a la idea de que el cambio
económico puede mantenerse, apuntalarse, ampliarse, profundizarse o
realizarse, según el caso, con el cambio de ministros. Es larga la experiencia
venezolana en estos menesteres. En una cultura que ha sido –y hoy día más que
nunca lo es- altamente presidencialista, debe tenerse a mano la pregunta de
¿para qué sirve un ministro? Normativamente, puede uno pensar que los ministros
requieren autonomía y posibilidad de que sus opiniones sean tomadas en cuenta.
El ciudadano podría así evaluar, si un ministro lo está haciendo bien o de
manera diferente a sus predecesores. Si no es este el caso, pasan a ser
entonces los ministros, funcionarios que acoplan su punto de vista a lo que
quiere el Presidente o a lo que se denomina en ciertos ambientes la línea política. Es el caso así que, en
los últimos y variados gobiernos, ha habido ministros con preparación, pero
totalmente fútiles en términos de sus determinaciones, porque el Presidente de
turno es el que ha determinado todo el rumbo o han pasado a formar parte, junto
con él, de una especie de camarilla,
que no tiene que ver con el sentido más responsable del trabajo en equipo, del
respeto de distintas opiniones y, en último lugar, de la democracia.
Curiosamente, fue, en ese particular segundo gobierno de Caldera (1994/1999),
donde a algunos ministros se les dio – con mucha conveniencia para el Presidente- más autonomía.
La tercera,
atañe a la perspectiva de una especie de relativo
consenso que se ha venido estructurando con planteamientos originados y
discutidos en distintos ambientes y que no tenía ni tiene que ver con los
extremistas del neoliberalismo, ni con la perspectiva tecnocrático-conservadora
que se mantenía –según grados y casos- en algunos ambientes públicos o privados
antes de que la administración actual extendiera sus mecanismos de control e
influencia, como era el caso de PDVSA-. Se
trataba y se trata, de que realmente debe diversificarse la economía, con
sus respectivas consecuencias en las exportaciones y con el aumento de las
interrelaciones técnico-económicas y comerciales entre sus áreas petrolera y no
petrolera. Se trataba y se trata,
también, de que ello debe apuntalarse en el desarrollo de la competitividad y
la productividad, respetándose los derechos de propiedad privada, impulsándose
el cambio institucional y la meritocracia –que no siempre está presente en los
grados o en todos los lugares donde se dice que lo ha estado o que lo está- e
impulsando un cambio institucional,
que aparte aquella poco productiva y no disciplinada imagen, que se ha
desprendido de los ministerios y que en el actual “gobierno revolucionario” se
ha mantenido y profundizado en su resultados negativos, deteriorándose ministerios
y empresas del Estado, que ahora buscan recuperarse como que se hubiera
descubierto el agua tibia[1].
Para este tercer perfil del cambio económico, pueden anotarse dos ideas que
se han venido difundiendo y aceptando en distintos ambientes, aun con lo que es
su preliminar carácter obvio. La primera
idea es que, la materialización de este tercer perfil requiere atender, considerar y beneficiar a los
sectores menos favorecidos en la distribución del ingreso sin la discriminación
y la condicionalidad del uso de instrumentos sesgados, donde a los ciudadanos,
no les queda otra opción sino la de la aceptación de la condicionalidad. Pero, a
pesar de esta discusión, no debe seguirse teniendo indiferencia ante los
perniciosos efectos de la concentración y regresión de la distribución señalada,
que no es, por lo demás, un tema descubierto por los “revolucionarios” o sus líderes.
La segunda idea, atañe a la vieja
problemática de profesionalizar la
gerencia pública que se ha venido extendiendo hacia el propio perfil que deberían
tener los políticos y funcionarios, así como hacia los que, de nuestra parte,
hemos llamado líderes del desarrollo, que
son aquellos personajes de la política que poseen Liderazgo Visionario para enrumbar el país por los caminos del
crecimiento y desarrollo, aunque no son necesariamente los incluidos en los figurines
de la política, quienes están mejor dotados de estas condiciones .
En tales sentidos, las ejecutorias de
la actual administración y su duración en el tiempo parecieran estar marcando
una especie de Karma en cuanto a daños en la institucionalidad del país, en su
disponibilidad de flujos de caja, en la organicidad de valores y disposiciones
de distintos individuos y grupos, y que se presenta como una relación
directamente proporcional entre estas últimas
disfunciones y el tránsito del
tiempo. Y, en tal sentido, dure lo que dure el actual gobierno, compuesto por
el mandato de dos presidentes –HC, NM-, los próximos políticos y funcionarios
se encontrarán –y deberán encontrarse- con un ambiente mucho más exigente, no
solo por los criterios de lo normativo
sino por el conjunto de daños acumulados. En tal perfil, si bien no imposible,
reencaminar a la nación y la economía será una labor intrincada –donde habrá,
indudablemente, cosas de soluciones más rápidas y cosas más lentas-, a pesar de
todos los optimismos y todas las eficiencias que se puedan ejecutar.
En la mirada retrospectiva que puede
darse hasta cuarenta años atrás (1977/1978, ya años de crisis generadas en la Venezuela
Saudita) puede acotarse que, en cuanto a cambio
económico, muchas cosas siguen sólo en proyecto.
@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario