Alfredo Ordóñez López
@alf_ord
La llegada de
las criptomonedas ha generado todo una expectativa en el escenario
internacional pues representa un nuevo mecanismo de intercambio de dinero de
forma privada y sin alteraciones o restricciones de terceros (público). Ello ha
generado la preocupación de diversos Estados en cuanto a la legitimación de
capitales y el pago de impuestos, por lo que dicho mecanismo se enfrenta a un
factor clave de la economía que es la confianza.
Esta
aparición avasallante de las criptomonedas, muy característico de los productos
generados de la innovación tecnológica, se presenta en un escenario donde el índice Dow Jones (Industrias) cerró su sesión del
lunes (5 de febrero de 2018) en 24,345.75 puntos, es decir, 4,6% menos que el
día anterior, mostrando de forma consecutiva el indicador en rojo, y vista como
la mayor caída porcentual desde 2011. A parte, se le considera que es también
de la peor caída en puntos en un sólo día en la historia de Wall
Street: 1.175.
Los índices bursátiles más que mostrar
sólo números que expliquen la relación de demanda y oferta sobre acciones,
proyectan el comportamiento de los agentes económicos y su actitud ante el
sistema financiero. De tal manera, que cuando existe una caída del Índice en
cuestión, este expresa que hay una sobreoferta de acciones, lo que permite
prever que los agentes económicos desean desprenderse de esas acciones que consideran
no le estarán brindando una rentabilidad a corto plazo, es decir, hay un
sensación de desconfianza a futuro y refieren resguardar su capital de forma
líquida. Por supuesto, cuando esa sensación es muy elevada, la misma se expande
a otros agentes económicos generando un efecto dominó, y ello se demostró con
la caída de las bolsas de Hong Kong (Hang Seng – 4,9%), Japón (Nikkei – 4,7%),
Australia (ASX – 3,3%) y de forma generalizada en Europa, tales como Londres,
Frankfurt y Paris en un 3%[1].
Ante este escenario la tecnología
blockchain pareciera ser un sistema de escape y salvación para los agentes
económicos ante la caída de los índices bursátiles y la caída de los precios de
la materia prima en el mercado internacional. Sin embargo, y para sorpresa de
muchos analistas y gurús[2] de
las finanzas, esto no ha sido así, pues el optimismo inicial de realizar
transacciones rápidas y sin supervisión, ha decaído en virtud de la misma
desconfianza ante una moneda virtual como el caso del Bitcoin (aprox. +20%
diario) que se revalorizó de una forma inexplicable y sin control, y que los
terminó siendo migrada por otras monedas virtuales, sin una contraposición
clara en el manejo de acciones o beneficios tangibles.
Esta situación ha generado
indudablemente anomalías en el sistema económico internacional, pues por un
lado nos encontramos ante la desconfianza en el sector industrial y por el otro
en el soporte real que pueda garantizar una rentabilidad de una moneda virtual.
Ese sentimiento de desconfianza es claramente apreciable ante el Índice Bitcoin
/ Dólar estadounidense (BTC/USD) y que
mantiene unos rendimientos negativos, por lo que se puede prever la presencia
de una Burbuja Financiera a corto plazo[3] dada la presencia de Venta Fuerte y un nivel casi
nulo de compra.
La
misma resiliencia de los agentes económico ha promovido la necesidad de tener
un panorama más claro y ha obligado a los gobiernos a establecer ciertos
parámetros de comportamiento en el sistema tecnológico blockchain y el resguardo de una posible
migración de capitales tangibles en el mercado bursátil a un mercado intangible
(virtual). Tanto así, que las nuevas empresas creadoras de estas monedas
virtuales han tomado la decisión de participar en las principales Bolsas del
mundo para mostrar una credibilidad y sana reputación antes los agentes
económicos, y así generar confianza.
Otro escenario, es el de algunos
gobiernos como el caso de Venezuela de crear monedas virtuales (El Petro)
respaldado por el petróleo en Reserva, es decir, una moneda que tendría el
comportamiento de cualquier activo que cotice pero no con un retorno de
rentabilidad tangible mientras se mantenga en cartera, es decir, no generaría
ninguna rentabilidad a mediano o corto plazo.
Los agentes económicos actúan en base a
la confianza, y es ahí donde gran parte de los especialistas financiero
destacan que la caída del Wall Street no generará una
crisis financiera como la del año 2008 por el quiebre del Banco Lehman
Brothers, pero si obligará al Departamento de Estado y a la Reserva Federal de
Estados Unidos a evaluar urgentemente ciertas medidas en materia económica
tales como las tasa de interés ante la revalorización del salario en EE.UU, la
política de restricción al libre comercio, y el financiamiento de la deuda
pública ante la disminución de ciertas cargas impositivas para el sector
empresarial nacional.
Lo antes expuesto, nos permite apreciar que
las discusiones en Davos sobre la Cuarta Revolución Industrial están siendo
sobrellevadas por la misma velocidad de la Inteligencia Artificial y la
necesidad inmediata de encauzar a los agentes económicos en un régimen
estructural claro para que pueda atender los nuevos problemas que enfrenta el
mundo.
La transversalidad del cambio
tecnológico afecta severamente a todos los agentes económicos, y en especial, a
aquellos que no logran establecer mecanismos de innovación y/o transferencia
tecnológica por la falta de políticas asociadas a la gestión tecnológica. Tal
es el caso de la región de África, que está por encima de América Latina en el
Índice de Innovación 2017, lo que demuestra que las naciones que luchan por la
libertad de pensamiento, el derecho la justicia, instituciones descentralizadas
y un sistema democrático logran mejores niveles de desarrollo, mientras que
aquellos que no lo hagan indudablemente tendrán un comportamiento económico
mediocre y con grandes niveles de desigualdad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario