Allan R. Brewer-Carías
La convocatoria de la elección presidencial para el próximo mes de abril
de 2018 que ha hecho por la Asamblea Nacional Constituyente es, sin duda, una
confirmación más de que Venezuela es un país que simplemente carece de
Constitución,[1]
conducido por un gobierno asambleario y tumultuario que actúa sin reglas
preestablecidas, a través de una montonera agrupada bajo esa denominación de
Asamblea Nacional Constituyente.
Esa Asamblea, en mi criterio, viene a ser la última manifestación del régimen
político de destrucción institucional, económica, social y cultural del país
que caracteriza al que se instaló desde 1999, y que pasó progresivamente de ser
un régimen autoritario al régimen totalitario de la actualidad. [2]
Ese régimen, sin embargo, ya no goza de buena salud, y desde hace ya
unos lustros viene entrando en un estado de “apoptosis,” término que si bien se
utiliza en el campo de la biología, se puede aplicar a las instituciones, y que
consiste en la muerte o suicidio programado de las células o componentes de un
cuerpo; es decir, el método que el cuerpo usa para deshacerse de las células
innecesarias o anormales,[3]
pero que cuando todas ya son de esta naturaleza, conduce a su autodestrucción.
Ese fenómeno en relación con el Estado, fue el que detectó el siglo
pasado el conocido profesor Maurice Duverger, al identificar al Estado con
aquél animal mitológico, llamado el catoblepas,
una legendaria creatura de Etiopía de la cual dio cuenta Plinio el Viejo hace
dos mil años, y que según indicó Duverger, era un animal “tan estúpido que se
comía sus propios miembros sin siquiera darse cuenta.”[4]
Y en eso ha estado últimamente el régimen que gobierna al país desde
1999, destruyéndose a sí mismo, en todos sus componentes, siendo los últimos
signos de ese proceso de “apoptosis,” entre otros los siguientes siete, entre
muchos otros: primero, el mencionado
desdibujamiento del propio gobierno del Estado, en su totalidad, al convocarse
e instalarse el referido gobierno asambleario y tumultuario a partir de agosto
de 2017, a cargo de una Asamblea Nacional Constituyente fraudulenta e
inconstitucional que actúa sin reglas ni Constitución; segundo, la transformación del régimen político del Estado en un
gobierno militar, sujeto además a directrices de un gobierno extranjero, para
el cual no existe el imperio de la ley ni de la Constitución, habiendo invadido
las estructuras de la Administración del Estado y todos los espacios sociales,
apoderándose incluso de los medios de comunicación; tercero, el desconocimiento total de las bases de la democracia y
de la separación de poderes, con el sometimiento de todos los poderes del
Estado al Ejecutivo y la inhabilitación de la Asamblea Nacional electa en
diciembre de 2015 por parte de un Tribunal Supremo de Justicia totalmente
sometido al poder, lo que de por sí ya imposibilita la realización de
elecciones libres y transparentes; cuarto,
la consideración de la disidencia y de la oposición política como enemigos
internos por parte del aparato del Estado; que persigue y se discrimina
política y administrativamente, y no sólo con la fuerza policial, que ha sido
militarizada, sino con cuerpos paramilitares y delincuenciales insertos en el
Estado, y además mediante una policía política que acusa y encarcela como si
fuera un juez; quinto, la
desproporcionada represión, persecución e inaceptable masacre que comenzó
masivamente contra los jóvenes y estudiantes por las manifestaciones de
protesta contra el gobierno sucedidas en Caracas en julio de 2017, y que ha
continuado contra opositores y disidentes, y lo más grave, con la resurrección
de los horrendos episodios de otras épocas, de torturas y desapariciones
forzadas, y de la abyecta e injustificada ejecución sin fórmula de juicio de un
antiguo miembro de sus propia policía judicial, y sus acompañantes, quien osó
rebelarse contra el régimen; sexto,
la configuración de un descomunal totalitarismo en materia económica, montado
sobre un ineficiente capitalismo de Estado, producto de la destrucción total
del aparato productivo del país mediante expropiaciones que han resultado en
estruendosos fracasos improductivos, llevando al país al colapso total en
materia de servicios sociales y de infraestructura y a la expansión de la
corrupción a niveles nunca antes vistos como lo muestran las propias denuncias
de última hora formuladas desde dentro del propio régimen; y séptimo, incluso, la persecución que ha
sido desatada dentro del propio régimen contra antiguos miembros de su nomenklatura,
como ha sido el caso contra la ex Fiscal General de la República, precisamente la
encargada desde 2005, de llevar a cabo toda la persecución política contra la
oposición democrática; el caso contra el ex Embajador y ex Presidente de la
empresa petrolera nacional, y principal responsable, como tal y como Ministro
de Energía desde 2002, no solo de la destrucción inmisericorde de la industria
petrolera nacional, cuya producción ha bajado insólitamente, sino del criminal
endeudamiento extremo del país que ha
llevado a Venezuela a la quiebra en el marco global; así como los casos contra él
mismo exfuncionario y sus principales colaboradores, con cargos de corrupción
por montos nunca vistos en la historia de ningún país, salvo quizás,
recientemente, lo que se ha publicado sobre algunos príncipes del reino de
Arabia Saudita.
Esta “apoptosis,” en mi criterio, pone en evidencia que el régimen
efectivamente está en proceso de extinción, al menos en la deformación que ha
adquirido como consecuencia de su autodestrucción, lo que en mi criterio
amerita tratar de situar en la historia lo que actualmente ocurre desde el
punto de vista político constitucional, para tratar de entender el futuro.
Esta apoptosis política no se está produciendo por primera vez en el país
en nuestra historia. Todos los regímenes políticos que hemos tenido en el
pasado han llegado sucesivamente a su punto de extinción, tal como sucede ahora
con el régimen actual, que como bien lo apreció hace unos días (en enero de
2018) el mismo ex Ministro de Energía del régimen al cual sirvió durante 17
años (2000-2017), el régimen – dijo -, “tiene los días contados,”[5]
habiendo sido además, globalmente - en sus propias palabras -, “un estruendoso
fracaso,”[6]
lleno de “iniciativas fallidas e improvisadas, con la subsecuente ineficacia o
incapacidad del gobierno en la gestión de soluciones a los problemas del
pueblo.”[7]
Todas estas expresiones del ex Ministro, si bien las utilizó para referirse al actual
gobierno de Nicolás Maduro, al cual sirvió como Ministro de Energía, como
Canciller y como Embajador, para tratar de deslindarlo del gobierno de Hugo
Chávez, a nadie pueden engañar, pues se aplican a todo el régimen al cual
sirvió desde 2000, habiendo sido él, precisamente, uno de los principales
responsables de su desfiguración, que es por lo que precisamente “está pagando
caro todo el país,” como ahora él mismo lo “descubrió.”[8]
La historia de Venezuela, en efecto, nos muestra que este tipo de
colapso recurrente de sus regímenes políticos luego de períodos de crisis que
siempre se han prolongado por casi una generación, han marcado el paso de un
ciclo político a otro, de los cuatro que hemos tenido en toda la historia
republicana: primero, el del Estado independiente semi-federal que va desde
1811 hasta 1863 (52 años); segundo, el del Estado federal que va desde 1863
hasta 1901 (38 años); tercero, el del Estado autocrático centralizado que va
desde 1901 hasta 1961 (60 años); y cuarto, el del Estado democrático centralizado que va desde 1961 hasta el
presente (57 años).[9]
Y hay que precisar desde ya, para que no haya duda, que a pesar de toda
la propaganda oficial, en Venezuela, históricamente, con la Constitución de
1999 no se inició realmente ningún nuevo ciclo político constitucional, sino
que la misma y los gobiernos subsecuentes que se instalaron en el poder del
Estado lo que montaron fue un sistema político para precisamente desmontar el
del Estado democrático centralizado de partidos,[10] que ahora está en proceso definitivo de extinción. En
esa forma, dicho sistema político solo han sido un acaecimiento más, parte de
la crisis política del ciclo político de dicho Estado democrático de partidos
centralizado iniciado en 1961, en el cual se concentraron, desarrollaron y
exacerbaron todos los vicios que se denunciaban en los años noventa del siglo pasado.
A esos cuatro períodos republicanos antes identificados que se iniciaron
en 1811 solo podemos agregar además, el período histórico que antecedió al
Estado republicano, el del régimen colonial de la Capitanía General de
Venezuela que se inició en 1777 y terminó definitivamente en 1821 (44 años).
Cada uno de esos períodos históricos ha tenido una duración de alrededor
de medio siglo, es decir, casi dos generaciones; y entre uno y otro ciclo,
invariablemente ha habido un proceso de transición que ha sido de crisis
política severa, que ha tenido una duración de casi una generación.
Exactamente, como si hubiera sido predeterminado históricamente, esos períodos
de crisis han sido de 26 años entre el inicio de la crisis en cada ciclo y el
logro de estabilidad en el ciclo subsiguiente.
Incluso ello ocurrió en el antecedente mencionado con la crisis del
régimen colonial que se consolidó institucionalmente a partir de la creación de
la Capitanía General de Venezuela en 1777. La crisis de ese régimen comenzó
efectivamente casi 20 años después, en 1795 con la conspiración de San Blas de
Madrid de 1795, que inspiró dos años después, en 1797, la conspiración de Gual
y España en La Guaira, concluyendo el período de crisis en 1821, luego del fin
de las guerras de independencia de Venezuela con la batalla de Carabobo, con la
adopción de la Constitución de la República de Colombia de ese mismo año. Con
ésta, y con Simón Bolívar a la cabeza, se logró una cierta estabilidad del
régimen del Estado independiente que se había constituido después de la
declaración de independencia en 1811. El tiempo de crisis y transición de un
período a otro, en este caso duró 26 años (1795-1821), y fueron necesarias una
guerra de por medio, las de independencia, incluso de carácter social, para que
la transición pudiera ocurrir.
En cuanto al primer período republicano del Estado independiente semi
federal establecido a partir de 1811, y restablecido en 1830, y que duró hasta
1863 cuando fue sustituido por el ciclo del Estado federal, la crisis política
del mismo puede decirse que se inició en 1848 en el llamado día del
fusilamiento del Congreso, y que luego de las guerras federales de 1859 a 1863,
concluyó en 1874 con el logro de cierta estabilidad del período subsiguiente,
el del Estado federal, con Antonio Guzmán Blanco a la cabeza. El tiempo de
crisis y transición de un período a otro igualmente fue de 26 años (1848-1874),
y también fueron necesarias unas guerras de por medio entre los dos bandos
políticos e, incluso, también de carácter social, las guerras federales, para
que la transición pudiera ocurrir.
Igualmente sucedió en el caso de la crisis política del período del
Estado federal establecido a partir de 1863, que duró hasta 1901 cuando fue
sustituido por el del Estado centralizado y autocrático. Esa crisis puede
decirse que se inició con el vacío de poder que creó el mismo Guzmán Blanco
cuando abandonó el país en 1888, y que luego de la Revolución Liberal
Restauradora de 1899, concluyó en 1914 con el logro de cierta estabilidad del
régimen del Estado centralizado y autocrático subsiguiente, con Juan Vicente
Gómez a la cabeza. El tiempo de crisis y transición de un período a otro
también duró 26 años (1888-1914), y fueron también necesarias unas guerras
revolucionaria entre caudillos de por medio, para que la transición pudiera
ocurrir.
E igualmente puede decirse que ocurrió en el caso de la crisis del
Estado autocrático centralizado establecido a partir de 1901, y que duró hasta
1961 cuando fue sustituido por el del Estado democrático centralizado. La
crisis del mismo, también se inició con el vacío de poder que se produjo con el
fallecimiento de Juan Vicente Gómez en 1935, y que luego de la Revolución de
Octubre de 1945 y de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez, concluyó en
1961, con el logro de cierta estabilidad del régimen democrático, con Rómulo
Betancourt a la cabeza. En este caso, el período de crisis y transición de un
período a otro también duró 26 años (1935-1961), y fueron necesarios varios
golpes militares y a una dictadura militar de por medio para que la transición
pudiera ocurrir.
Ese régimen del Estado democrático centralizado establecido a partir de
1958, y consolidado por la decisión de los partidos políticos a partir de la
Constitución de 1961 al comprometerse a fortalecer y defender la democracia
(que es el período que el cual hemos vivido), que es el cuarto ciclo político
republicano, también entró en crisis política severa, igualmente de carácter
terminal tal y como las que se han producido en los ciclos históricos
anteriores. Esto, incluso, lo siente todo el país, pero no como historia
contada sino como historia vivida.
El detonante de esta crisis del Estado centralizado democrático de
partidos de la cual todos somos testigos, se puede fijar, no en el Caracazo de
1989 como muchos piensan, ni en los intentos de golpes de Estado militares de
1992 liderados por Hugo Chávez, sino en realidad en el año siguiente, en 1993,
cuando los conductores de los partidos políticos que fueron los responsables de
la instauración el régimen democrático, decidieron suicidarse y suicidarlos,
uno de los partidos destituyendo y enjuiciando a su propio líder, en el otro
caso, el principal líder barriendo a su propio partido; y a partir de allí, los
líderes y sus partidos, al no reinventarse ni proceder a aliarse y a pactar
para defender y reestructurar la democracia, no quisieron entender las amenazas
reales que ya se habían formulado para su destrucción. Con esa actitud
generaron igualmente un vacío total de poder que permitió que el primer
aprendiz de brujo que pasara por la plaza del pueblo pudiera asaltara el poder,
como sucedió al hacerlo junto con los mismos militares que habían fracasado
unos años antes en su intentona de asalto al poder por la fuerza militar.[11]
Esa crisis política de la cual insisto todos hoy somos testigos,
desarrollada desde 1993 y no en los últimos años, pero que ha seguido hasta el
presente (2018), ya lleva 25 años de duración, agravándose, en este caso, con
la guerra institucional, económica y social que quienes asaltaron el poder con
la Asamblea Constituyente de 1999 declararon contra toda la población, para
asegurar su sumisión, y con el único propósito de perpetuarse en el poder, pues
como lo reconoció el mismo ex alto funcionario del gobierno antes mencionado,
quien lo sirvió entre 2000 y 2017, el gobierno mismo – dijo - , ahora “se ha
convertido en una plataforma [solo] para el ejercicio del poder.”[12]
En este panorama histórico que he descrito muy brevemente, si nos
atenemos al estándar de duración de 26 años de crisis y transición política que
ha habido entre los grandes ciclos históricos (1797-1821; 1848-1874; 1888-1914;
1935-1961), podríamos decir que la crisis que actualmente vivimos del último ciclo,
del Estado democrático centralizado iniciado en 1961 ya ésta a punto de
terminar, y también con una guerra de por medio, la que el Estado ha declarado
contra la sociedad. Y ciertamente, después de 25 años, ya no da más el
deterioro, ya no hay casi más nada que destruir en el país, habiéndose la
crisis tragado ya a una generación.
La diferencia con los anteriores períodos de crisis política en fase
terminal, sin embargo, es que en este caso aún no aparece clara la alternativa
frente a la deformación del ciclo histórico del Estado democrático centralizado
de partidos, luego de su destrucción, que aún está por formularse
constitucionalmente. Lo que hoy tenemos después de 25 años desde su inicio,
insisto, es solo una Constitución que no se aplica, y la total destrucción del
Estado y de la sociedad, y de sus instituciones político constitucionales;
siendo la alternativa para la transición el restablecimiento de la vigencia
plena de la Constitución que nunca la tuvo.
Pero ahora, sin embargo, lo único que se percibe hacia el futuro en
medio de esta crisis política, que no concluye, provocada por un gobierno que
ha destruido y deteriorado todo en el país es, por una parte, un clamor del país y de la oposición por el
restablecimiento y perfeccionamiento de la democracia, que fue el mismo grito
que quedó frustrado en 1998; y por la
otra, un régimen cuyo único objetivo político es asegurar su permanencia en
el poder, lo cual por lo demás, se ha anunciado en forma pública, no
recientemente, sino desde cuando el propio Presidente Chávez, amenazare en
2008, que “Lo que tenemos que garantizar es que si a Hugo Chávez le toca
entregar el gobierno el 10 de enero de 2013 no sea a un contrarrevolucionario
porque vendría la guerra aquí.”[13]
Aserto que ha sido ratificado una y otra vez con frases y tonos similares, por diversos
y variados líderes gubernamentales ofreciéndole incluso a los venezolanos
reducir a cenizas al país antes de entregar el poder. [14]
En Venezuela, por tanto, en estos momentos de crisis terminal se
plantean dos opciones: por una parte, la del gobierno, que lo único que
pretende hacia el futuro es perpetuarse en el poder y evitar a toda costa que
quien quiera que sea de la oposición pueda volver a gobernar en el país,
eliminando todo vestigio de democracia, pluralismo y alternabilidad; y por la
otra, la de la gran mayoría del país, que lo que quiere es que la crisis
desemboque en un proceso de reconstrucción y transición hacia la democracia.
Ante esta coyuntura, confrontándola con los hechos y ciclos históricos a
los que antes me he referido, ciertamente podemos preguntarnos si la historia
realmente se repite. Recordemos la famosa frase de Karl Marx al iniciare su
estudio sobre “El 18 Brumario de Luis Bonaparte,” publicado inicialmente en la
Revista Die Revolution, Nueva York,
1852. Allí expresó:
“Hegel dice en alguna parte que todos los grandes
hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos
veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa.”[15]
Si retenemos esto último, no hay duda en decir que nuestra historia
política está llena de farsas, tragedias, zarzuelas, óperas y comedias que si
las analizamos globalmente, encontramos en efecto que muchas veces se han
repetido.
Ahora pensemos solo en la coincidencia de los tiempos de los períodos de
crisis política entre cada ciclo de nuestra historia política que, como antes
he resumido, han sido de 26 años. Y me pregunto: el hecho de que el último
período de crisis que es el que actualmente vivimos, ya lleva 25 años, ¿quiere
esto decir que entonces que falta poco para que éste concluya? Es evidente que
no podemos caer en determinismos históricos, pero por si acaso, al igual que la
salvedad que hacen quienes niegan la existencia de brujas, en este caso quizás
también tendríamos que decir que “de que vuelan, vuelan.”
En Venezuela, no hay duda de que la repetición de hechos históricos ha
ocurrido en los grandes ciclos político constitucionales del país, cuyas
respectivas crisis, en todos los casos, siempre han estado condicionadas, entre
otros, por los mismos factores fundamentales del poder, que hoy también están
presentes: la lucha entre la civilidad y el militarismo; la lucha entre las
fuerzas centrífugas y las fuerzas centrípetas del territorio en el dominio del
poder; y la lucha entre la democracia y la autocracia; lo que en definitiva,
como lo dijo Faustino Domingo Sarmiento, es la lucha de siempre en nuestros
países, entre la civilización y la barbarie.[16]
Hoy, en la fase final de la crisis política del ciclo histórico del
Estado democrático centralizado, puede decirse que estamos precisamente en el
vértice de esos tres factores del poder, por una parte, con un gobierno
militarista, centralista y autocrático, que maneja un Estado fallido y que lo
único que ofrece y pretende es perpetuarse en el poder; y por la otra, con
fuerzas opositoras que están apostando por una alternativa civilista,
descentralizadora y democrática, que el gobierno anuncia que impedirá que se
pueda materializar a toda costa.
Esa es nuestra trágica realidad actual, resultado de las farsas
históricas precedentes, siendo importante para comprenderla a cabalidad,
recordar, estudiar y analizar los períodos político constitucionales del
pasado, para poder tratar de escudriñar el futuro, del cual todos,
absolutamente todos estamos ahora más pendientes que nunca, particularmente por
la agudeza que percibimos tiene la crisis política que padecemos; la cual por
lo demás, es la única que han conocido las nuevas generaciones.
Éstas, en realidad, no han sabido qué significa tener una estabilidad
institucional, y más bien, de lo que han sido es testigos ha sido de un
gobierno que solo ha estado guiado por el resentimiento demoledor y por la
técnica del desconcierto. Y todo ello agravado por la guerra económica y social
declarada y conducida por el propio gobierno contra la población venezolana,
para reducirla a mendigar y a la absoluta pobreza, particularmente cuando como
ahora ocurre, una vez que ya ha sido destruido todo el aparato productivo del
país por el propio Estado, ya no puede haber divisas para importar lo necesario
para la sobrevivencia, pues las pocas que pueda generar la menguada exportación
petrolera, excluidos los barriles pre-pagados o que deben entregarse para pagar
deudas a China, Rusia y Cuba, o para pagar deuda pública, no alcanzan para
nada.
El problema, en definitiva, en Venezuela, ciertamente es el petróleo,
cuyo mal manejo después de haberse hecho depender absolutamente todo el país de
su exportación será, lo que en definitiva, por la hambruna, desencadenará el
desenlace.
Y eso será lo que provocará más temprano que tarde el colapso del
régimen, aunado al hecho político de que ahora, como antes dije, el país carece
de Constitución, pues la de 1999 desde el inicio se tornó en un papel que no
tiene aplicación; agradado todo más recientemente con el desmantelamiento total
de la democracia a partir del desconocimiento oficial del resultado de las
elecciones parlamentarias de diciembre de 2015,[17]
lo que se hizo mediante una repugnante colusión fraguada entre el Ejecutivo, el
Poder Electoral y el Tribunal Supremo de Justicia, despojándose completamente a
la Asamblea Nacional de todos sus poderes, y dejándola como una entelequia
vacía.[18]
Para ello, el Tribunal Supremo de Justicia dando un golpe de Estado asumió
el rol de verdugo principal de la democracia, usurpando directamente las
funciones del Legislador; y cuando ya no hubo posibilidad de continuar con esa
tragicomedia, se produjo un nuevo golpe de Estado con la convocatoria inconstitucional
y fraudulenta de la Asamblea Constituyente en julio de 2017, asumiendo la misma
el poder total en contra de lo previsto en la Constitución de 1999,[19]
suplantando ahora la otrora dictadura judicial que comandó el Tribunal Supremo,
por una dictadura constituyente.
Para ejercer ese poder absoluto, la Asamblea Constituyente se ha auto
atribuido poderes soberanos y supra constitucionales que no puede tener, y ha
llegado incluso a formalizar expresamente el golpe de Estado en sus decretos
(en las “Normas para garantizar el pleno funcionamiento institucional de la
Asamblea Nacional Constituyente en armonía con los Poderes Públicos
constituidos” de agosto de 2017),
copiando la fórmula tradicional usada en otros golpes de Estado, como la
que está en las actas de las Juntas de Gobierno de 1947 y 1958, al señalar que
“la Constitución de 1999 solo seguirá en vigencia, en todo aquello en lo que la
Asamblea Constituyente no disponga lo contrario.”[20]
Con ello, la Asamblea Nacional Constituyente simplemente borró la
Constitución como norma suprema, pudiendo disponer lo que quiera, sin límites,
siendo sus decisiones incontrolables por haber sometido a sus designios a todos
los poderes del Estado, incluyendo al Tribunal Supremo de Justicia.
La historia, sin duda, puede decirse que con frecuencia se repite, pero
aquí con el agravante de que de la farsa
de entonces se ha pasado a la tragedia de ahora, pues lo que tenemos los
venezolanos en estos últimos años de crisis terminal del período político de
Estado democrático centralizado de partidos, que sin duda está próximo a
acabar, no es otra cosa, como dije al inicio, sino un gobierno asambleario y
tumultuario que actúa sin Constitución, conducido por un reducido grupo de
asaltantes del poder, sin control alguno, configurándose como el reino de la
arbitrariedad.
Por ello es que podemos decir que lo que actualmente vive Venezuela es
una tragedia política; de manera que lo que en su momento pudo haber sido un
gobierno de cambio para profundizar la democracia y que hubiera podido permitir
iniciar con el propio Siglo XXI un nuevo ciclo histórico político de democracia
descentralizada y participativa, como muchos creyeron que era lo que
correspondía en 1998, desde 1999 no ha resultado otra cosa sino una deformación
y caricatura de todos los vicios del ciclo iniciado en 1961, el cual, por
tanto, puede considerarse que no ha concluido y continúa en crisis.
Por ello, en el cuadro de la historia ese será el mayor castigo que
tendrá la tropa que asaltó el poder en 1999, que trastocó la democracia
venezolana y que destruyó el país: el haberse constituido en la peor parte de
los vicios del ciclo del Estado democrático centralizado, que no cambiaron,
sino que acrecentaron, agregando a ello todos los problemas económicos y sociales
que provocaron con su guerra contra los venezolanos, lo que ha afectado todo,
incluso a la propia Administración del Estado. En toda nuestra historia es
imposible encontrar, en efecto, mayor ineficiencia en el manejo de la
Administración Pública como la que hoy padece el país, cuyos jefes, muchos de
ellos militares, como “concejales hambrientos” según la vieja conseja
castellana, llegaron al poder para saciarse en el marco de una corrupción nunca
antes vista, y de una delincuencia organizada con repercusiones más allá de
nuestras fronteras; marco en el cual no aparece el Contralor General de la
República, dudándose incluso que realmente tal funcionario exista, habiéndose
manifestado solo para inhabilitar opositores.
De todo lo anterior, en todo caso, lo que resulta cierto es que los
signos definitivos de la autodestrucción del régimen o de su “apoptosis” no se
han producido de la noche a la mañana, ni son manifestaciones del gobierno que
se inició en 2013, sino que los mismos comenzaron a manifestarse desde hace
lustros, durante todo el gobierno de Hugo Chávez, quien sin duda debe haber
terminado sus días consciente de su fracaso; siendo ahora lo trágico de ello,
como nos lo enseña la historia, que el fracaso de los dirigentes termina siendo
el fracaso de la Nación entera.
Por todo ello, en la situación que tenemos en el país, más temprano que
tarde se tendrá que recomenzar un nuevo ciclo de reconstrucción institucional
como por los que Venezuela ha pasado en varias ocasiones en su historia, y que
han caracterizado cada uno de los tiempos de crisis política que se han
sucedido en el paso entre sus grandes ciclos político constitucionales, muchas
veces, sin embargo, sin que la dirigencia haya aprendido las lecciones de la
historia para corregir los errores hacia el futuro.
Pero queridos amigos, la historia es inexorable. Durante estos últimos
25 años de crisis que llevamos desde 1993, una generación ha desaparecido;
hemos perdido 20 años de evolución política y hemos retrocedido décadas; y eso
tiene sus consecuencias ineludibles, estando ya el país en una situación en la
que el cambio, que es inevitable, parece que ya está por producirse, y pronto;
en el cual los militares que gobiernan no tienen otras alternativa que no sea
la de terminar de incinerar todo, o la de abrirle paso a un gobierno civil
zafándolo de las garras extranjeras.
Es decir, ahora sí, el país, o entrará en el período más oscuro y
horrendo de su historia, o saldrá de la pesadilla política que lo aqueja tan
severamente. La situación es tan grave que en este mismo estadio, ya no hay
posibilidad de que todo continúe igual como va.
El futuro va con todo, pues ya no queda más nada por destruir. Todo está
demolido, de manera que con cara en el futuro, ya no hay casi nada que
conservar, y lo que habrá que hacer es reconstruir. La democracia misma
simplemente ya desapareció, y sin democracia, con un gobierno asambleario
dictatorial y totalitario conducido por una Asamblea Constituyente con
pretensiones de ser todopoderosa, con poderes ilimitados y sin control ni
Constitución, y con posibilidades de funcionamiento sine die, no puede haber ejercicio democrático alguno pues no hay
posibilidad de garantizar elecciones libres.
Ello nos conduce a que no hay otra alternativa inmediata para los que
creen en la democracia que no sea sino la de acordar y pactar entre las fuerzas
democráticas para formar un frente común sólido, de manera que una nueva
generación pueda irrumpir y asumir el liderazgo para el cambio que el país
requiere. El futuro, en todo caso, si no queremos entrar en la oscuridad
definitiva, exige afinar la imaginación creadora que tiene que ser desplegada,
pues lo que no podemos hacer ahora, es no hacer nada
Los partidos políticos, con vista a luchar por el restablecimiento de la
democracia, solo pueden actuar con base en pactos y acuerdos políticos. Sin
éstos no habrá posibilidad de alternativa contra el acaparamiento del poder y
la política definida de no permitir la alternabilidad, como lo anunció el
propio Presidente Chávez en 2008 al sentenciar que quienes antes de 1999 habían
gobernado el país, “más nunca volverán a gobernar a Venezuela.”[21]
En realidad, en cuanto a las personas, el tiempo se ha encargado de ejecutar
esa “orden,” ya que aquellos líderes que otrora gobernaron ya están muy viejos;
pero en cuanto a las organizaciones políticas y el nuevo liderazgo, hasta
ahora, han sido el Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Supremo de
Justicia, cabeza de la dictadura judicial, los que se han encargado de ejecutar
la “orden,” solícitos, inhabilitando y eliminando los posibles contendores
políticos.[22]
Y precisamente, en esta situación es que ahora la inconstitucional y
fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente ha decidido ordenar la convocatoria
de la elección presidencial para el próximo mes de abril de 2018;[23]
convocatoria que es totalmente descabellada y violatoria de la Constitución,
además, inoportuna por anticipada, estando por supuesto viciada incluso en su
motivación. Los motivos que se plasmaron en el texto de la convocatoria,
fueron, primero, el hecho de que “los
Estados Unidos de América y la Unión Europea han impuesto ilegítimas e ilícitas
sanciones coercitivas y unilaterales” a funcionarios del régimen por violación
de derechos humanos, lo que nada tiene que ver con que se adelante o no la
elección presidencial; y segundo, que
“la oposición venezolana se retiró de la mesa de diálogo alegando escusas
fútiles,” – afirmación hecha incluso anticipadamente a lo que en efecto ocurrió
después – pero que sin embargo nada explica sobre por qué, en una supuesta
“retaliación,” se haya procedido a adelantar la elección presidencial.
Por supuesto, ninguna de esas dos “motivaciones” justifica una decisión
política como la convocatoria anticipada de la elección presidencial, la cual
por lo demás, ha sido repudiada en toda forma, por todas las instituciones no
gubernamentales del país, como lo han expresado por ejemplo esta Academia, los
profesores de derecho público de las Universidades y la Conferencia Episcopal
de Venezuela; y además, como también se ha expresado en el ámbito
internacional, bastando solo mencionar lo manifestado por ejemplo por los
Cancilleres de los gobiernos de los países del Grupo de Lima a finales de enero
de 2018, señalando que dichas elecciones, nunca podrán ser “democráticas,
transparentes y creíbles,” exigiendo que “sean convocadas con una adecuada anticipación, con la
participación de todos los actores políticos venezolanos y con todas las
garantías que corresponda, incluida la participación de observadores
internacionales independientes.”[24]
Más recientemente, los mismos Cancilleres del Grupo de Lima, después de respaldar la decisión del Perú de declarar, por la
alteración del orden democrático ocurrido en Venezuela, que la presencia del
Presidente Nicolás Maduro “ya no será bienvenida” en la Octava Cumbre de las Américas a
celebrarse en Lima en abril de 2018, [25] el 13 de febrero de 2018 expresaron mediante Declaración:
“1) Su
más firme rechazo a dicha decisión, que imposibilita la realización de
elecciones presidenciales democráticas, transparentes y creíbles, con la
participación de todos los actores políticos venezolanos, con observación y
estándares internacionales, y reiteran que unas elecciones que no cumplan con
esas condiciones carecerán de toda legitimidad y credibilidad.
2) Exhortan al Gobierno de
Venezuela a que reconsidere la convocatoria de las elecciones presidenciales de
conformidad con lo señalado en el párrafo anterior y, apegándose a su propia
normatividad, presente un nuevo calendario electoral.
3) Subrayan que no puede haber
elecciones libres y justas con presos políticos, sin la plena participación de
los partidos políticos y líderes detenidos o inhabilitados arbitrariamente, con
una autoridad electoral bajo el control del Gobierno, sin la participación de
millones de venezolanos en el extranjero imposibilitados de votar, convocada originalmente
por la asamblea constituyente, órgano carente de legitimidad y legalidad, cuya
existencia y decisiones no reconocemos.”[26]
Igualmente recientemente,
incluso, el Parlamento de la Unión Europea ha rechazado “cualquier decisión
adoptada por la Asamblea Nacional Constituyente por constituir una violación de
todas las reglas y normas democráticas,” y ha expresado que “la Unión [Europea]
y sus instituciones, incluido el Parlamento Europeo, únicamente reconocerán
unas elecciones que estén basadas en un calendario electoral viable y acordadas
en el contexto del diálogo nacional con el conjunto de los actores pertinentes
y partidos políticos en las que se cumplan unas condiciones de participación
equitativas, justas y transparentes.” [27]
Ante esta situación, lo único cierto es que el dilema que se le puede
plantear a los venezolanos entre participar o no en el proceso electoral, es
que de antemano ya se sabe que dicho proceso va a estar viciado y su resultado
va a ser un fraude. Lo que se resuelva, por tanto, ante ello, tiene que ser el
resultado de una acción política unitaria adoptada por el liderazgo político
del país representado en todos los partidos y grupos políticos de la oposición,
y en todo caso, con el objeto principal de seguir desenmascarando aún más el
fraude que se pretende cometer, y además, boicotear activamente el que se
cometa.[28]
Y la decisión unitaria tiene que adoptarse teniendo siempre en cuenta
que una de las variables impuestas por la usurpación constituyente, que es que
la Asamblea Nacional Constituyente se auto-fijó un plazo de funcionamiento
hasta agosto de 2019 (el cual podría prorrogar ad libitum), lo que implica que un presidente que se elija en 2018,
para tomar posesión del cargo, deberá juramentarse ante la misma, reconocer su
supremacía y someterse a sus designios.
Y ello, sin olvidar que en el ínterin, la Asamblea Constituyente podría
simplemente cambiar la estructura del Estado, desdibujar la separación de
poderes, eliminar la figura de un Presidente como Jefe del Ejecutivo electo en
forma directa por el pueblo y consolidar un gobierno de Asamblea, con un
Presidente que supuestamente sea electo por las organizaciones del Poder
Popular, designado en forma indirecta por los agregados de los Consejos
Comunales. De todo lo cual, la elección presidencial convocada, solo sería una
burla más al país, que es lo más probable, como en definitiva
y lamentablemente fue la elección parlamentaria de 2015.
Por ello, como conclusión, a comienzos de enero pasado
(de 2018) expresé que en la situación actual, en definitiva:
“No hay que hacerse ilusiones y menos
hacer que el pueblo se las haga. En Venezuela no podrá haber elecciones libres
mientras exista una Asamblea Nacional Constituyente que se ha auto-atribuido
poderes supra constitucionales y absolutos, usurpándoselos al pueblo, y que
exige que los electos se rindan ante ella.” [29]
Espero que estas reflexiones, aún con todos los
inconvenientes que resultan de haberlas formulados desde lejos, puedan haber
sido del interés de todos, agradeciendo una vez más la Academia, y
particularmente al Dr. Rafael Badell, por la invitación que me formularon para
participar.
15 de
febrero de 2018
* Texto redactado para la conferencia dictada en el “Foro sobre llamado a
elecciones por parte de la Asamblea nacional Constituyente,” organizado por la
Academia de Ciencias Políticas y Sociales, Caracas, 15 de febrero de 2018.
[1] Véase
por ejemplo, Jesús María Alvarado Andrade, “Sobre la destrucción del “Estado de
derecho” (Rule of Law) y la democracia en Venezuela (Reflexiones sobre una obra
de Allan R. Brewer-Carías),” en Revista
de Derecho Público, Nº 145-146, (enero-junio 2016), Editorial Jurídica
Venezolana, Caracas 2016, pp. 49- 69.
[2] Véase
Allan R. Brewer-Carías, Estado
totalitario y desprecio a la ley. La desconstitucionalización, desjuridificación,
desjudicialización y desdemocratización de Venezuela, Fundación de Derecho Público, Editorial Jurídica Venezolana, 2014,
532 pp.; segunda edición, Caracas
2015, 542 pp.
[3] Su descubrimiento se atribuye a
la neuróloga Rita Levi–Montalcini, Premio Nobel de Medicina, 2005. Véase sobre
la apoptosis, la información. Véase en
https://biotecnologiauem.wordpress.com/2013/03/29/apoptosis-muerte-celular-programada/
[4] Véase Maurice Duverger, Las dos caras de Occidente, Barcelona
1972, pp. 278–279. El catoblepas (del
griego “mirar hacia abajo”) que identificó Plinio el Viejo en su Historia Natural, 8, 77, era una
creatura con cuerpo de búfalo y cabeza de cerdo, pesada, que miraba siempre
hacia abajo. Se decía que su mirada o su respiración eran letales, y que podían
convertir a la gente en piedra o matarlas. Véase en
http://es.mitologia.wikia.com/wiki/Catoblepas
[5] Véase Rafael Ramírez, “El error
fundamental,” en aporrea.org., 21 de
enero de 2018, en https://www.aporrea.org/actualidad/a258154.htmla. Otro ex
Ministro del gobierno, Felipe Pérez Martí, de Planificación, al referirse a la
arbitraria detención del Dr. Enrique Aristeguieta Gramko expresó en el mismo
sentido lo siguiente: “Detener a un anciano de la edad de
Enrique Aristeguieta Gramko, como dijo un
amigo, muestra que este gobierno está a punto de caer. […] Así que esta
acción de ustedes, a través de sus generales y personal cubano aquí, agentes de
la dominación militar y económica de una potencia extranjera en nuestro país,
muestra que también están cometiendo errores crasos, que van a contribuir a la
caída de Maduro.”. Véase
en Felipe Pérez Martí, “Raúl: ya basta, esto no es Cuba,” en aporrea.org, 2 de
febrero de 2018, en https://www.aporrea.org/oposicion/a258799.html
[6] Véase Rafael Ramírez, “El error
fundamental,” en aporrea.org., 21 de
enero de 2018, en https://www.aporrea.org/actualidad/a258154.htmla
[7] Véase Rafael Ramírez, “Carta
abierta al pueblo de Venezuela,” en La
Patilla, 28 de enero de 2018, en
https://www.lapatilla.com/site/2018/01/28/carta-abierta-al-pueblo-de-venezuela-por-rafael-ramirez/
[8] Véase Rafael Ramírez, “El error
fundamental,” en aporrea.org., 21 de
enero de 2018, en https://www.aporrea.org/actualidad/a258154.htmla
[9] Sobre la identificación de estos cuatro
ciclos políticos véase lo que expusimos “Venezuela
Historia y crisis política” en Derecho y
Sociedad. Revista de Estudiantes de Derecho de la
Universidad Monteávila, Nº 3, Caracas, Abril 2002, pp. 217-244; en Informe sobre la descentralización en
Venezuela 1993, Memoria del Dr. Allan R. Brewer–Carías, Ministro de Estado para
la Descentralización (junio 1993 – febrero1994), Caracas 1994, pp. 17 ss.; y luego en nuestras obras: Instituciones Políticas y Constitucionales, Tomo I, Evolución histórica
del Estado, Caracas 1996; Instituciones del Estado Democrático de Derecho.
Constitución 1961, Colección
Tratado de Derecho Constitucional, Tomo IV, Fundación de Derecho Público,
Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2015 .
[10] Véase sobre el proceso de
desmantelamiento del sistema de Estado democrático centralizado, iniciado en
1999, los trabajos publicados en el libro: Diego Bautista Urbaneja
(Coordinador), Desarmando el modelo. La
transformación del sistema político venezolano desde 1999, Instituto de
Estudios parlamentarios Fermin Toro, abediciones, Konrad Adenauer Stiftung,
Caracas 2017.
[11] Véase Allan R. Brewer-Carías,
Palabras de clausura del II Diálogo Presidencial sobre “¿Hacia la reinvención
de los partidos políticos?” y presentación de los libros publicados por IDEA:
El referendo revocatorio presidencial en Venezuela y el abuso de poder y La
crisis de la democracia en Venezuela, la OEA y la Carta Democrática
Interamericana: Documentos de Luis Almagro,” Iniciativa Democrática España y
las Américas IDEA, Cátedra Mezerhane sobre democracia, Estado de Derecho y
Derechos Humanos, Miami Dade College, Miami 25 de octubre de 2017, en:
http://allanbrewerca-rias.net/site/wp-content/uploads/2017/10/1202.-conf.-Brewer-Palabras-de-clausura-IDEA-Miami-1.pdf
y en: https://www.youtube.com/watch?-v=5z6AYKw1gsk
[12] Véase Rafael Ramírez, “El error
fundamental,” en aporrea.org, 21 de
enero de 2018, en https://www.aporrea.org/actualidad/a258154.htmla
[13] Véase en El Universal, Caracas 27 de enero de 2008
[14] Iris Valera, Ministra del régimen y miembro de la
Asamblea Nacional Constituyente dijo en agosto de 2017: “Así dejemos a Venezuela en cenizas, no nos iremos del
poder”, y además agregó que todo aquel que venga a querer sacarlos del poder
será fusilado.” Ver video en arepadriario,
26 de enero de 2018, en http://arepadiario.com/asi-dejemos-al-pais-en-cenizas-no-dejaremos-el-poder/. Igualmente en http://www.tostonconsoda.com.ve/asi-dejemos-al-pais-en-ruinas-no-dejaremos-el-poder/
[15] Véase Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, consultado en
http://biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/panama/cela/tareas/tar122/04marx.pdf
[16] Véase Domingo Faustino
Sarmiento, Civilización o Barbarie.
Vida de Juan Facundo Quiroga (1845).
Véase además, Asdrúbal Aguiar, Civilización
y Barbarie, Editorial Jurídica Venezolana International, Miami 2018
[17] Véase Allan R. Brewer-Carías, El golpe
a la democracia dado por la Sala Constitucional (De cómo la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela impuso un gobierno
sin legitimidad democrática, revocó mandatos populares de diputada y alcaldes,
impidió el derecho a ser electo, restringió el derecho a manifestar, y eliminó
el derecho a la participación política, todo en contra de la Constitución),
Colección Estudios Políticos No. 8, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas
2014, 354 pp.; segunda edición, (Con prólogo de Francisco Fernández Segado),
2015, 426 pp.
[18] Véase Allan R.
Brewer-Carías, La dictadura judicial y la perversión del Estado de derecho. El juez
constitucional y la destrucción de la democracia en Venezuela (Prólogo de
Santiago Muñoz Machado), Ediciones El Cronista, Fundación Alfonso Martín
Escudero, Editorial IUSTEL, Madrid 2017, 608 pp.
[19] Véase Allan R. Brewer-Carías, La
inconstitucional convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente en mayo de
2017. Un nuevo fraude a la Constitución y a la voluntad popular, Colección
Textos Legislativos, Nº 56, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas 2017, pp.
178 pp.
[20] Véase Allan R. Brewer-Carías,
“La gran usurpación basada en una gran mentira: La fraudulenta Asamblea
Nacional Constituyente no puede pretender imponerse sobre los poderes constituidos
y menos sobre la Asamblea Nacional,” (documento), agosto 2017, en Allan R.
Brewer-Carías, Usurpación Constituyente
1999, 2017, La historia se repite, una vez como farsa y otra como tragedia,
Editorial Jurídica Venezolana International, 2018, pp. 491-505.
[21] Véase en El Universal, Caracas, 21 de enero de 2007
[22] Véase Allan R.
Brewer-Carías, La dictadura judicial y la perversión del Estado de derecho. El juez
constitucional y la destrucción de la democracia en Venezuela (Prólogo de
Santiago Muñoz Machado), Ediciones El Cronista, Fundación Alfonso Martín
Escudero, Editorial IUSTEL, Madrid 2017, 608 pp.
[23] Véase Gaceta Oficial N° 41.327 de 24 de enero
de 2018; y Gaceta Oficial N° 6361
Extra. de 23 de enero de 2018.
[24] Véase la
información en NTN24, 23 de enero de
2018, en http://www.ntn24america.com/noticia/grupo-de-lima-rechaza-adelanto-de-elecciones-en-venezuela-por-considerar-que-no-seran-transparentes-163435.
[25] Véase la declaración
de la Canciller del Perú, Cayetana Aljovin,
13 de febrero de 2018 en http://cnnespanol.cnn.com/video/cumbre-americas-grupo-lima-rescinde-invitacion-maduro-sot-canciller-aljovin-vo-panorama/
[26] Véase el texto en http://www.rree.gob.pe/SitePages/declaracion_conjunta.aspx?id=DC-002-18.
Véase un resumen en la reseña
“Los 10 puntos claves de las declaraciones del Grupo de Lima,” en El Nacional, 14 de febrero de 2018, en http://www.el-nacional.com/noticias/latinoamerica/los-puntos-claves-las-declaraciones-del-grupo-lima_223033
[27] Véase Resolución del Parlamento Europeo, de 8 de febrero
de 2018, sobre la situación en Venezuela (2018/2559(RSP)); en http://www.europarl.europa.eu/sides/getDoc.do?type=MOTION&reference=B8-2018-0087&format=XML&language=EN
[28] Como lo apreció José Ignacio Hernández, después de analizar las opciones: “la
participación en las elecciones debe ser valorada no en función de la
probabilidad de que se admita la libre expresión ciudadana, sino en función de
la probabilidad de que esas elecciones, y el fraude que las rodea, puedan
propiciar un cambio político y constitucional. Bajo esta perspectiva,
participar en las elecciones presidenciales podría ser una condición necesaria
–pero no suficiente– para promover un cambio constitucional y político en
Venezuela.” Véase José Ignacio Hernández, “Sobre
las elecciones presidenciales ordenadas por la “ANC”, en Prodavinci, 23 de enero de 2018, en
http://prodavinci.com/sobre-las-elecciones-presidenciales-ordenadas-por-la-anc/.
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