EL EMPOBRECIMIENTO Y LA
RECESIÓN VISTOS DESDE UN MERCADO
EDUARDO ORTIZ RAMÍREZ
Siento una fascinación por los
mercados propiamente dichos –y también por los supermercados-. Entrar a ellos
cuando son agradables, bien surtidos y espaciosos me produce lo que Hermann Hesse llamaba pequeñas alegrías. Creo que fue de
Guillermina mi madre, de quien aprendí el gusto por tales espacios. En
particular, mercados he visitado numerosos en el país y en otros países, en
varios casos con agrados y recuerdos de cosas y personajes inolvidables. Los mercados
resumen parte de la cultura y la economía de un país.
Uno de esos que inspira esta nota, es
el mercado de Catia, ubicable hoy en
día entre las estaciones Plaza Sucre y Pérez Bonalde del Metro de Caracas. Allí
se mantiene su vieja y llamativa construcción básica, seguramente muy de antaño
y remodelada en ocasiones. De adolescente, casi niño recuerdo en su entrada una
vendedora de bolsas para guardar el mercado, que ofrecía las mismas cantando una
especie de copla corta pegajosa y rutinaria[1]
y que se volvía consustancial a todo el ambiente. Esos conocimientos derivaron
del hecho de vivir varios años en una zona cercana a Agua Salud, muy llena de españoles,
portugueses y árabes y de cierta prosperidad comercial. La cual también era la conformación
de Catia hacia la zona del mercado, añadiéndose los italianos.
Claro, hoy día, por esta zonas, no
deambulan ni oficialistas encumbrados u hoy día de “buen vivir”, ni extremistas
de oposicion ni los llamados Mariscales del twitter, sino aquellos curiosos impertinentes, los que
la conozcan o que se consideren experimentados citadinos o conocedores de cosas
urbanas o simplemente gente necesitada o de la zona. Pero realmente Catia y,
toda esa zona y otras cercanas, son el comienzo de un espacio de la Gran Caracas,
inexplicable para unos, desconocido para otros o increíble para muchos otros.
Empezar a transitar la zona del
mercado, bajando desde Pérez Bonalde, es encontrarse inevitablemente con la
zona de mercado negro que resurge permanentemente,
como el Ave Fénix, a pesar de la acciones
gubernamentales o de los cuerpos policiales para evitar el bachaquerismo[2].
De un tiempo a acá, la administración bolivariana se ha planteado eliminar este
como otros sitios, donde se consiguen productos a mayores precios. Sin embargo,
siempre se consiguen, se desmantelan, se vuelven a organizar, a desmantelar y así
sucesivamente.[3]
Digan lo que digan quienes quieran, allí vimos hace poco harina, huevos,
azúcar, café, etc.
La pobreza en economía, se registra y
se mide de distintas maneras: coeficiente de Gini, distribución factorial o
familiar del ingreso, líneas de pobreza o indigencia, desarrollo humano,
canasta familiar/canasta básica, en fin variados instrumentos y formas de
registro. Todas terminan en lo mismo, que no es más que la medición propia del
nivel y la calidad de vida o puntos específicos de las mismas. Y, estas últimas,
siempre comienzan por el alimento, el vestido, el calzado y el aseo; lo demás,
arranca en la salud y termina en la educación, distracción, disfrute y el ocio.
Las recesiones, decrecimientos, trampas de pobreza se miden también por
distintas vías: dos semestres consecutivos con decrecimiento, ley de Okun,
atrofia de las variables macroeconómicas fundamentales, hasta oportunidades inexistentes
de empleo, falta de inversión o límites de recursos para financiar el
desarrollo. ¿Se pueden ver algunas de estas cosas a través de un mercado?
Evidentemente que sí. Algunos grandes economistas han terminado precisando cómo
la economía debe servir para estas cosas, solucionar problemas concretos,
atender cosas del bolsillo de los seres humanos, dar felicidad o registrar la
prosperidad y su ambiente en distintos países. Y, en tal sentido, lo indicado
hasta ahora nos da muestras de precios alterados, fenómenos expresivos de la
escasez y también cadenas informales de venta que transgreden la economía
formal y la existencia de reglas.
Caminemos más. A la zona fundamental del
mercado se puede accesar por varias entradas. Una de ellas da a la zona de
venta de carnes rojas y blancas. En el caso de las carnes blancas, como el pollo,
pudimos recordar conversando con compradoras, conocedoras y gente habituada al
mercado, lo que era esta zona hace 40 o 50 años. Numerosas familias españolas, atendían
las necesidades de los compradores en un ambiente ordenado y aseado y con la coquetería
oral que es típica de algunas mujeres españolas. Hoy día no había pollo, en
ninguna de sus formas. Solo estaban las vendedoras con caras largas, sin hablar,
sin nada que explicar, simplemente no había pollo. Por malos olores, no se pudo
transitar hacia otros espacios de esta zona, para ventas de carnes rojas –mayormente
vacías por lo demás-. Al salir del espacio de la venta de pollos inexistentes,
pudimos oír en las afueras del mercado, sobre una indescriptible cola para
comprar pollo no se sabía dónde. Transitando hacia los espacios donde siempre
vendieron café en polvo, ahora no hay ni café ni vendedores, solo una que otra expresión
poco formal para ser comparable a las antiguas
ventas de café[4].
Mención especial merecen las ventas
de quesos y charcuterías. De los mejores quesos, salchichones, jamones y embutidos
variados, siempre se consiguieron allí, desde buena calidad, buenos precios y
variadas presentaciones hasta osados vendedores -todos de origen europeo también-
que no veían espantos en si a un queso se le conseguía alguna irregularidad. Hoy día
no había queso o solo muy ocasionalmente en uno que otro expendio; charcutería muy
reducida y desordenada, pero la mejor expresión del estado de empobrecimiento y
recesión que se observa en el país y el mercado, es que muchos expendios habían
destinado los lugares de los quesos, salchichones y variados productos, para
guardar papeles, cajas y cualesquiera otra cosa sin tener nada que ver con los
apetitosos productos a vender de otros tiempos.
Transitando después a la estructura y
construcción de alrededor de tres pisos que tiene el mercado, pudimos conversar
recordando el piso último donde antes vendían ropa. No tuvimos entusiasmo para
llegar al tercero, pues mientras transitábamos el primero y el segundo era
evidente el escenario de cierre y fracaso de distintos expendios. En puestos de
carnes de antes, pudimos ver solamente huesos como si algún gran depredador se
hubiese encargado de ellos. En uno de los primeros pisos era donde otrora
estaban las ventas de maíz, que mi
familia tenía tradición en comprar y que en aquellos tiempos eran prioridad
ante la incipientemente lanzada harina de maíz preparada y que se mantenían junto
a granos y verduras diversas; hoy día no hay nada de eso, solo ventas
ocasionales y alguno que otro vendedor solitario con productos combinados de
manera aleatoria. Todas estas impresiones, no están condicionadas por si se
trata de fines de semana o los días de semana, pues es sabido que los mercados
tradicionales llamados también municipales, trabajaban de tiempo atrás en
variados días.
Salidos de todo ese escenario, de cosas descritas y cosas no descritas, pensábamos todavía en posibilidades de encontrar el espíritu y la vocación de otros tiempos lejanos o recientes y, así, encontramos, en calles cercanas, ventas esporádicas de vegetales y alguno que otro pescado extraño, no muy apetecibles y a precios tampoco provocativos.
Existen indudablemente tres grandes
conclusiones de la observación directa del espacio referido: 1) El país de hace
treinta o 50 años ya no existe; aquel era de ventas, orden y consumo; este de
hoy transmite la idea de pobreza,
desorden, falta de higiene y hambre. 2) No hay abastecimiento de
productos básicos en los mercados populares, sino escasez, desabastecimiento y desarrollo
de economía informal. 3) Se trata de un proceso de agudo deterioro durante la administración
bolivariana y que se ha pronunciado con el transcurso de la administración del
presidente NM; lo cual tiene adecuada coincidencia con la agudización de la problemática
económica durante la misma y aún más y más durante 2018.
@eortizramirez
eortizramirez@gmail.com
[1]
“lleve su bolsa marchantica, lleve su bolsa y eche su verdurita”, expresaba con sincronía y
rutina.
[2]
Bachaqueros y bachaquerismo como es harto conocido, se asocia a la compra/venta
de productos regulados o no, que no aparecen en lugares donde deberían estar.
Pero claro, siempre con precios mayores.
[3] Pasa, con las distancias del caso, como en
una toma en un lugar popular y muy poblado en un país asiático, donde después
que pasa el tren se vuelve a armar todo.
[4]
Es de precisar que el deterioro en las distintas zonas del mercado ha sido
acumulativo, o sea que no corresponde solo a lo transitado durante la
administración del presidente NM, pero de lo que no hay duda por registros,
evolución y observaciones tenidas durante la misma es que en esta última el deterioro
se ha acentuado considerablemente y ni que decir en los últimos tres años.
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