INTERPRETACIONES SOBRE
LO SUCEDIDO DESDE EL 17 DE AGOSTO EN CUANTO A LA ECONOMIA.
EDUARDO ORTIZ RAMIREZ
Las naciones demuestran en la práctica
y en los logros y contextos que crean, el rigor y la seriedad de los planes y
políticas públicas que ejecutan. En ello, manifiestan la continuidad y
esfuerzos por el crecimiento económico y el aumento del bienestar de sus
ciudadanos; pero también, por el ordenamiento de formas, normas, leyes y
procedimientos que se vinculan y aportan al impulso del crecimiento y
desarrollo. Detalles o grandes esfuerzos, los tuvo ya Venezuela cuando varias
naciones estaban más atrasadas que ella, en los años cincuenta, sesenta,
setenta y ochenta del siglo pasado. De esa manera hasta naciones que podrían
considerarse muy problematizadas o desahuciadas pueden salir adelante[1].
Algunos, magnificando la ciencia,
tratan con minusvalía opiniones que en el público -por distintas vías- emiten
funcionarios, representantes empresariales, dirigentes sindicales y encuestadores,
entre otras figuras de la sociedad. Pero resulta que, realmente, estas
opiniones y comentarios a veces recogen fidedignamente el grado de confusión e
imprecisión que en la sociedad se maneja y que para impresión de algunos
termina ejecutándose. Esto no pasaría de ser un ejercicio intrascendente, si no
existiera la necesidad de solucionar problemas de fondo que algún día habrá que
corregir y que ello requerirá el esfuerzo, sacrificio y paciencia de muchos. Hay soluciones rápidas,
pero otras requerirán claridad y precisión en los conceptos, así como firmeza
en la aplicación de instrumentos; y mucha fe, labor y hasta oración según sea
el caso para lograr el consenso mínimo, sin el cual ninguna sociedad avanza.
Dirigentes políticos de toda condición querrán volver a figurar y a pescar en
rio revuelto con numerosas explicaciones y justificaciones. Pero las sociedades
pueden presentar vuelcos y pueden surgir líderes honestos y laboriosos.
Las interpretaciones económicas del caso de esta nota, obviamente deben remitir al Programa de recuperación que el
presidente NM le planteó al país el 17 de agosto de los corrientes. En este
campo, hay aspectos de opinión que tratan asuntos que se presentan como naturales. Es el caso del aumento en el
precio de la gasolina. Se opina así
que no se podía continuar con precios tan bajos. Y es cierto, pero lo que debe
decirse también es que esta administración, igual que otras que ella ha
criticado, lo apuntaló por distintas vías como la de que somos un país petrolero y
debíamos disfrutar de gasolina barata; la crisis, además, de la gasolina es,
también, la crisis de la dilapidación de recursos obtenidos de los ingresos
petroleros y de los campos petroleros que se desatendió su remozamiento y que
han terminado dando menos petróleo, aunque se diga que se ha combatido el
rentismo y que somos el país de las mayores reservas mundiales.
Otro tipo de medidas en el campo
económico se interpretan o se defienden dentro del mismo grado de confusiones de
la administración bolivariana. Algunos convencidos y seducidos por el
modernismo, han terminado percibiendo la conveniencia de la creación del petro y de la que la
fijación de su precio, la del dólar y la del salario mínimo estén considerablemente
imbricadas porque a algunos hacedores de políticas se les ocurrió que eso era
bueno o conveniente; la cruda realidad es que muchos conocedores de estos
menesteres han señalado hasta la saciedad, que el petro no tiene reconocimiento,
no genera confianza y en nuestra perspectiva no logra despegar.
Altamente relacionado con esto último se
encuentra el tratamiento de la problemática
cambiaria. El extremo de la desviación está en afirmar que la
administración terminó reconociendo a difusores/manipuladores como Dólar Today, que es difícil lograsen
demostrar las justificaciones que genera su condición de partícipes del mercado
negro para el entendimiento del precio del dólar; problemática que -por lo
demás- ha creado la propia administración con un extendido control de cambio
ineficiente desde el año 2003, discrecional y nada exitoso. El agravante es que
los controles de cambio no generan divisas, sino que generalmente las manipulan
y distribuyen según intereses diversos, conformándose también como contextos de
buscadores de renta y corrupción. La administración, también en este plano, ha
buscado perfeccionar el sistema de subastas Dicom II y debe señalarse que las
dos últimas semanas (la última de septiembre y la primera de octubre) ha
sorprendido con actividades de asignación de cerca de 12 y 10 millones de
dólares, respectivamente, cuyo origen son oferentes privados. Numerosas aristas
de estos ámbitos se mantienen en secretos -e inaccesibles- para agentes que no
son beneficiarios de la discrecionalidad.
Una interpretación
adicional es la relativa al salario mínimo.
Su adelanto estuvo en la frase del ministro Jorge Rodríguez al precisar que con el nuevo salario mínimo de 1.800 bolívares soberanos
(180.000.000 Bs F.), se podía vivir cómodamente, entre otras razones porque se podían
adquirir perfectamente los 25 productos de la lista de precios acordados que,
además, no fueron impuestos a los productores (http://lapatilla-venezuela.blogspot.com 25 de agosto 2018). Lo que estaba en
el trasfondo era que ese salario mínimo pasaría a ser un elemento nucleador de
la dimensión económica, eliminando la distancia en los salarios relativos. Es
ahora que algunos funcionarios públicos como el ministro que atiende los
asuntos universitarios, señalan una
especie de plan de austeridad, donde en los tres meses siguientes al 17 de agosto en el sector del caso, debía
haber resignación al plan de 1,5 salarios mínimos[2].
El desasosiego en las áreas públicas es suficientemente desalentador, para
creer en la resignación de numerosos profesionales que viven ahora la cercanía,
con quienes hacen labores que no requieren preparación previa. Esta política jamás
apartará sus perniciosos efectos por que se diga que habrá que ver la magnitud de sus efectos o que no estuvo del todo
completa, pero que tuvo buena intención.
Pero también, en las áreas privadas donde los costos de producción no logran
ser compensados dadas otras restricciones como
estabilidad laboral, controles de precios o el contexto de escasez e
hiperinflación.
El salario mínimo, no es más que una
referencia de lo que mínimamente ganan las personas en labores no tecnificadas
y sin mayores grados de destrezas o estudios, pero se ha convertido ahora, en
una especie de salario madre[3] o
referencia para todo, que ha causado verdaderos males -incluso en los actores
de la administración pública- donde se han –también- eliminado diferencias y bonos. No es solo el costo
aumentado para la estructura salarial y productiva, sino el efecto pernicioso y
profundo en cuanto a la estructura de los salarios relativos en una economía
rentista y populista, que no venía precisamente ni de los ochenta ni los
noventa del siglo pasado, o de incluso de los dos primeros lustros de esta
administración[4], de
una situación de miseria y pobreza rampante, sino de una donde los salarios -en
su debida diferenciación- representaban un relativo elemento de estímulo. Tal
salario mínimo, en esa estructura y con el nivel de Bs. 1800 Soberanos está
recibiendo y seguirá recibiendo los embates de la inflación, que se vuelve
fundamental dentro de los propios desequilibrios económicos y, más aún, cuando
no se le combate debidamente con los elementos que la economía tiene como
disciplina -que si no son perfectos, se han ordenado desde perspectivas
teóricas y de acumulación de los tratamientos en distintas experiencias-. Falta
ver los prometidos ajustes -en la alocución presidencial y en el Programa de Recuperación-, en la
relación precio del barril/precio del petro/precio del dólar/salario.
Un elemento adicional
corresponde a las interrelaciones entre precios acordados, controles de precios y
la nunca solucionada escasez de variados productos. No está clara una
perspectiva de interpretación positiva sobre estas interrelaciones, pues las
mismas siguen produciendo efectos perniciosos que son inocultables, pues los
productos siguen sin aparecer de manera regular. Los controles de precios
siguen siendo relativos y perniciosos para la estructura y la eficiencia
productiva. La especulación anida en un escenario de una administración controladora que no
controla, aunque ella en sí misma no es la razón de la inflación, que tiene
sustentos en el gasto público, en la generación de dinero inorgánico y en la
monetización del déficit fiscal. En tal sentido, la estructura de precios
acordados en un escenario hiperinflacionario se vuelve ineficaz.
Dos elementos positivos recientes que deben señalarse son, por una parte, la aparición y
disposición por parte de los agentes económicos o consumidores, después de la
presión gubernamental, de mayores
cantidades de efectivo. Habrá que ver si esta disponibilidad se mantiene o
si se retornará a las colas previas y requerimientos de este último de las
semanas previas a la que está finalizando. El segundo elemento, por otra parte,
es la cantidad de dólares subastada
en las actividades del Dicom II durante las últimas dos semanas -ya señaladas
más arriba-. Las magnitudes indicadas no son solución a las vastas necesidades
operativas de la economía y los agentes económicos, simplemente de lo que se trata
es que subastas con 500.000 $ representan menos alternativas que otras de 5
millones de $.
Dos cosas suficientemente oscuras continúan siendo, por un lado, las limitaciones que en el
contexto internacional seguirá produciendo la terquedad de la administración
bolivariana en la inclinación hacia un modelo
de desarrollo, que ha demostrado internacionalmente ser ineficiente y no
exitoso y que es abrigado cada día por menos países en el mundo. Y, por el
otro, las restricciones que sigue
manteniendo el escenario internacional y
sus instituciones para facilitar montos dadas las políticas seguidas y el contexto económico y político
nacional (con elementos como la alteración de los mecanismos democráticos),
para la solución de la paradójica crisis de recursos (dados los obtenidos
durante 20 años de administración bolivariana) para financiar el desarrollo y
su necesidades de divisas y que el país no puede atender en el complicado
escenario de crisis económica, productiva y ya definidamente también
humanitaria, con la presión que ejercen elementos como la hiperinflación
reinante en la nación desde 2017.
En lo inmediato ni en lo mediato, el
conjunto de recursos para financiar el desarrollo o los proyectos que tuviese
la administración bolivariana no llegarán al país a menos que se hiciesen
arreglos con organismos internacionales; puede afirmarse que, seguimos en la
misma situación de escasez de divisas, disminución de la producción petrolera
–impedimento ahora para aprovechar cualquier aumento en los precios del
petróleo, aun significando ello la continuación del rentismo-, escasez en la
producción y distribución de bienes –a pesar de cajas CLAP y otros mecanismos-
y la correa de estrangulamiento que
significa la hiperinflación en cuanto a destrucción de patrimonios familiares y
empresariales[5].
[2]
En este ámbito, dentro de las propias definiciones de la administración
bolivariana, se habían definido 4,7 salarios mínimos.
[3]
Este concepto lo extrapolamos de las masas
madre que se usa n en la actividad de hacer panes.
[4]
En ninguno de estos casos, o estas temporalidades señaladas, esto significa la
añoranza de un paraíso perdido.
[5]
Un resumen en un documento ubica: Colapso
en la producción petrolera y no petrolera; caída en la producción e
importaciones sin precedentes; colapso en el consumo de alimentos y medicinas;
perdida de acceso a divisas; hiperinflación que destruye ingresos fiscales y
salarios; colapso en servicios públicos; empobrecimiento, informalidad y
emigración masiva (verhttps://www.slideshare.net/miguelangelsantos/venezuela-el-colapso-en-cifras).
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